Los Sanfermines marcan un punto de inflexión cada año en Pamplona. Ciudadanos, empresas e instituciones organizan su actividad anual teniendo en cuenta el «antes» y el «después» de las fiestas, que transforman la ciudad completamente durante nueve días. Pero este año, al igual que el pasado, no será así. La covid-19 es la culpable.

Este 6 de julio es normalmente un día grande en Pamplona. Miles de personas se congregan en la Plaza del Ayuntamiento y calles aledañas y en la Plaza del Castillo y el Paseo Sarasate para ver en directo o en grandes pantallas de televisión el lanzamiento del chupinazo anunciador de las fiestas a las doce del mediodía.

Nada de eso podrá verse este martes en la capital navarra. No habrá chupinazo, ni un gentío esperando en las calles el inicio de las fiestas. No habrá corridas de toros, ni encierros, ni conciertos, porque este año, como en 2020, las jornadas del 6 al 14 de julio son días absolutamente normales en Pamplona.

«No vengan al centro»

Así lo quiere en Ayuntamiento de Pamplona. La covid-19 obliga a la prudencia y el respeto de las normas sanitarias. Si hace una semana Navarra estaba en una buena situación de apenas 20 o 30 casos nuevos diarios y una tasa de positividad menor del 3 %, este lunes se han comunicado más de 500 casos nuevos y la tasa se aproxima al 28 %. La mayoría de casos corresponden a jóvenes de 19 a 25 años que regresan de Salou y localidades cercanas.

Estas cifras invitan a tener pocas alegrías festivas. Este año, el Ayuntamiento de Pamplona ni siquiera desplegará a las 12,00 horas del 6 de julio el gran pañuelo de Sanfermines que cubrió el año pasado gran parte de la fachada de la casa consistorial.

Además, la Policía llevará a cabo controles de aforo, como el año pasado, en la plaza del Castillo y en la plaza Consistorial y habrá controles especiales en las principales calles, en las que se prevé que puede haber mayor afluencia de personas, para desalojarlas si fuera necesario y en todo caso cumplir con la normativa sanitaria. Aunque, como ya se intuía por las reservas con las que contaban bares y restaurantes, muchos pamploneses cumplieron en la mañana de ayer con la tradición de almorzar antes de acudir al chupinazo. Muchos de ellos almorzaron, pero pocos se acercarán después a la plaza consistorial, donde se anunciaba un aforo «muy restrictivo» y donde, además, no había realmente nada especial que ver.

«No pasa nada por quedarse en sus barrios, disfrutar de sus barrios e ir a la hostelería de sus barrios. Que no venga todo el mundo al centro de la ciudad porque es un lugar de mayor riesgo, con más posibilidades de acumulación que tenemos que evitar a toda costa», dijo el alcalde.

Así que la covid, un año más, ha conseguido lo que no habían logrado en el pasado las epidemias de cólera y de la llamada gripe española, que no llegaron a provocar la suspensión de las fiestas de Pamplona. Solo las guerras del siglo XIX y la Guerra Civil del XX pudieron con los Sanfermines.

Por tanto, los pamploneses siguen entonando un Pobre de mí, que ya se prolonga durante dos años, con la esperanza de que las fiestas regresen en 2022 con más fuerza que nunca.