Qué estará soñando la chica que duerme en la playa? Es muy probable que le influya el suave sonido de las olas, la agradable brisa salina, pero también los recuerdos de su juventud en este lugar mágico, los atardeceres junto a su primer amor, en esta playa del Mar Menor. Quizá su mente tararea Sol y Sal, el tema de actualidad para proteger esta laguna. Su rostro está relajado, nada malo está sucediendo. Esperé a que despertara.

-¿Quién es usted? ¿Por qué me mira así?

-Perdón, señorita. Soy Morfeo, intento descifrar su sueño en esta época convulsa. En estos tiempos tan acelerados ya no sé muy bien con qué sueña la gente. Intento ayudar.

-¿Y qué le importa? ¡Déjeme en paz!

-Al menos dígame cómo se llama.

-Hipólita.

-Gracias. Que tenga un buen día.

La chica abrió los ojos, estaba aturdida tras el largo sueño bajo la sombrilla. Su novio seguía durmiendo plácidamente; decidió darse un baño y aclarar su ensoñación. La piel caliente recibió la agradable temperatura del agua, se sintió excitada y decidió acariciarse tras quitarse el tanga. «Me estarán viendo Morfeo y Poseidón», pensó. Sus senos se endurecieron aún más con las caricias de sus manos, que siguieron las curvas de sus caderas hasta confluir lentamente en su vulva. Tomó aire y sumergió la cabeza para aislarse del sonido; el agua era su elemento preferido, no tardaron mucho en llegar los orgasmos con los espasmos amortiguados por el agua cálida. Se sentía como una Afrodita en El nacimiento de Venus de Botticelli, fecundada por el esperma de Urano. Se relajó flotando boca arriba y casi se duerme nuevamente alejándose de la orilla.

-Te he traído la colchoneta, te estabas alejando mucho -le dijo Teseo, su novio.

-Gracias, cariño. 

No hizo falta hablar nada más. Hipólita desnudó a Teseo; se abrazaron y besaron agarrados a la colchoneta, como la protección de su intimidad, que los separaba del mundo real en la arena de la playa. Hicieron el amor en el agua -¿quién no lo ha experimentado alguna vez?- con movimientos suaves y rítmicos al compás del oleaje.

-Te quiero.

-Y yo.

Dos enamorados acariciándose y besándose en un estado de enajenación, hasta que se dieron cuenta de que habían perdido los bañadores. Tras unos minutos de búsqueda submarina sin resultado, se percataron de que la corriente los había sacado a la orilla. 

-Tú sal como puedas, que yo me quedo relajada en la colchoneta, tengo sueño -dijo Hipólita sin opción a réplica.

-No te alejes mucho, recuerda que tienes miedo a los tiburones, ja, ja, ja.

Teseo salió del agua tapándose el sexo con las manos, ante la atenta mirada pícara de todos, excepto de algún lector ensimismado en su libro. Recogió el bañador y el tanga mientras recibía sonrisas de aprobación -¿quién no fue joven una vez?-. Hipólita se dejaba mecer desnuda sobre la colchoneta, se echaba agua sobre la piel ardiente hasta que se quedó adormilada.

-¡Hipólita, Hipólita! -susurraba Morfeo.

-¿Qué quieres ahora? ¿Me estás mirando otra vez?

-Tienes un cuerpo muy bonito, como la Rusa de la Isla del Barón.

-Eso ya lo sé, pero ella es una leyenda -dijo adormecida.

-La fantasía tiene su base en la realidad. -Eolo llevó la colchoneta hasta la isla, mientras Morfeo susurraba en voz baja-: El Barón de Benifayó mandó construir un palacete de estilo mudéjar, allí vivía su amada, la bella princesa rusa. Unos dicen que paseaba desnuda arrastrando su tristeza, otros dicen que se suicidó; otros, que el Barón la mandó matar. ¿Quién sabe?

Hipólita, aturdida aún, recorrió el perímetro de la pequeña isla hasta encontrar a un joven pescador, que imaginó de la realeza, un noble rezagado de las pomposas fiestas que organizaba el Barón en el palacete. El deseo afloró en estricto silencio, se acercó y lo besó, lo desnudó sin que opusiera resistencia, sus cuerpos se fundieron en abrazos y penetraciones salvajes sobre la arena. Hipólita gemía y se convulsionaba.

-Mari, cariño, despierta. ¿Qué te pasa? -le dijo su novio con delicadeza.

-¿Qué? Nada, nada. Estaba soñando.

-Estabas agitada, ¿era una pesadilla?

-En absoluto. A Morfeo le excitan mis sueños -Mari sonrió. Se notó mojada-. Cariño, como dijo Calderón: «Toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son».