Hay muchos, muchísimos, intérpretes de la música para cuerda de Mozart, pero yo tengo motivos legítimos para, de entre todos quienes han interpretado el Adagio y fuga en Do menor Kv. 546, escuchar con gusto la versión que el Cuarteto Saravasti publicó en 2007 y preferirla a todas las demás. Esta obra posee un dominio sobre la fuga y el contrapunto que demuestra el conocimiento que Mozart tenía sobre el legado de Bach. El adagio inicial se muestra dramático y grandioso; la fuga que sigue a continuación, como si no hubiera transición entre los dos movimientos, es de un contrapunto modélico. Tal es su expresividad, tensión y belleza, que se diría de esta obra que es como un árbol que hunde sus raíces en el barroco, levanta su tronco en el clasicismo, y la copa de sus ramas invade ya el romanticismo. Comulgamos con Eduard Mörike, quien en su novela Mozart, camino de Praga, nos muestra al compositor imbuido de una fuerza creadora tan desmedida que podría arrastrarle a una muerte prematura. Al escuchar la versión Saravasti del adagio y fuga, se adquiere noción cabal de qué merece ser considerado, verdaderamente, sublime.