Derivado del latín mulier, está relacionado con mollis (blando, suave, flojo), de donde también deriva ‘muelle’ (moldeable, flexible), que sustantivado hace referencia a la pieza elástica helicoidal o espiral que tiende a recuperar su forma tras ser sometida a presión o estiramiento. Cabe distinguir el anterior adjetivo -que también puede significar ‘acomodado’ y hasta ‘indolente’ -así en ‘vida muelle’-) y su sustantivación, de otro sustantivo homónimo referido a puerto de carga, que proviene de moles (masa, peso, carga). Las mujeres llevamos el sambenito de tener un humor cambiante: Virgilio escribió varium et mutabile semper femina, y Verdi la donna è mobile, qual piuma al vento… El llamado ‘sexo débil’ se relaciona con lo cálido y lo húmedo, frente al varón (vir en latín), relacionado con vis, la violencia, la fuerza bruta, la rudeza, lo frío y lo seco.

Sin duda el idioma modela el mundo, y también es reflejo de él, y por lo tanto no es algo fijo e inmutable, sino que distintos factores, entre los que se encuentran cuestiones de tipo lingüístico, sociológico e histórico, influyen en sus cambios. En lo referente a hombres y mujeres es especialmente complejo, pues lo relativo al sexo ha sufrido notables variaciones, y de la dicotomía tradicional entre masculino y femenino y los estereotipos generales correspondientes a estos, se ha pasado a una resbaladiza profusión de opciones en las que se hace mención al género (como cisgénero, transgénero, género fluido o género no binario), o al sexo (pansexual, intersexual, homosexual, transexual…).