Un disco de reflejos coloristas, Limones en invierno (2020), hecho de estrofas livianas con gramática pop y mimbres acústicos, trajo el año pasado un poco de luz a los tiempos pandémicos. A su autora, Izaro, le da «pena», dice, que a su querido álbum «le haya tocado esta época tan fea», pero a la vez observa que «esta música tan vital nos hacía falta en estos tiempos». Su recorrido se amplifica ahora con una gira que recala mañana en el Auditorio El Batel de Cartagena, en el marco de las ‘Xtraordinary Nights’, ciclo de conciertos alumbrado al calor de la terraza de La Muralla.

Limones en invierno es la tercera obra de Izaro Andrés (Mallabia, Vizcaya, 1993), y como en las anteriores, combina tres lenguas: castellano, euskera e inglés, cada una con sus connotaciones traducibles en clave de estética musical: You, por ejemplo, es la más electrónica y «alienígena» de su discografía, con el influjo del r’n’b. Castellano y euskera se sitúan «más a la par» en su cabeza, hasta el punto de que le gustaría escribir una canción con estrofas en ambas lenguas, «como las que hacen muchos artistas latinos de Estados Unidos, mezclando inglés y español en el mismo tema».

Estaciones de vida

Por cierto, el cítrico tan murciano que ha hecho de icono estético en este proyecto es para Izaro un símbolo de vida, «bello y refrescante, y que, pese a no ser dulce, quieres seguir comiendo», y le ha inspirado todo un «universo limón» proyectado en el mapa que acompaña el disco en su versión física. La pieza Invierno a la vista, dueto con Xoel López –con palmas y estribillo saltarín– da la bienvenida a un trayecto existencial con paradas en la infancia (Aquí), la pasión (el vals París) o la muerte (Para Elisa), «construyendo así la totalidad de la persona», indica. «Sí, es un disco muy pensado», añade la joven.

El álbum levanta un imaginario abierto a la fantasía, porque Izaro sigue teniendo algo de aquella niña fascinada por los Oompa-Loompas de la película Charlie y la fábrica de chocolate, de Tim Burton. «Como si dibujara una ventana en mi frente y dentro se vieran un montón de ‘izaros’ que representan mi conciencia», cuenta. Es común que sus influencias sobrepasen al terreno de la música: los payasos Pirritx eta Porrotx, que sigue desde que era una cría y que le han transmitido aires circenses. También los cuentos de Gloria Fuertes: «Su imaginario contenía un montón de cosas y me ayudó a encontrar el mío».

La chispa del aburrimiento

Izaro tiene algo que decir respecto a la educación de los niños de hoy. «Me da un poco de pena ver que cuando se aburren, en seguida les ponen una pantalla enfrente», observa. «Me parece que les estamos evitando el aburrimiento, que es el punto a partir del cual se enciende la imaginación». De ahí este disco en el que practica «apología de la fantasía», aunque este cancionero no es exento de miradas a cuestiones de actualidad: Libre es un tema que escribió «contra la cultura de la violación, ese problemón que tenemos como sociedad».

Las canciones en euskera, como Ihintza (‘rocío’) y Hainbeste (‘tanto’), no le han impedido seducir a oyentes más allá del mundo vascoparlante. Izaro recuerda que «nos hemos acostumbrado a las canciones en inglés, muchas veces sin entenderlas», y opina que «el paladar para los idiomas también se educa, igual que para la comida». Tras recalar, y repetidamente, en espacios importantes como el Kursaal, de San Sebastián («seis pases en cuatro días, una locura»), lleva ahora sus limones a nuevas plazas, como Cartagena, presta a ofrecer un concierto que es más bien «un espectáculo», porque lo diseña «desde la perspectiva de una experiencia».