Me comenta con acierto mi hermano que se ha puesto de moda el subtítulo en el ensayo. A pesar de que ciertos títulos son sugerentes y hermosos, parece casi necesario hoy en día ofrecer una pista al lector, un lugar al que aferrarse y soñar con el contenido del libro. Así pues, por ejemplo, el metafórico y evanescente El infinito en un junco se convierte en un texto sobre la invención del libro en el mundo antiguo, tal como se subraya en el subtítulo, mientras que en el caso de El don de la siesta sabemos que el ensayo aporta unas notas sobre el cuerpo, la casa y el tiempo, o por lo menos eso permite sugerir el subtítulo. También Andrés Barba ha ejercitado la práctica del subtítulo en La risa caníbal. Por ello, no nos queda ninguna duda respecto a los temas que se agrupan en los ensayos que articulan el libro: humor, pensamiento cínico y poder.

El cómico, entre la melancolía y la tragedia

El humor atraviesa La risa caníbal, desde el efecto multiplicador de la parodia, pasando por la comedia sexual, hasta llegar al análisis de la dimensión moral del chiste. Todas estas variaciones en las que se manifiesta el humor parecen confluir, en la mayor parte de las ocasiones, en reflexiones sobre el poder, porque es evidente para Barba la autoridad, casi primitiva, que ejerce el humor. En ello radica, quizá, su influencia, pero también ahí se vislumbran sus propias limitaciones. Y Barba pone ejemplos.

Tomando como modelo la caricatura que Chaplin realiza de Hitler en El gran dictador, la parodia a través de la imitación y la identificación, se podría uno relamer pensando en el triunfo artístico de la película, pero no se deben olvidar, al mismo tiempo, las dificultades relacionadas con la distribución del film y sus consecuencias no sólo entre los alemanes sino también en Estados Unidos. Si nos detenemos en la comedia sexual, en la relación existente entre la pornografía y la risa, que ya se esboza en los chistes de la slapstick comedy, el ejemplo de la película de Damiano, Garganta profunda, del año 1973, también nos pone en guardia sobre los límites que no podemos sobrepasar, precisamente porque la película, según Barba, quizá llegando demasiado lejos, «responde punto por punto al modelo de comedia planteado por Aristófanes». Y si, finalmente, se analiza la estructura lógica del chiste, queda claro que el cómico encuentra un cierto amparo en el carácter anónimo del chiste y en su relación evidente con la tradición oral.

Y es que el cómico, a medio camino entre la melancolía y la tragedia que envuelven la mayor parte de los actos de su vida, se mueve siempre a contracorriente.Recorriendo toda la argumentación de Barba se encuentra el vínculo entre el humor y el pensamiento cínico, desde Diógenes hasta Sade, siempre en oposición a la filosofía idealista y siempre indagando en el materialismo, el ateísmo y el hedonismo. Barba hace hincapié en el carácter transgresor del pensamiento cínico, en su ambivalencia, entre la clave humorística y la denuncia agresiva y frontal.

No es casualidad, por lo demás, que la trayectoria que sigue el razonamiento del autor desemboque en una reflexión sobre la relación entre la retórica del poder y el humor (o la ausencia de humor), como cuando Barba habla de las consecuencias de los atentados del 11 de septiembre de 2001 o como cuando se despacha a gusto con lo que él considera comicidad de Bush, fruto de sus incongruencias y sus afirmaciones ilógicas, sean fingidas o un efecto casi inconsciente de su propia personalidad.

Es aquí, al examinar la vinculación del humor con la política, cuando Barba vuelve al argumento inicial, aproximándose a la cuestión de los límites que al parecer no se pueden franquear. El siguiente paso, lógicamente, conduce al terreno religioso. La prohibición de la risa en el ámbito religioso, las dificultades que tiene la risa para manifestarse en la tradición cristiana y los límites que se establecen en la construcción del humor, tanto en el judaísmo como en el islamismo, forman parte de un debate que se mueve entre los sentimientos y las ideas. Es justo en esa frontera, en esos límites, donde las reflexiones de Barba cobran fuerza y vigencia.