Love of Lesbian se hicieron habituales en nuestros escenarios a partir del cambio de siglo. En sus primeros años fueron construyendo una discografía y una personalidad propias que les han convertido en una de las bandas más representativas del pop y el rock independiente nacido en Barcelona, y que ahora atraviesa su momento más dulce tras más de veinte años en activo. Este 2021 han publicado la esperada continuación de El poeta Halley, un disco que se titula V.E.H.N (acrónimo de Viaje épico hacia la nada), donde proponen ‘el paso adelante’ como actitud vital y que refleja una voluntad de no estancarse. A eso hay que sumar un par de colaboraciones destacadas: una con Enrique Bunbury, y otra con Cristina Martínez, de El Columpio Asesino.

Cinco años después del éxito de El poeta Halley, y cuando aún resuena su concierto / ensayo clínico del Palau Sant Jordi para 5.000 personas sin distancia social, del que se hicieron eco diversos medios internacionales, vienen a Murcia a ofrecer tres conciertos consecutivos en Las Noches del Malecón. El primero será esta noche. Con una desarmante sensatez, Santi Balmes nos explica cómo LOL están viviendo estos últimos tiempos.

¿Va bien el verano, Santi, dentro de lo razonable?

Muy bien dentro de lo razonable. Vas bregando dentro de esta circunstancia tan global con prudencia, pero también disfrutando, evidentemente.

No solo no habéis perdido tirón a causa de la pandemia, sino que batís el récord, con tres conciertos consecutivos aquí en Murcia y cuatro en Las Noches del Botánico de Madrid. Cuestión de aforo, supongo.

Sí. Ahora se tiene que trabajar el doble o el triple para hacer lo mismo que en otros discos, pero también tiene la ventaja de que puedes estar en una ciudad más tiempo. Intentamos mirarlo así, más relajados.

Poco a poco los conciertos empiezan a parecerse a aquellas experiencias colectivas, catárticas, tan necesarias antes de que la pandemia situara a la cultura dentro de un largo paréntesis de espera. Hay que celebrarlo.

Sí. Cada día que pasa hay que estar más optimista, o menos pesimista, y esas dos horas de un concierto tienen que ser una burbuja de evasión, no puede ser de otra manera, porque se necesita más que nunca esa evasión que te permita un momento de catarsis y olvidar lo que está sucediendo a tu alrededor.

En todos los noticiarios se habló de ese concierto para 5.000 espectadores; era la primera vez que se hacía. ¿Qué sucedió cuando bajasteis del escenario?

Fue una sensación muy rara, entre alivio y cautela, porque también teníamos ganas de que los resultados a posteriori salieran bien. Fue un optimismo contenido, muchísima emoción ver a la gente lo bien que se había portado. La gente comprendió lo trascendente de esa experiencia. Lo cierto es que quizás es mucho más fácil que nadie se quite a mascarilla en un concierto de dos horas que no en un festival completo.

El concierto era como un ensayo clínico y se generó una corriente de simpatía en las redes, pero, cómo no, hay ‘haters’ y os han llamado locos e irresponsables. Como dice vuestra canción Los irrompibles, las redes sociales han convertido a cualquier idiota en policía moral.

Sí, el problema básicamente viene a ser que en este país todo el mundo se cree epidemiólogo, seleccionador nacional, y luego está el problema de que un titular, si es un poco capcioso, no leen el artículo entero y ya están disparando. Aquí tenemos el gatillo flojo; a partir de ahí se generó una subcorriente que nos afectó bastante, y estuvimos una semana ajenos a las redes sociales como higiene personal, higiene psíquica. Nada nuevo bajo el sol. Es algo que teníamos asumido que iba a suceder, y, por la parte positiva, la mayoría de gente, sobre todo de nuestro sector, estuvo cruzando los dedos y enviándonos ánimos para que todo fuera bien, y eso es con lo que nos quedamos, porque, al fin y al cabo, de la gente que critica y de la inmovilidad nunca se saca nada.

Volviendo a Viaje Épico Hacia La Nada, tras 20 años sobre los escenarios, ¿Necesitabais un giro?

Sí, siempre. Siempre en cada disco que sacas hay una sensación de éxito y fracaso a la vez. Te da la sensación de que no lo has acabado de hacer bien, o no, simplemente a partir de esas piezas del puzzle que te faltan por completar se genera el disco siguiente. Casi siempre es un efecto pendular, una contestación, llevar la contraria en el siguiente disco. Es el motor que nos mueve, más que la continuidad; eso sí que nos da auténtico pánico.

En este caso habéis hecho algo difícil de catalogar. ¿Cómo defines la obra que van a disfrutar los murcianos?

Es un disco que nos ha pillado, a pesar de las circunstancias de la covid, en un momento personal muy dulce entre nosotros, en el que todo el mundo sabe qué rol desempeña dentro de la banda, y ha fluido de tal manera que la primera vez que tocamos en directo las canciones ya parecía que fueran de toda la vida, se han integrado perfectamente con los -si se les puede llamar- éxitos del disco anterior, y a partir de ahí el concierto es muy uniforme, la gente está cantando tanto los nuevos como los antiguos, y eso no supone tanto esfuerzo a la hora de presentar un disco, que muchas veces ves como una bajada de ánimo o de euforia cuando viene una canción nueva; la gente no la tiene integrada, quizás es la primera vez que la escucha, o no forma parte de sus recuerdos personales. No sé, quizá haya sido por esos meses en que hemos tardado en empezar a hacer directos. La gente ha tenido tiempo y ya las tienen memorizadísimas, y es fantástico.

¿Cómo queríais que sonase?

Tal cual está sonando. Es un disco que todo el mundo se lo ha podido preparar más en casa que en el local de ensayo precisamente, y todo el mundo se lo ha integrado con las demos que se empezaban a enviar. Yo estuve componiendo mucho desde casa con el iphone, imagínate, que tiene una especie de estudio de grabación dentro, y ya llegaron todos con muchas ideas que aportar dentro de la canción, con lo cual en nada ya estaban todas las canciones, casi de una manera sospechosa ninguna funcionaba mal; siempre hay alguna que renquea, y no sucedió esta vez. Quiero pensar que de esto, de lo negativo, de esta situación un poco sui generis, cada uno trabajó mucho más en casa que en otras ocasiones, que se dejaba más para la improvisación. Todo el mundo vino con la lección muy aprendida y con muchísimas ganas de aportar su grano de arena. Fue tan fluido que casi me da miedo el próximo, porque por fuerza tiene que ir un poco peor [risas].

¿Qué querías plasmar en esa especie de concepto con el que tratáis Viaje épico hacia la nada, con la idea del paso del tiempo como línea lírica?

El tema de las letras es siempre un proceso muy inconsciente, y luego te vas dando cuenta de que hay conceptos que se van repitiendo. A partir de ahí ves qué es lo que inconscientemente has estado intentando expresar. Era la intención de huir de la inmovilidad, pero no tenía nada que ver con la pandemia, porque es anterior; del bloqueo, más personal, que no legal, y la necesidad de dar pasos hacia delante, de tomar decisiones. Veníamos de una época en la que teníamos que adoptar una serie de decisiones nada agradables en nuestro entorno, y como banda nos hicimos más fuertes, pero fue muy duro. Al final, con el paso del tiempo, te das cuenta de que esos pasos eran necesarios, y a partir de ahí todo eso lo conviertes en una lírica mucho más bonita que lo que fue la realidad: cosas legales y a punto de pleitos.

Supongo que te refieres al cambio de ‘management’.

Sí, a movimientos internos que fueron muy desagradables y que al final lo intentas positivizar como en un proceso de alquimia gracias al poder de la música, pero cuando te paras a pensar en los motivos oscuros detrás de toda esta sensación, eran cosas feas que nadie quiere pasar por ello, y despedidas, y ciertas fricciones. Algunos movimientos de estos cambios no son de la noche al día, la gente los tiene que asimilar. Hay un primer estadio de confrontación; es muy agotador para una banda, sobre todo según qué contratos has firmado. Si son largos, se nos puede atragantar, y hubo un momento de atragantamiento muy bestial que hizo que empezáramos a darnos ánimos entre nosotros y a no caer en las prisas, pero a la vez ser constantes en nuestras decisiones. Todo esto es un proceso que duró un par de años, y creo que el disco es el resultado de eso.

Este álbum tiene un punto de nihilismo desde el mismo título. Pienso en canciones como Eterna revolución, que habla de las listas de extremistas.

Últimamente todo es delirante. Parece que siempre estamos a punto de entrar en guerra civil, y a la vez es tan absurdo que son como bengalas en el aire, dura lo que dura; lo que parece a vaya a ocupar dos meses en los titulares va a acabar siendo cuatro horas y ya estamos con el siguiente escándalo, la siguiente salida de tono político. Es un momento que al final te provoca primero enfado y luego una necesidad absoluta de refugiarte en tu entorno más cercano e intentar cambiar lo que tú tienes a tu alcance. Todo lo que está sucediendo en este Bronx que puede llegar a ser sobre todo Twitter, si te dejas llevar por lo que estás leyendo, te da la sensación de que estamos al borde de la catástrofe todo el rato, y luego sales a la calle y tampoco hay para tanto, y al final es un poco preocupante que los verdaderos problemas se están pasando por alto gracias a un ‘trending topic’ ridículo. Es exabrupto, un ruido tan acojonante que al final te fuerza a aislarte y a desear irte a una montaña a hacer vida de ermitaño y dialogar contigo mismo más que dejarte llevar por ese ruido externo.

¿Cómo vais a aprovechar la estancia de tres días en Murcia para vuestros tres conciertos en Las Noches del Malecón? ¿Vais a ir a la playa?

Yo creo que sí. Por supuesto, todos hemos traído bañador y toalla, y a partir de ahí, comer, relax... porque creo que estar tres días en Murcia va a ser muy relajante, que es lo que necesitamos en estos momentos, sobre todo algunos de la banda que tenemos hijos adolescentes y estamos en una lucha perpetua por que no salgan sin precaución. Ya sabes que en nuestra zona la cosa está de color negro con esto del coronavirus.