Los intocables de Eliot Ness

El relato, nada original, sobre el escuadrón formado para luchar contra el crimen organizado en torno a la venta ilegal de alcohol en el Chicago finales de los veinte y principios de los treinta, constituye, ante todo, un perfecto ejemplo de cine clásico, casi a contracorriente cuando se estrenó. Brian de Palma, un director cuyo talento suele estar por encima del resultado de sus películas, lo dio todo al servicio de lo que contaba, con un guion manufacturado con escuadra y cartabón por David Mamet, rodeándose de un equipo inmejorable en cada uno de los apartados artísticos (hasta Armani intervino en el vestuario). Todo es un acierto, incluida la sobreactuación de De Niro (cuando todavía no estaba pasado de rosca) como Al Capone. Pero lo que se lleva la palma (nunca mejor dicho) es la música del maestro Ennio Morricone: mi favorita entre sus composiciones, incluso por delante de las de La misión o Cinema Paradiso.

Se trata, en todo caso, de cine policiaco que enarbolaba la bandera del idealismo y la profesionalidad, la lealtad y la amistad, y la decencia frente a la corrupción. Además del susodicho epílogo, con esa conversación entre Ness y un periodista después de haber pasado toda la película velando por la Ley Seca (véase ‘la frase’), cuenta con otras escenas igualmente antológicas (destacando la de la estación, que es al mismo tiempo un homenaje a El acorazado Potemkin).

La frase. "’Dicen que van a levantar la prohibición. ¿Qué hará usted entonces?’. ‘Tomarme una copa’"

Lo mejor y lo peor. El epílogo y la BSO de Morricone / Para los británicos, el acento de Connery como policía irlandés

Sentimiento mayoritario ayer / hoy. Clasicismo / Clasicazo

Exigencia neuronal. 60%

Grado de envejecimiento. Era ya añeja entonces, y mejora con el tiempo

Puntuación. Filmaffinity: 7,8 - Rotten Tomatoes (Crítica/público): 83% / 89%

Dónde verla. Alquiler o en la videoteca de cada uno