Entrevisté a José Luis Garci en las oficinas de Nickel Odeon hace unos años y creo que es lo más cerca que voy a estar del Hollywood clásico en toda mi vida. En ese paraíso sobre el cielo de Madrid hablamos del estreno de El crack cero, de su Oscar por Volver a empezar, de cuando Robert Redford eligió Canción de cuna para proyectarla en el festival de Sundance y de otros capítulos que componen su extensa biografía cinematográfica. En todo momento percibí que no terminaba de sentirse cómodo conversando sobre sus logros y sus palabras siempre huían hacia las obras de otros directores (Ford, Wilder, McCarey...). 

Sin embargo, cuando le pregunté por ¡Qué grande es el cine! se mostró más distendido. Su voz escondía una satisfacción plena y, también, una sacudida de nostalgia. Me dijo que la gente lo paraba por la calle para charlar sobre el programa, incluso en Central Park se había encontrado con seguidores. También mencionó a los contertulios habituales, todos viejos amigos e igualmente locos por las películas, sin los cuales no hubiese sido posible ese viaje apasionante. Aquello fue, según sus propias palabras, lo que más le había llenado en toda su carrera. Y esto, viniendo de un hombre con su trayectoria, te obliga a detenerte en aquel espacio nocturno que una vez existió en La 2 de TVE.

Yo descubrí ¡Qué grande es el cine! a finales de los 90, una tarde en la que no fui al colegio por culpa de unas anginas. Sin nadie en casa decidí ver La ventana indiscreta en una de esas cintas de video de mi padre. Ese verano neoyorquino de Hitchcock me dejó fascinado, pero lo que realmente me marcó fue la tertulia posterior, aquellos hombres con corbata analizando la obra plano a plano, hablando sin parar de los decorados de la Paramount y de los besos a Grace Kelly. De esta manera comprendí que las películas no caían del cielo y que detrás de todas ellas había un repertorio de historias apasionantes. Me hice mayor de edad de un solo golpe aquel día y desde entonces no he podido desprenderme de ese universo a 24 fotogramas por segundo.

Por algún motivo TVE comenzó a deshacerse de varios de sus mejores productos y ¡Qué grande es el cine! llegó a su fin en 2005. Para mí fue como quedarme sin amigos con los que hablar de películas. Solo los madrileños siguieron disfrutando de este contenido con la emisión en Telemadrid de Cine en blanco y negro y Querer de cine, y los aficionados del resto del país nos tuvimos que conformar con las mieles del recuerdo. 

En esta ocasión es Trece TV la que retoma la idea del viejo programa e incorpora Classics a su programación. El mundo ya no es el mismo desde que se terminó ¡Qué grande es el cine! Ahora casi cualquier película se puede encontrar en las plataformas o internet, pero la atmósfera de las presentaciones de Garci y de las tertulias con sus amigos son irremplazables. Por eso estamos ante una oportunidad única cada noche de viernes, un retorno al pasado que ningún cinéfilo querrá perderse.