De entre todas las películas que me encantan de Hitchcock, que son casi todas, quizás mi preferida sea Con la muerte en los talones, que está llena de hallazgos puramente hitchcockianos, incluyendo un MacGuffin (así le llamaba el maestro a las excusas que utilizaba como argumento para dar pie a continuación a todo un entramado lleno de suspense) que consiste en una alocada persecución a un hombre que nunca existió: persecuciones, falso culpable, sentido del humor, suspense a raudales, situaciones límite resueltas con maestría, malvados malísimos, sucesos surrealistas… Hitchcock en estado puro. Tras haberla visionado numerosas veces, me resulta imposible, no adelantarme en la acción y los diálogos. 

Cary Grant está inconmensurable. Y el resto de actores, también, incluidos los malos.

En España, tan proclive a adaptar los títulos originales, se tuvo el gran acierto de trocar el insulso título original: North by Northwest, por el espléndido Con la muerte en los talones.

A veces, yo mismo tengo la sensación de no saber si soy Roger Thornill o Georges Kaplan, pero casi siempre tengo la impresión de que están fumigando (o regando, o construyendo, o...) en el sitio equivocado.