El año pasado La Casa Azul no dieron conciertos, pero este verano, afortunadamente, decidieron romper su encierro con una pequeña gira que les trae ahora a una edición especial –motivada por las circunstancias– del festival Warm Up: los Warm Up Days. Tenían que decidir si adaptaban su propuesta a la ‘nueva’ situación o no, y finalmente lo han hecho. Y estamos de enhorabuena, porque su música invita a la evasión y a la celebración compartida, lo cual parece muy propicio para estos tiempos. Si en La gran esfera, el quinto disco del grupo, Guille Milkyway volvía a reflexionar en sus canciones sobre la ansiedad, el miedo al futuro o el amor como contundente e irrefutable ganador, ahora comenta que su nuevo disco, previsto para 2022 (del que ya ha avanzado Entra en mi vida), las cosas se tornan más luminosas. Pocos artistas desprenden tanto entusiasmo por la música como el barcelonés, un compositor único y excepcional que se muestra apasionado durante la charla. En su anterior visita al Warm Up lanzó una soflama proclamando que la única revolución posible es la del amor, y eso hoy sigue vigente.

¿Qué tal, Guille? ¿Cómo han sido las actuaciones de La Casa Azul este verano? Al principio parecía que te resistieses a tener que cambiar de formato...

Sí. No queríamos cambiar nuestra propuesta artística por algo así... En ese momento no nos apetecía hacerlo. Así que en un principio decidí aprovechar para hacer producciones nuevas y volver a poner en marcha el disco. Pero lo cierto es que, cuando se empezaron a hacer conciertos, me tuve que tragar un poco lo que pensaba... Es verdad que un espectáculo como el nuestro, que vive mucho de entrar en un estado de evasión y de olvidarse de todo durante una hora y media, era complejo de llevar a cabo con la gente sentada, con mascarilla, con distancias..., pero la realidad es que hemos hecho todo tipo de conciertos y no te creas que ha habido mucha diferencia entre ellos.

¿Qué tal te sentó la vuelta a los escenarios?

Pues superbién. Tú que me conoces desde hace mucho tiempo y has vivido muy de cerca muchas de las situaciones por las que yo he ido pasando sabes que para mí tocar en directo era un suplicio, y hace como cinco años tomé la decisión de cambiar. Eso no podía seguir así, y para solucionarlo monté una banda muy solvente y compacta que pudiera llevar a escena mi propuesta exactamente como yo quería; un tema logístico mucho más profesionalizado para que esto ruede de verdad, para que cuando yo suba al escenario me sienta feliz, seguro y orgulloso. Y eso sucedió y ahora en directo es cuando mejor me lo paso. Y para una vez en la vida que he conseguido darle la vuelta a la tortilla, llega la pandemia y todo eso se para. Realmente noté un vacío en mi vida. Y quería volver a sentir esa adrenalina, esa emoción... Fue como volver al contacto con la vida.

Está claro que lo estás disfrutando mucho, y no sé si La Casa Azul es tu mejor terapia.

Siempre lo ha sido un poco, para lo bueno y para lo malo. Ha sido como la pastillita esa que tienes en la mesilla de noche para cuando no estás muy bien. De hecho, yo monté el grupo para salir de una situación jodida. No es muy glamuroso decir que tu grupo es terapia, pero en mi caso es la verdad. Y ahora es algo más coral, más compartido, y eso me libera y me sorprende.

No sé si te sigue produciendo angustia, ansiedad, ser productor de tu propio trabajo.

Sí, por supuesto. Pero también es el proceso que a mí más divierte: jugar en el estudio. Lo que a mí me llevó a hacer música no es tanto estar con un grupo y tocar, como trastear. Cuando delegas, seguro que salen discos que suenan mejor, se graban más rápido, no hay que tomar decisiones..., pero se pierde lo que fue el disparador de mi pasión. En el futuro quiero probar, delegar más, pero tengo ese miedo casi infantil a perder lo que a mí realmente me realiza de esto, la razón de ser de mi trabajo.

Tú tienes una visión bastante heterodoxa de la música, y te gusta mezclar estilos.

Si, total. La diversión en el estudio tiene mucho que ver con esto. Mi entrada en el mundo de la música cuando tenía 6 años fue desde la heterodoxia, y aunque a veces haya parecido que milite en esta cosa contra el purismo, para nada: en cualquier género puedo encontrar elementos que me resultan excitantes. Es esa especie de adaptabilidad que tienen los niños; a mí me pasa mucho con la música.

Has repetido alguna vez lo del carácter infantil, y hay quien lo ha utilizado para descalificar tu obra, ¿Tienes algo que decir?

Tú lo sabes. Hace años me rebelaba contra eso: me justificaba, me hacía enfadar... Porque creo que parte de una premisa que es errónea: que ese acercamiento infantil es algo superficial, pero yo creo que la mirada libre hacia el arte creativo que tiene un niño es espontánea. A veces puede resultar a la vista como ‘ingenua’, pero es exactamente la verdad de ese niño. Y a mí ha pasado de molestarme a darme cuenta de que tienen razón. El error tal vez sea pensar que esto es malo, pero sí es cierto que tengo una mirada infantil, y este discurso de divertirse, de jugar, lo mantengo. Además, me lo paso muy bien siendo así.

Guille, respiras optimismo y entusiasmo, como tus canciones, y eso sucede incluso en tu último disco, La gran esfera, que es más oscuro, fruto de una gran crisis sentimental, como contaste en su momento.

Sí , es que no está reñido. Cuando van muy mal las cosas se dispara una necesidad creativa importante, pero a mí me sucede que, pese a ello, al final ocurre una cosa chispeante aunque esté en el pozo de los pozos. Pero no es algo que haga de forma muy consciente.

Tú último single, Entra en mi vida, llega a espacios un tanto inexplorados. ¿Es un punto de partida, se abre un nuevo camino?

¡Me cuesta tanto hablar de esto! A unos les parece algo nuevo, y a otros lo mismo de siempre. Yo me he dado cuenta de que como hay un tronco muy marcado en el planteamiento del grupo, que es esta cosa de la canción melódica, cantable y que explota, que no se contiene; hagas un poco lo que hagas y explores nuevos territorios o no, eso permanece, y es la seña de identidad más fuerte del grupo. Y..., bueno, es posible que a nivel vital yo esté más sosegado. Me noto que en los últimos años siempre he ido muy acelerado, y ahora estoy bajando un poco las pulsaciones.

¿Tienes la sensación de que el disco que suceda a La gran esfera va a ser más luminoso?

Sí. Mi intención ha sido crear un disco con más luz, un poco más despreocupado después de la tormenta. De hecho quise publicar Entra en mi vida como una avanzadilla del disco porque creo que es una canción que explica eso de una manera muy directa, sin tapujos. Es como el amanecer: yo las noches las paso jodidas siempre, así que, cuando sale el sol, de forma mágica el miedo se diluye.

Hablando de singles, ¿cómo llevas tú todo esto de La revolución sexual? ¿Es una canción que no puedes dejar de tocar?

Lo llevo estupendamente. A mí no me encontrarás en ese discurso de los grupos de que se sienten esclavos de una canción y se ponen un poco a la defensiva diciendo que no la van a tocar porque parece que no haya más detrás de eso y que ellos son mucho más y tal. La realidad es la realidad. También es una cosa que ha ido evolucionando. No es una canción que, cuando la lanzamos, de golpe, ¡placa!, pegara un pelotazo; como nada de lo que nos ha ido pasando, en verdad. Ha sido todo muy progresivo, muy orgánico, muy natural. Diría que con el paso de los años ha ido tomando ese camino libre, ajeno un poco al grupo; hasta te puedes encontrar alguien tarareándola sin saber de quién es. Y yo me siento muy orgulloso, ¿sabes? La he hecho yo, y mucha gente se la ha tomado como una canción que le libera y que está ahí un poco en el colectivo. 

Me encanta escucharte hablar con toda esa pasión, pero siempre estamos pendientes de preguntas como: «¿Cuándo va a ser el próximo disco?». ¿Habrá antes algún single más?

Sí, quiero ir sacando singles, y el disco el año que viene, pero no te sé decir. A mí me ha costado siempre planificar, pero es que con la que ha caído… Por una vez que parecía que lo teníamos todo muy atado, de golpe llegó esto y yo me quedé paralizado. Hubo un vacío importante a nivel creativo. Me dediqué mucho a estar con mis hijos y decidí tomarme ese receso para que ellos también lo vivieran como algo extraordinario, pero en el buen sentido. Y lo cierto es que, entre una cosa y otra, tuve ahí un parón fuerte, y cuando lo he retomado ha sido como: «¡Ay!». Cuando dejas pasar demasiado tiempo correr el riesgo de que tu realidad haya cambiado y te apetezca tirar hacia otro lado...

Pues anda que vamos bien, entre pandemias, volcanes, cambios climáticos, la caída de WhatsApp y Facebook…

Bueno, y espérate, porque lo que nos viene tiene buena pinta…

¿Qué nos viene?

En los próximos años el tema climático yo creo que va a ser fuerte. A mí que me gustaba mucho el rollo este de las situaciones distópicas, cada vez me divierten menos esas historias... Está muy bien, pero visto desde la barrera. ¿Sabes la serie esta Black Mirror? Creo que el dijo en una entrevista por la cuarta temporada que de momento la dejaba porque no tenía sentido seguir con todo lo que está cayendo y lo que está por venir...

El lado positivo es que la naturaleza, de pronto, con esto de la pandemia, las restricciones y demás, algo se recuperó.

Sí... Lo que pasa es que ahí también hay una trampa: nosotros también somos la naturaleza. La mano del hombre ha tenido un efecto superclaro, ha dejado una huella muy profunda en el ecosistema terrestre, pero la realidad es que nosotros también somos parte de él, somos un animal más con todas sus cosas buenas, pero también con todas sus cosas malas. Esta parte depredadora del ser humano llevada al extremo… Me sabe mal decirlo, pero inevitablemente parece ser que la realidad está demostrando que es parte intrínseca de nuestra naturaleza, y eso es un problema, porque provoca unas tensiones internas en el ser humano de no saber para dónde tirar, complejas, que requieren cambios estructurales y mentales de tanta enjundia que van a requerir de generaciones y generaciones para convencernos a nosotros mismos de que tenemos que realizar ese cambio. Pero tengo dudas de si el ser humano es capaz de llevarlos a cabo.

En el último Warm Up lanzaste una soflama, y dijiste que la única revolución posible es la del amor. ¿Es más necesario ahora que nunca?

De eso nunca he tenido dudas. Es otra de las cosas un poco infantiles que no he cambiado. Pero es que, a lo largo de la historia, han sido muchos los grandes conflictos que se han solucionado a través del amor (en el más amplio sentido de la palabra). La comprensión mutua y el acercamiento emocional entre las personas es lo que a fin de cuentas acaba desencallando los nudos, y sí, pienso que el amor es el motor del mundo, como decía la canción aquella de los BMX Bandits: Love makes the world go round. Lo sigo pensando, y creo que no es un pensamiento ingenuo.