Javier Andreo me confiesa que ser ‘el nieto’ de El Tío Juan Rita ha sido un privilegio inmenso. Eso imprime carácter, pero su bonhomía le viene de bien chico. Él también fue pastor, como su maestro. Vivía en este cortijo donde hoy nos encontramos y aquí venían los troveros porque sus padres y sus abuelos eran grandes aficionados. Él escuchaba embelesado sus rimas y sus canciones y se le metió esa entrañable y contagiosa sonrisa en el cuerpo, a la vez que el gusto por la improvisación. Su rincón y su refugio está en esta casa llamada Nonihay, que ha convertido en su refugio personal, donde acoge a familiares y amigos y a su colección de más de cincuenta instrumentos músicales de fabricación artesanal, muchos de ellos antiguos. Todos los toca con maestría, los afina y los mantiene con el mismo mimo, agrado y dedicación con que hace todas las cosas en su vida.

Su inquietud por la música y los versos lo llevó desde bien joven a promover grupos de chirigotas, a participar en un coro de polifonía, y a fundar un grupo de rock/canción de autor que se llamaba Error de Efemérides. También participa en el Musical de la Pasión de Aledo, donde hace de San Juan y en el Auto de Reyes, donde es el encargado de las bombas, un repaso humorístico a la actualidad. De formación, Javier es ingeniero agrónomo y consiguió una plaza de funcionario del Catastro.

La muerte de su padre lo marcó de manera especial, se echó la mochila a la espalda y se fue a la India donde se enroló en labores humanitarias en un orfanato. Allí descubrió que lo suyo es trabajar al servicio de los demás. Cuidaba a los niños y aportaba ese don que tiene para la cordialidad, los entretenía con juegos y, por supuesto, con su música y sus cantos. Ha vuelto a trabajar a la India y también a ayudar en los campos de refugiados sirios en las islas griegas. También se recorrió Nepal y me confiesa que su vida ha cambiado para siempre al descubrir que «no hay nada mejor que ayudar a la gente, sean de lejos o sean de tu entorno», Por eso decidió presentarse a alcalde de su pueblo.

Además de su conocida labor en la Cuadrilla de Aledo, es autor de multitud de iniciativas culturales como el documental Aledo en primera persona, el Banco de la Memoria o las Noches de Conciertos en el Estrecho de La Arboleja. Como alcalde, se está preocupando de manera especial en luchar contra el despoblamiento del municipio y realizar políticas de apoyo a las familias, a la vivienda y a la natalidad. Su cara se ilumina de gozo cuando me cuenta que «me llamaron loco, pero yo traje nuevas ideas hasta de Teruel y hoy ya tenemos más niños en el colegio que hace veinte años».

Tiene ganas de volver a la India, cuando pase la pandemia, donde hizo grandes amigos porque «la amistad no tiene fronteras, ni razas, ni religiones».