En 1962, la Guerra Fría estaba en su apogeo, y Stanley Kubrick decidió hacer una de las parodias más sarcásticas y salvajes de esta situación de tensión prebélica que amenazaba al mundo. El resultado fue ¿Teléfono rojo? ¡Volamos hacia Moscú!, una película de humor negro que plantea cómo el mundo camina hacia su destrucción con unos políticos papanatas, unos mandos del ejército psicópatas, deseando de aplastar a enemigo, y unos soldados autómatas.

Nazis, desquiciados, locos de atar, y unos generales deseosos de matar al enemigo antes de que éste envenene su agua con fluor y acabe con la buena tez de los norteamericanos, son algunos de los personajes que pueblan la película.

Una creación de Stanley Kubrick, con unos Peter Seller y Sterling Hayden en estado de gracia, que en España debería haberse llamado Doctor insólito. O como aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba.

Una sala de guerra secreta en el pentágono en la que se debate el futuro del mundo a sus espaldas poblada por oficiales enajenados y políticos desquiciados: «Caballeros, no se pueden pelear aquí, un respeto, esta es la sala de guerra», es uno de los lugares clave del film, que tiene su escena cumbre con el general cabalgando una bomba atómica camino del fin del mundo como quien cabalga una res en un rodeo.