Acaba de llegar el tren que a duras penas se ve. El andén de la estación de Sutullena está repleto de viajeros. De viajeros, pero también de neveras, sombrillas, sillas plegables, cañas de pescar, bicicletas, mochilas… Más que una estación de ferrocarril parece un cajón desastre. Se abren las puertas del convoy y en un abrir y cerrar de ojos no queda nadie junto a las vías, mientras el jefe de estación hace sonar la señal para que el tren inicie su trayecto. Es ‘El Tren de Baños’, que Javier Soto coge cada año no sabe desde cuándo. «Mi madre me liaba un bocadillo de lo que hubiera en un papel de periódico y me daba una cantimplora y me iba a pasar el día a la playa de Águilas. Esos eran mis veraneos». Ahora tiene piso en la playa de Las Delicias, pero hoy ha querido coger el tren para que su nieto, también Javier, conozca este medio de transporte. El pequeño mira por la ventanilla con emoción mientras despide a sus padres. «Ellos van a ir en coche y allí nos veremos todos», cuenta Soto.
En el vagón de al lado viajan Ana Belén, Natalia y Lorena. «Acabamos de terminar las clases de Primero de Bachillerato», afirman. Van a pasar el día a Águilas. «No sabemos dónde vamos a ir. A la Playa de Las Delicias o igual nos vamos a Los Cocedores, una pequeña playita que hay en El Hornillo», explica Ana Belén. No llevan sombrillas. «Hemos quedado con unas amigas y las llevan ellas», apunta Natalia. Pasarán el día en la playa y la vuelta la harán en coche junto a sus padres. «Llevamos bocadillos de jamón. Vamos bien preparadas», ríen.
Madrugadores han sido Karel y Luisa, que salieron bien temprano de Murcia. Van cargados. Dos grandes mochilas a la espalda y una buena sombrilla de playa. «Venimos a Águilas tres días para desconectar», afirman. Se dirigen a un camping que hay a las afueras de la ciudad. «Conocemos la ciudad y está cerca. Este año hay que aprovechar lo que tenemos alrededor», señalan mientras buscan la manera de llegar hasta su destino una vez han llegado a la estación de Águilas.
María Isabel y Ramón se han convertido en fieles del ‘Tren de Baños’. «Nos hemos sacado un bono, porque vamos a venir todos los días. Con la pandemia no está la cosa para viajar, y como no tenemos casa en Águilas iremos y vendremos cada día». Reconocen que el primer día iban cargados. «Todo nos parecía poco. Cogimos la sombrilla, la nevera, las hamacas… Parecíamos esos que salen en las películas de Alfredo Landa», ríen. «Ahora vamos con lo justo», añaden: «La nevera con la cervecita y la tortilla y las toallas y el bronceador». El fin de semana se suman sus cuñados con tres pequeños. «Es que sale barato y es cómodo. Además, te deja a un paso de la playa y te ahorras la caravana de coches en que se ha convertido la carretera de Águilas a Lorca», argumentan.
El revisor dice que este lunes hay menos gente «porque hay amenaza de lluvia y tormenta», pero que el número de viajeros no ha descendido. «A la gente le ha dado por viajar. Todos con su mascarilla, pero el ritmo sigue siendo el mismo que antes». Y los guardias de seguridad transitan una y otra vez por los vagones sin perder de vista a nadie. «Estamos atentos a que todo el mundo lleve la mascarilla, que no se la bajen y a que se cumpla el aforo de cada vagón», explican.
Uno de los viajeros lleva su bici. «Soy de la capital. Llegué hace unos días en el Intercity de Madrid y estoy recorriendo la zona con mi bici. Es una oportunidad que nos brindan los trenes, el poder viajar con nuestra bicicleta. Ayer me vine a Lorca y he pasado la noche aquí; ahora vuelvo a Águilas», señala Fernando Pérez. Y muy cerca de él viaja un hombre entrado en años. Le delatan las cañas, carretes, anzuelos… «Voy de pesca, ¿a qué se nota?», asegura mientras se coloca la gorra. Y detalla que «antes había buenas ‘pesqueras’. Ahora hay mucho pescador y muchas redes para que no entren peces a la costa. Recuerdo cuando te volvías con el cubo lleno de lubinas, sargos, chopas… Daba gusto. Pero, como dice mi mujer, anda y aunque no pesques, te entretienes un rato».
Por la ventanilla se divisan a lo lejos decenas de tractores preparando los campos para la siembra, los cultivos de limones y naranjas con un intenso verde, los huertos solares y los cortijos antes en ruinas y ahora perfectamente encalados y acondicionados con antenas parabólicas y aires acondicionados. Y es que la pandemia ha puesto en valor muchas de esas antiguas viviendas de campo que ahora exhiben magníficas piscinas y hasta espantapájaros en los huertos familiares.
El convoy se adentra ahora en tierras de Almería. La línea férrea sigue el mismo trayecto que en 1880 la empresa de capital británico The Great Southern of Spain Railway Company Limite (Gssr), construyó entre Baza y Lorca con un ramal que unía Almendricos y Águilas. Diez años después se abrió el tráfico de trenes entre estas dos localidades. Tras una breve parada en Pulpí continúa el viaje hasta Pilar de Jaravía, donde se bajan los que van a San Juan de los Terreros. Campos de golf y el castillo y la isla de Terreros se ven a lo lejos. Y en pocos minutos aparece Águilas con el Castillo de San Juan de las Águilas. Tras cruzar la ciudad, los viajeros del ‘Tren de Baños’ llegan a su destino y, al bajar la cuesta de la estación, el mar azul espera a los bañistas que al caer la tarde volverán sobre sus pasos.