Cuando pensamos en el Renacimiento, de inmediato surgen en nuestra retina, de manera casi involuntaria, toda una serie de esplendorosas imágenes donde dioses y diosas, bellas virtudes, majestuosos efebos, cupido con sus flechas, y un Baco casi borracho, se entremezclan entre sí con otras que recrean delicadas vírgenes amamantando a sus niños. Fábulas macabras e historias de la antigüedad clásica, pasajes de la Biblia y sobre todo mucho arte, fue sin duda una época de gran esplendor artístico, seguramente una de las más fructíferas, cualitativamente hablando, de la historia del arte, donde nombres como Rafael, Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, Botticelli, Piero de la Francesca, El Bosco…., se convirtieron en los grandes virtuosos de la pintura, pero… ¿y ellas? De ellas nunca se supo, sus obras nunca fueron motivo de admiración, pero sus vidas están ahí como una frágil estela para recordar que sí existieron. Ahora conocemos que Sofonisba Anguisola no sólo revolucionó la técnica del retrato con sus aportaciones, sino que además atacó de manera sutil esa definición machista de la mujer objeto; también su hermana Lucía, menos conocida, practicaba este noble arte. Artemisia Gentileschi, con sus potentes pinturas cargadas de gran dramatismo cuyas poderosas heroínas dominaban cada escena, o Clara Peeters, maestra del bodegón, ella fue la primera mujer artista en protagonizar un muestra en solitario en el Museo del Prado, han sido necesarios cinco siglos para que esto sucediera.

PROPERZIA DI ROSSI

Pero… ¿y qué ocurre con la escultura?, ese arte a veces eclipsado por la pintura, ¿fue éste un medio exclusivamente masculino? Obviamente la respuesta es negativa, claro que hubo mujeres escultoras y ahí está Properzia di Rossi para atestiguarlo, quien no sólo fue la primera escultora del Renacimiento, sino también la primera artista y la única mujer incluida en el gran libro de Giorgio Vasari –para quien no lo sepa, reconocido como el primer historiador del arte famoso por sus biografías de artistas–, Las vidas de los mejores arquitectos, pintores y escultores italianos.

PROPERZIA DI ROSSI

Gracias a que su familia tenía una buena posición social, su padre era notario, pudo aprender dibujo de la mano de un grabador comenzando a realizar pequeños bajorrelieves y más tarde estudiar en la universidad, algo totalmente prohibido en otras ciudades pero no así en Bolonia, donde estaba permitido que una mujer realizara estudios superiores, hecho insólito si tenemos en cuenta que esto no fue posible en España hasta 1910.

PROPERZIA DI ROSSI

Como otras tantas comenzó dedicándose a la miniatura, usando para ello huesos de melocotones o albaricoques con los que representaba pequeñas figuras que pronto la hicieron conocida sobre todo entre la alta burguesía.

Será en 1520 cuando, tras ganar un concurso, reciba su primer gran encargo público, los relieves del altar mayor de la Iglesia de Santa María del Baraccano que por aquellos años pretendía superar en grandiosidad al mismísimo Vaticano.

Otra de sus obras que llama la atención es el conjunto Hércules con amazonas donde no sólo se muestra la desnudez del cuerpo del héroe sino también los pechos de la amazona, como tantas veces hemos recordado el desnudo estaba prohibido a la mano femenina así que este acto de modernidad sorprende aún más al tratarse del siglo XVI.

Su fama comenzó a aumentar y esto hizo que su camino fuera aún más difícil debido a las envidias incontroladas de algunos compañeros de profesión que emprendieron una verdadera batalla para intentar desacreditarla. Como mujer ella no podía actuar de manera independiente, era su marido el que hacía las veces de marchante y se encargaba de gestionar sus encargos, así que no les quedó más remedio que inventar todo tipo de acusaciones falsas contra la joven, las propias crónicas de la época la definen como fantasiosa, voluble y demasiado enérgica. Era tal el nivel de envidia que incluso se tiene constancia, en el conocido Archivo Criminal, que un artista llamado Francesco da Milano interpuso una demanda legal contra Properzia acusándola de disturbios, agresión y ser la concubina del joven noble Antonio Galeazzo, al que también señalaron por usar su posición de poder para incluir mujeres en la construcción de la Basílica de San Petronio. Remata la denuncia diciendo que era una perturbada.

Nunca fue aceptada por ellos, los alborotos eran continuos, en una ocasión fueron asaltados y agredidos por otro pintor, quien además la acusó de ser la causante de esa misma agresión, otro de sus grandes enemigos, el artista Amico Aspertini incluso consigue con sus falsas acusaciones que la obra de Rossi baje de cotización.

Como es lógico, ella siempre trató de defenderse y por este motivo su nombre quedó como el de aquella escultora de vida irregular, excesivo temperamento e inconformista con la que finalmente consiguieron acabar. Fue tal la presión y el cerco de soledad que dibujaron entorno a su persona que no tardaron en llegar los problemas económicos ante la falta de trabajo. Una cosa llevó a la otra, apagada y desesperada, hundida y prácticamente en la ruina abandonó la que fue una brillante trayectoria para alegría de todos aquellos virtuosos desvirtuados artistas. Cambió la grandeza del mármol por el grabado en cobre, considerado una actividad artesanal más que artística y aunque su calidad fue igualmente alabada ya no era Properzia di Rossi una artista, la habían degradado hasta el nivel más bajo que un creador pueda alcanzar, aquel en el que su arte deja de serlo para convertirse en algo popular. En 1530 contrae la peste y muere sóla en el Hospital de San Giobbe, con tan sólo 40 años. La misma semana Clemente VII en su llegada a la ciudad para la coronación de Carlos V pregunta por la escultora, lamentando su fallecimiento. Este epitafio en su tumba honra su nombre para que nunca sea olvidada: «Fue tanta la naturaleza y el arte de Properzia, que tanta fama le debemos como si hubiera sido un hombre, que ahora sumergida yace en las tinieblas de la gloria, alabanza hacemos a la célebre artífice del mármol, cuyo ingenio de vida dedicó al arte, fue capaz con sus manos de esculpir el mármol».

«Fue tanta la naturaleza y el arte de Properzia, que tanta fama le debemos como si hubiera sido un hombre, que ahora sumergida yace en las tinieblas de la gloria, alabanza hacemos a la célebre artífice del mármol»