Más de uno y más de dos están convencidos de que la auténtica fiesta nacional mexicana es el 1 y 2 de noviembre, desde la tradición católica nacional Día de los Niños Difuntos y Día de los Difuntos (adultos), aunque ahora subsumidos genéricamente en el popularísimo Día de Muertos que, como antes, en realidad se celebra durante esos dos días; más algún añadido previo que puede empezar el 30 de octubre, dependiendo de los lugares. Y por no hablar de los prolegómenos, ya noticiables desde un mes antes de la festividad, con cientos de millones de flores cempalsúchil por todas partes, incluyendo las más inimaginables.

Sea como sea, lo cierto es que plantear que el Día de Muertos sustituya al 15 de septiembre, oficial Fiesta Nacional que conmemora la independencia de España, puede resultar anatema. Sobre todo en los muchos y muy variopintos ambientes católicos y también en los nacionalistas, en un país donde sus señas de identidad y autodefinición son exaltadas hasta el paroxismo asiduamente.

Tampoco sería imaginable ni inteligible, por las mismas razones, que a alguien se le ocurriera plantear que el Gran Día de la nación fuera el de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre —ni siquiera en los círculos más ultracatólicos—, para zanjar una supuesta polémica que no existe y que me estoy permitiendo el lujo de inventar en esta soflama. En realidad, las preferencias por una u otra varían cada año, según las fechas en que caen, que derivan en que uno u otro ‘puente’ vacacional sea más o menos largo.

Noche del 1 al 2 de noviembre de 2015 en el Panteón de Xilotepec, Xochimilco, CDMX J.L. Vidal Coy

Hay que destacar, sin embargo, que el otoño boreal está jalonado en México por esas tres grandes fiestas: Día Nacional, el 15 de septiembre; Día de Muertos, uno y dos de noviembre; Festividad de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre. Una cadencia festera que ocupa de una u otra forma el ocio y el trabajo de México según se va acabando el año. Con alguno que otro acontecimiento ‘menor’, como pueda ser el Día de San Judas Tadeo, patrón de los policías… y de los raterillos, el 28 de octubre.

El caso es que, nunca planteada la polémica mencionada, lo de los Muertos ha adquirido recientemente una si cabe mayor preponderancia mediática, popular e internacional para México, a pesar de la ‘contaminación’ invasora que llega desde la otra orilla del Río Bravo con el dichoso Jalogüín anglicano, que se superpone ya descaradamente a las tradiciones populares católicas en medio mundo y nunca debería haber salido de la anglosajonidad a la que pertenece honrosamente de hecho y de derecho. Cada quien en su casa y dios en la de todos, vendría al pelo el refrán.

007: spectrum

A todo esto, ¿Qué tiene que ver James Bond? Mucho, al menos con las celebraciones del Día de Muertos en la capital mexicana, antiguo Distrito Federal fácilmente subsumible en el popular ‘De-efe’ y convertido por el ahora canciller y entonces alcalde Marcelo Ebrard en el impronunciable Ciudad de México, CDMX: imaginénse a alguien diciendo ‘Cede-eme-equis’ para explicar su procedencia o su destino.

A lo que iba. El espectacularísimo Gran Desfile del Día de Muertos que recorre las calles del centro de la conurbación de 20 millones de almas, nunca mejor dicho, que es la Ce-de-eme-equis debe su origen a la película ‘007: Spectre’ de 2015, dirigida por Sam Mendes y protagonizada por el ahora ficcionalmente difunto James Bond, versión Daniel Craig.

Disfruté como un enano en el estreno de la cinta en el De-efe —lo que era entonces—, especialmente con el plano secuencia inicial de 20 minutos en el que el ahora fallecido que tenía licencia para matar era perseguido atrozmente por el grandioso Centro Histórico de la CDMX mientras se celebra un superpeliculero desfile por sus calles… inventado por San Mendes y su equipo.

Noche del 1 al 2 de noviembre de 2015 en el Panteón de Xilotepec, Xochimilco, CDMX. J.L. Vidal Coy

Debió gustarle Spectre a Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno municipal, pues copió la idea y en 2016 se celebró el tremendo desfile que desde entonces cada año convierte el centro urbano en una celebración más que multitudinaria con casi dos millones de personas pugnando por encontrar el mejor lugar para ver el gran espectáculo la última vez que se celebró, el 31 de octubre de 2019. Obviamente en 2020 no hubo, ya sabemos por qué. Vuelve este año, tras la entrada del país en ‘semáforo verde pandémico’. Y será lo que dios quiera.

Pero lo que no será este año es la celebración allí donde no llegó James Bond. La popular Delegación (distrito) de Xochimilco (al sur de CDMX) anunció diez días antes del Día de Muertos que no habrá acceso libre ni multitudinario a sus 17 panteones (cementerios) que componen el mapa mortuorio de este barrio de casi 500.000 habitantes, debido a la situación sanitaria y a pesar de que el país se encuentra oficialmente en situación de ‘semáforo verde pandémico’ desde el 20 de octubre.

Nada especial, si no fuera porque también quedará inaccesible los días 1 y 2 el Panteón de Xilotepec, a donde nunca llegó James Bond, uno de los de mayor tradición, al que solían acudir hasta el año de la Covid 19 más de 150.000 personas, sin estrambotes ni alharacas, a pasar uno o los días con sus noches junto a las tumbas de sus muertos. Familias enteras, matrimonios, viudas y viudos desconsolados, hijos e hijas atribulados, sobrinos, primos y demás familia llevaban comida, bebida y ganas de pasarla bien junto a las lápidas de sus seres queridos.

Noche del 1 al 2 de noviembre de 2015 en el Panteón de Xilotepec, Xochimilco, CDMX J.L. Vidal Coy

Comían, bebían, rezaban, engalanaban e iluminaban las tumbas, pagaban unos pesos al Mariachi, al Trío o a los marimbistas para alegrar la estancia en el más allá de sus difuntos y celebrar más que penar ellos mismos el recuerdo de sus queridos muertos. Por la noche, allí continuaban, bien arrebujados en cobijas, sentados en sillas de tijera, de resina o de lona para seguir en compañía. Algunos se tendían dentro o fuera de las criptas o tumbas más grandes —lo que en España se llama panteones— para dormir hasta la mañana, al calor de la lumbre o a pelo.

Era —porque este año no ha vuelto por decisión de la Delegación— la otra cara de la moneda de la fastuosa y carnavalesca gran parada del Día de Muertos copiada de la escenografía de Spectre: gentes modestas, apegadas a su tradición secular pre y post colombina, convirtiendo el Panteón de Xilotepec en lugar de encuentro íntimo y discreto con los que ya no están, transmitiéndoles de alguna manera su cariño y su alegría de vivir, frente al dolor de la pérdida, enjugada en familia o en solitario compartiendo su vida con quienes ya no la tienen.

Algunos encuentran, desde 2016, año del primer desfile jamesbondesco, un hueco en los dos días de visita para ir rápidamente al centro a echar un vistazo al espectáculo metacircense. Pero regresan rápido al Panteón de Xilotepec sin echar de menos al agente 007, de quien no hay noticia de que disponga de tumba en México tras su fallecimiento en la última entrega de la ficción.