En 1952 Max Ophüls dirige El placer inspirándose en tres relatos del escritor francés Guy de Maupassant: La casa Tellier, La máscara, La modelo. En 2019, siguiendo a Ophüls, la editorial Periférica ha recopilado los tres cuentos en un libro, con el sugerente y bello título del film, El placer. El volumen se abre con La máscara, la historia de un anciano, Ambroise, antaño un joven seductor, que ahora pasa el tiempo en fiestas y en bailes de disfraces con una máscara que oculta su edad pero no sus errores. En el relato que cierra el volumen, La modelo, se cuenta la historia sentimental de un pintor y una modelo. Al borde de la locura, la modelo termina lanzándose por una ventana, en una especie de suicidio que no se cumple y que termina dejándola completamente impedida en una silla de ruedas.

Es evidente, por lo demás, que La casa Tellier es el eje central que articula el libro, como había ocurrido ya en el film de Ophüls. En concreto, la ‘casa Tellier’ que se describe en el cuento es una casa de prostitutas en una ciudad de provincias. En el primer piso, en la sala Júpiter, los burgueses del lugar departen con la Madame y con las prostitutas. Es como si determinado grupo social necesitase hacer algunas cosas en la intimidad, en un lugar secreto. Mientras, en la planta baja de la casa, retozan y beben los marineros con las prostitutas. Son dos mundos, pues, separados. Un buen día, la ‘casa Tellier’ cierra porque se celebra en el campo la comunión de la sobrina de la Madame. Maupassant describe lo que ocurre cuando el sábado por la noche está cerrada la ‘casa’, mientras los burgueses y los marineros ceden a la impotencia y al furor. Es como si al faltar el alimento, el placer, se desplegaran los instintos más violentos del ser humano. Pero Maupassant pone el acento en el viaje y en la aventura de las prostitutas en el campo, porque eso le permite mostrar de forma irónica y poética el contraste entre la ingenuidad de la comulgante, que tiene su correlato en la belleza de la naturaleza, y la nostalgia que experimentan las prostitutas al comprobar el paso del tiempo y las oportunidades perdidas. Es la deriva de la vida.

Engalanadas, las prostitutas llegan a la campiña, donde brillan las colzas, los acianos y las amapolas. Es una nueva vida que seduce en comparación con la vulgaridad de la vida en la pequeña ciudad de provincias. Es el silencio del campo en la noche, que atraviesa el corazón, «un silencio tranquilo, penetrante, que llegaba hasta las estrellas». Llenas de ternura, las prostitutas explotan su lado más humano ante la pequeña comulgante. En la celebración de la comunión en la iglesia, la emoción y las lágrimas de las prostitutas, que con toda seguridad están recordando su infancia, transportan a toda la comunidad a un estado de éxtasis que raya en el milagro. Luego, tras la eucaristía, llega el regocijo de la fiesta, de la comida. El placer de la vida fluye por todas partes y tiene su remate en el viaje de la carreta que conduce a las prostitutas, de vuelta, a la estación de tren, pues la alegría explota en las canciones y en la belleza de la campiña mientras la balada que se canta explora el tiempo perdido. El fin de semana en el campo da alas a la existencia mediocre de las prostitutas, el placer, el baile y el amor vuelven a sus vidas con fuerza renovada, aunque sea por un breve período de tiempo.

En estos relatos que configuran El placer, Maupassant se mueve entre el fulgor de la juventud y la impotencia de la vejez, entre la ternura y la emoción arrebatadoras, que provocan la plenitud de la naturaleza, el recuerdo de la infancia, y la realidad y la violencia más costrosa. Pero todo se acompasa mientras continúa ‘el profundo sueño de la tierra’. Quizá nosotros, como lectores, soñamos con Maupassant, pues «nos hubiera gustado llevar a cabo cosas sobrehumanas, amar a seres desconocidos, deliciosamente poéticos». Esa posibilidad, hermosa como un sueño, pero engañosa al fin y al cabo, se presenta en el escritor como una utopía anhelada y rozada, antes del final funesto que todos conocemos, en una clínica, tras varios intentos de suicidio.