Con dos discos de platino y dos de oro, y un premio Goya por Que no, que no (su canción para La boda de Rosa, de Icíar Bollaín), Rozalén, la cantautora del momento, suma otro hito en su haber alzándose con el nº 1 de los discos más vendidos en España: El Árbol y El Bosque, su cuarto álbum, cargado de simbolismo. En once canciones despliega todo un universo emocional, la mirada interior de una artista que observa la realidad y la transforma desde la más pura emoción. Rozalén es una firme defensora de los derechos humanos y de las causas ambientales, y recientemente colaboraba en el proyecto Sol y Sal en defensa del Mar Menor, donde ella también se zambulló en la infancia.

Después de meses de incertidumbre y conciertos en acústico, la artista manchega ha vuelto a los escenarios con todo su equipo y esta noche actuará en la Plaza de Toros a partir de las 22 horas. Era necesario, porque sus canciones hablan en cada línea, cada frase y cada palabra de lo importante de la vida.

¿Cómo llevas esta nueva normalidad? 

Creo que la llevo bien. A ver, venimos todos tocados por lo que ha pasado y por lo que sigue pasando, y la llevo con más ganas que nunca, porque todos tenemos muchas ganas de hacer cosas que hacíamos antes, aunque es aún todo muy diferente, pero estoy feliz, por supuesto.

¿Qué percibes en estos conciertos en los que andas presentando El árbol y el Bosque?

Hay como un mix de emociones, mucha ilusión, mucha emoción, mucha euforia por parte de la gente que viene a vernos, porque hay muchas ganas. Yo como espectadora también estoy como más a flor de piel. Hay contención por esto de no poder levantarte con facilidad, bailar, el tema de las mascarillas… Hay un poquito de miedo, pero yo estoy percibiendo mucho apoyo por parte de la gente que se está atreviendo a comprar una entrada y venir a vernos, porque sabe que ahora mismo nos está dando el súper apoyo después de lo que hemos pasado.

¿Por qué ese título? ¿Cómo nace?

El árbol y el bosque es el individuo y lo colectivo, y tiene un subtítulo: «Que el bosque te permita ver los árboles», una idea que robé a Luis Eduardo Aute, y le pregunté y todo a su hijo, porque él quería ponerle a uno de sus proyectos próximos así; le dio la vuelta a la frase. Como este disco tiene mucho de autocuidado, de ponerte frente al espejo, tiene mucho de terapéutico, juego mucho con el individuo y lo colectivo. Que todo el ruido, el sistema, la velocidad no te impidan disfrutar del arbolito que cada uno llevamos encima. Nadie da lo que no tiene; querernos a nosotros primero para poder después amar a los demás, no desde el egoísmo, sino todo lo contrario.

Es muy variado en cuanto a letras y ritmos, y también el que mira más al interior. ¿A qué se debe? ¿Cuál dirías que es la base de tu ecléctico sonido?

Que mira más al interior… Yo vengo de un disco en el que conté lo más íntimo que puede tener alguien, que es la historia de mi familia. Empecé por la raíz y por mis ancestros, entonces ahora me tocaba a mí ponerme frente al espejo, y este trabajo te hace meditar, porque tiene partes muy duras, y yo que me voy haciendo mayor cada vez estoy más existencialista, y me pregunto muchas cosas: cuál es el sentido de todo, y a qué he venido, y qué tengo que hacer para ser más feliz de lo que soy; el proceso natural de todas las personas. Y la base del sonido ecléctico también creo que es porque vengo de una generación que ya teníamos acceso a cualquier tipo de música. Yo en mi adolescencia escuchaba desde Extremoduro, Soziedad Alkohólica, pasaba por todo el folk, los cantautores, Silvio, la Bebe, de repente las coplas que cantaba mi madre, Lola Flores, el rap… Ahí hay un sentido. Si yo he entrenado el oído de esa manera, a la hora de componer me sale toda la variedad, y toda mi banda también aprecia toda la música como un juego, y hemos venido a jugar. Pues eso. Nos ponemos a estudiar y a intentar cantar un poquito de todo.

Estás en todas partes, recibes parabienes y premios, tu éxito es arrollador. ¿Has pensado que Dios esté de tu lado? Lo mismo tienes recomendación paterna.

[Risas] ¡Qué cabrón! Pues supongo que está mi padre ahí, no sé. Yo creo que si estoy en todas partes, o si hay cosas que me van bien, es porque soy una curranta, Ángel. Si me vieras por un agujerico, te digo yo que te sorprenderían muchas cosas, y sé que además no voy a poder bajar la guardia nunca, porque siempre hay que estar reinventándose y currando. Así que, pues sí, a lo mejor tengo suerte, pero también estoy poniendo mucho de mi parte, te lo aseguro.

Eres una persona positiva. ¿Te ha hecho mella esta anómala situación pandémica? ¿Cómo la has afrontado? ¿Quien canta sus males espanta?

Es cierto que, desde que he vuelto a cantar, alguna tristeza así profunda que yo tenía se me está esfumando. Lo tengo comprobadísimo, y aunque soy una persona positiva, a mí esto me ha tocado pero bien. Aparte me han pasado varias cosas así personales que es normal que me pongan un poco triste, pero bueno, creo que la vida es eso, son subidas y bajadas, y sí que esto nos ha hecho a todos pensar un poquito, porque a mí sobre todo me ha dado tiempo, que era lo que siempre demandaba, y cuando una tiene tiempo y está en silencio y lee y puede reflexionar, es normal que te vengan fantasmas, pero agradezco muchísimo también los momentos así de crisis, porque son los que te hacen avanzar.

Te has llevado un Goya por la canción Que no, que no, de La Boda de Rosa. ¿Cómo surgió este proyecto?¿Qué están tramando Rozalén y Antonio Banderas?

Me pidió Icíar Bollaín hace un año y medio que escribiera la canción de la película. Me pasó la película: era como un combo. Sinceramente creo que lo tenía que hacer yo. Candela Peña e Icíar y una mujer que se casa consigo misma, un símbolo precioso. Hice la canción para la película, pero puse una idea que yo quería meter en el disco, que es precisamente esa incapacidad que yo tengo para decir que no, y que trabajo mucho la asertividad con una psicóloga. Entonces tiene como una parte autobiográfica y mucho de Rosa, de la peli. Y Antonio Banderas es maravilloso, es un ser de luz que sorprende mucho al conocerlo. Ojalá que trabemos muchas cosas juntos.

¿Cuánta importancia tiene el Mediterráneo, el Mar Menor en tu obra? ¿Cómo fue lo de grabar Poseidonia con Bosco?

Es que el Mar Menor, La Manga, yo lo considero también mi mar, porque los albaceteños tiramos mucho para allá, para Murcia. Es verdad que íbamos mucho al pueblo, pero las poquitas escapadas que hacíamos era allí al Mar Menor, o al Mediterráneo, o a Alicante. A mí el drama que está viviendo el Mar Menor me parece durísimo, gravísimo, y encima no soy optimista con este tema. No sé si alguien lo puede parar, qué importancia tiene el dinero sobre algo tan mágico como un ecosistema único, y grabar esta canción con el Bosco, mira que he hecho colaboraciones, pues es de mis favoritísimas. Me parece una canción con una melodía, una letra de otro nivel. Es que son muy genios, y encima el vídeo que han hecho: precioso, precioso. Soy ultrafan de estos loquitos maravillosos.

Ay Dolores y Justo (ambas con Reincidentes) describen con toda crudeza el maltrato y la humillación hacia las mujeres. ¿Has conocido tú esa mala experiencia? ¿Pudiste resistir la emoción de grabarla?

Bueno, si hubieras visto el día cuando la grabé con los Reinci… Fue la primera canción que escuché sobre maltrato machista, y me voló la cabeza, y la cantaba en mis primeros conciertos en La Puerta Falsa, en Ítaca, y es muy bestia esa letra, es durísima. No pude ni contener yo la emoción, ni los rockeros, ni los punkis. Ahí lloró todo el mundo. Y encima, una canción de hace tanto tiempo, que a día de hoy siga siendo actualidad me da mucha más rabia. Tengo muy claro que hay que seguir luchando.