Síguenos en redes sociales:

En su rincón

Fulgencio M. Lax, la procesión por dentro

"Mis personajes están perdidos, son víctimas, en mis obras no hay esperanza", aunque admite que sí la hay en Háblame, que aún está de gira

Fulgencio M. Lax, la procesión por dentroJavier Lorente

Podría haberme encontrado con el dramaturgo Fulgencio M. Lax entre los libros de su casa o en la Escuela de Arte Dramático de Murcia, donde lleva años impartiendo clases, pero su rincón favorito para escribir y también dibujar está en una cafetería. Se levanta a trabajar de madrugada pero yo quedo a media mañana. El ya lleva varios cafés, así que nos pasamos a la cerveza y mantenemos una muy interesante conversación

Es obligado seguir la trayectoria de Fulgencio, con sus obras comprometidas que siempre ponen el dedo en la llaga: desde la guerra, la violencia, el maltrato a la mujer, la vejez, la soledad… siempre un placer y un dolor, porque su teatro se disfruta por no ser complaciente. «Escribo desde el dolor, desde la incertidumbre y desde la consternación», me dice, y sé que le duele el mundo doliente, y algunas situaciones personales y familiares que ha tenido que afrontar en su vida. En todo caso, uno agradece que lleve en el bolsillo una nariz de esos payasos que tantas veces nos hicieron felices pese a que su procesión iba por dentro. «Mis personajes están perdidos, son víctimas, en mis obras no hay esperanza», añade, aunque reconoce que sí la hay en Háblame, una de sus últimas obras que aún está de gira.

Bromeo con Fulgencio y le digo que habrá que ejercitar también el carpe diem antes de que el mundo se vaya al traste. Me cuenta de aquellos tiempos en que también fue un poco guaperas y montó una empresa para enseñar a navegar a vela: «Estuve a punto de abandonar la carrera de hispánicas cuando me faltaba poco, por desilusión, y un día vino a buscarme a la playa el profesor don Antonio Roldán y me dijo que me quería matriculado ‘ya mismo’. Gracias a él terminé». Lo mejor de la conversación es cuando Fulgencio me va detallando la actualidad de muchísimas obras clásicas frente a otras que no nos dicen nada hoy día. Él no lo sabe, pero me está regalando una maravillosa clase magistral. Le fascinan cosas como comparar Medea con la parricida de Santomera y hacer una lectura sobre matar el linaje del opresor. Me cita aquella frase de Azorín de que «hay que leer a los muertos con arreglo a los vivos», y esa es la lectura que le interesa a Fulgencio: relacionar el arte con la vida, con la actualidad, con lo profundamente humano que permanece: «El arte construye el mundo y lo interpreta, y exige integridad y defensa de los ideales, por encima de todo», dice.

Me cuenta que hay obras de teatro clásico que habría que dejar de representar por anodinas o por no decirnos hoy nada, y otras, como El príncipe constante, que se han representado poco y son inmensas y actuales porque hablan de la libertad, defendida hasta las últimas consecuencias (bien dijo Goethe que si toda la poesía del mundo desapareciera, sería posible reconstruirla a partir de esta obra de Calderón).

También hablamos del estado de la cultura en nuestra Región y de que «la marca Murcia no es un componente de la receta de la morcilla. Hay que depurar la tradición viva de las falsas tradiciones inventadas» y añade que «hace falta mucha valentía en creadores y programadores, necesitamos más circuitos y menos galas de galardones». Nos despedimos echando de menos unas tertulias de gentes de la cultura.

Pulsa para ver más contenido para ti