Las palabras que comienzan por f- en latín pueden tener tres evoluciones, que a veces conviven en términos derivados: mantenimiento del fonema, paso a la h- muda o bien aspiración, que puede derivar en j- o bien insinuarse a penas, incluso tras la grafía h-, por ejemplo en la pronunciación de los hablantes andaluces, canarios o extremeños. Así, tenemos ‘huelga’ (descanso, en principio, que conserva en la referencia a lugar de recreo en el campo donde las clases pudientes podían retirarse para su diversión, y de ahí cese temporal de la actividad con finalidad reivindicativa para alcanzar una mejora en las condiciones de trabajo), ‘holganza’ (placer) u ‘holgar’ (sobrar, como en ‘huelgan las palabras’, y practicar el coito) a partir de follis (fuelle) y de follicare (resoplar, jadear), que ha dado lugar también a ‘follar’ en dos acepciones: expeler ventosidades sin ruido o copular (como folgar, muy habitual en el siglo XVI). ‘Juerga’ y ‘jolgorio’ serían asimismo palabras derivadas de huelga, ejemplo de la aspiración extrema a la que aludía.

Algo parecido sucede con el verbo latino futuere (de la raíz indoeuropea *bhau(t)-, golpear) que ha dado lugar a foutre en francés, fotre en catalán y fuck en inglés, pero a ‘joder’ en castellano, tanto en el sentido sexual del original, como en el derivado del mismo, con el significado de molestar, que conserva en ‘jodienda’, en el adjetivo ‘jodido’, esto es, fastidiado -como fotut en catalán, donde también puede usarse como interjección (fotre), o como sinónimo de fer (hacer).