Meses antes de morir, Carlos Busqued dijo que escribía para que su entorno le disculpase cómo era. «Para que vean que soy pelotudo pero que no es tan sencillo, que hay un entramado debajo de esa pelotudez», afirmaba. A María Rodríguez le pasa algo parecido. Su hermana tuvo un hijo, a ella se le vino el mundo encima y escribió una obra de teatro. Se titula, explícita, Mi hermana acaba de tener un hijo. «En las familias muchas cosas no se dicen. Por lo menos en la mía. Por eso yo le digo a mi familia con esta obra de teatro cosas que en mi casa no les digo», dice. También le da tiempo a cuestionar la palabra ‘maternidad’ y sus 2.500 kilómetros alrededor. Después de haberla paseado por la Región, Rodríguez la defenderá en La Madriguera este viernes y sábado, y ya en noviembre, en el Centro Cultural de Dolores. Y su hermana irá. 

¿Tan grave es que su hermana haya tenido un hijo, que ha tenido que escribir una obra de teatro?

Claro que es grave. ¿Cómo no va a ser grave? Es gravísimo. Vivo con asombro que pase el tiempo. Y que mi hermana haya tenido un hijo es para mí, entre otras cosas, una señal inequívoca del paso del tiempo. Nacer, crecer, reproducirse y morir. Es grave. Escribí durante su embarazo porque sentía un miedo terrible. Sin embargo, la obra de teatro, que parte de ese texto inicial, es divertida. Esa es la gracia, supongo, la contradicción. 

Utiliza ese acontecimiento como prisma para ahondar en una serie de temas que siempre van con usted. ¿Le sorprendió que una explosión de vida tan explícita le removiese todo eso?

Yo vi en el hecho de que mi hermana tuviera un hijo muchas cosas. Vi mi potencial embarazo, vi la repetición de la muerte de mi madre... A priori el nacimiento de un sobrino, de cualquier bebé en una familia, es un motivo de alegría. Pero un nacimiento también desencadena más emociones, ¿no? Solo que las agradables se dicen más. Son las únicas que se dicen, de hecho. En las familias muchas cosas no se dicen. Por lo menos en la mía. Por eso yo le digo a mi familia con esta obra de teatro cosas que en mi casa no les digo. ¿Y a quién le puede importar lo que tenga yo que decirle a nadie? Mejor no repetir lo de que lo local es lo universal y eso... Yo creo que lo determinante, lo que puede darle valor a las cosas que quiero decir, a lo que necesito con vehemencia comunicar, es la forma de hacerlo, la forma de decirlas. 

¿Llegó a sentirse mal (egoísta, hipócrita), en ese sentido?

No. Tanto en la historia real como en la ficción, por mucho que me recree en la rabieta, el amor está por encima de todo.

«Yo creo que lo que puede darle valor a las cosas que quiero decir, a lo que necesito comunicar, es la forma de hacerlo»

Dice que plantea una censura a la maternidad, pero, al mismo tiempo, un homenaje a la madre. En un tiempo en el que absolutamente todo se está redefiniendo o, como mínimo, volviéndose más líquido, ¿sigue significando ‘ser madre’ lo mismo que para la generación de nuestros padres?

No, por supuesto. Las circunstancias que enmarcan la paternidad y la maternidad en la generación de nuestros padres no son las de la nuestra. Es decir, yo hablo inevitablemente condicionada: en 2021 tengo 31 años y no tengo hijos. Aunque no es mi intención insistir en la diferencia entre las dos generaciones, es verdad que me comparo continuamente con mis padres. En la obra de teatro y en la vida también. Desde ese lugar, desde mi perspectiva de hija y ante la expectativa de poder convertirme en madre, cuestiono a través del montaje la maternidad. Por eso la censura y, de alguna manera, también el homenaje. Son ideas contrarias pero simultáneas. La desgracia y el agradecimiento conviven. Estamos hablando de tener hijos, es verdad que yo soy muy de exagerar, pero es el misterio de la vida, eso no te puede dejar indemne. Es el amor entre hijos y padres y el amor entre padres e hijos, iguales aunque opuestos, el que me interesa, un amor primitivo y ancestral. No creo que entienda de contextos.  

Habla de la «extraña fuerza» de la ficción para distorsionar la memoria y, al mismo tiempo, preservarla. ¿Por qué ha recurrido a ella?

Me encanta esta pregunta. Es el gran tema. ¿La memoria por ponerse en palabras desaparece o son precisamente las palabras la única opción de preservar la memoria? No sé cuál es la respuesta correcta, pero me posiciono: reivindico las palabras (pese a que no pueden más que ser ficción). Las palabras no son fieles a la realidad del recuerdo. A pesar de todo recurro a ellas. Recurro a la ficción porque elijo pervertir la realidad y distorsionarla con el fin de salvarla del olvido. Las palabras permanecen. Ya que no sirven para resucitar a los muertos ni tampoco para evitar que nazcan niños, por lo menos que den alguna garantía. La buena noticia es que en el ejercicio de la ficción tanto la imprecisión del lenguaje como el funcionamiento de la memoria, parcial y transitoria, nos invitan a evocar y nos abocan a un lugar poético. Poco se habla de que la verdad de la mentira es mejor que la verdad.  

«Estamos hablando de tener hijos, y es verdad que yo soy muy de exagerar, pero es el misterio de la vida, eso no te puede dejar indemne»

Aunque ha leído desde siempre, si no estoy mal informado, ha empezado a escribir hace relativamente poco tiempo. ¿En qué momento vio algo y dijo: «Ah, eso lo puedo hacer yo»?

Durante el embarazo de mi hermana estaba leyendo Alegría, de Manuel Vilas, y había leído recientemente Ordesa, del mismo autor. A raíz de esas dos lecturas, de mi amor al teatro y de mis expectativas ante la llegada del bebé, escribí. Cuando tuve una primera versión del texto la compartí con Luisma Soriano y con Javier Mateo, mis profesores en la Escuela Superior de Arte Dramático. Los admiro y confío en su criterio. Ese momento fue determinante. Su aprobación para mí es muy valiosa. Pero la última palabra la tiene el público, está claro. Que vengan a verla. 

Evidentemente no le ha sanado la escritura de Mi hermana acaba de tener un hijo, pero... ¿se ha desquitado, al menos?

Tú lo has dicho. Bien del todo no estoy, no. Pero me he quedado a gusto. 

¿Qué ha encontrado de usted misma en el proceso de escritura? ¿Y en el de interpretación?

En el proceso de escritura no mucho; fue todo un poco inconsciente. Luego ordenando y analizando el texto para que funcionara encima del escenario hubo muchos hallazgos. La dramaturgia original nunca deja de transformarse a favor de la puesta en escena. Pero no es un trabajo individual ni mucho menos. Sara Agustí ha sido fundamental en el proceso para que yo pudiera dirigir desde fuera (el personaje lo hemos construido juntas). Leandro Martínez-Romero es el responsable del espacio sonoro y él mismo, al piano, completa la propuesta con la música en directo que acompaña al monólogo. Jorge Fullana y Leticia Sánchez asumen el espacio escénico y la iluminación del espectáculo. Sé rodearme bien. 

¿Qué piensa su hermana de todo esto?

Mi hermana ya solo piensa en el crío. Es broma. Viene a todos los bolos, debe gustarle.