Luis García-Berlanga, de quien se celebra estos días el centenario de su nacimiento en toda España, tenía un recuerdo bastante amargo del rodaje de Bienvenido Mr. Marshall. Fue su segundo largometraje como realizador y el primero que dirigía sin su aún entonces amigo Juan Antonio Bardem. Y así, solo ante el peligro, se enfrentó a un plantel de actores veteranos que veían en él a un pijo sin experiencia pero con ínfulas de artista. «Todo el equipo técnico y artístico se pasó en una rebelión continua contra mí -recordaba años después el cineasta-. El rodaje fue un infierno más o menos capitaneado por Isbert».

Sin embargo, de aquel infierno surgió una de las películas históricas del cine español, una inopinada amistad con Isbert y la costumbre de contar en sus películas con una serie de «cómicos de tripa» (la definición es de José Luis García Sánchez) habitual para sostener en pantalla la amarga y humorística visión de la vida que tenía el cineasta.

Amarga, humorística y, en el fondo, tierna. Si hay un rostro en la historia del cine español capaz de transmitir ternura, amargura, perplejidad, picardía y el necesario toque de histrionismo para quitarle peso al asunto, ese es el de José Luis López Vázquez, el actor que en más ocasiones apareció en el cine de Berlanga. «Desde Esa pareja feliz, Luis siempre me ha llamado para todas sus películas, las que no he podido hacer es por incompatibilidad con el teatro o porque no me iba el personaje», aseguraba el actor.

Volvieron a trabajar juntos en Novio a la vista, donde el madrileño encarna a un decimonónico ligón de playa, y en Los jueves, milagro, donde interpreta al escéptico cura Don Fidel. Por los mismos compromisos teatrales antes mencionados, la voz del sacerdote fue doblada en el montaje final. «Menuda faena me has hecho», le dijo Berlanga a su gran actor fetiche, «a ti no hay quién te doble». 

Luego ya llegaría López Vázquez como Don Gabino Quintanilla de Plácido, la gran obra maestra de un Berlanga en estado de gracia continuada con El verdugo. Al parecer, y según comentaba el actor, el protagonista del film iba a ser él, pero la entrada de una productora italiana en el proyecto impuso a Nino Manfredi en el rol principal y él se tuvo que conformar con un pequeño pero inolvidable papel de hermano del protagonista.

En total son 12 las películas de Berlanga en las que trabajó López Vázquez, incluyendo al apenado novio de Vivan los novios y, por supuesto, al rijoso y decadente Luis José de la trilogía de la Escopeta Nacional. Dicen que Berlanga había planeado la reaparición del último de la saga de los Leguineche en París-Tombuctú, su trabajo final, pero los productores le tumbaron el personaje.

Quizá allí Luis José hubiera coincidido con su fiel criado Segundo, personaje interpretado por otro inolvidable fetiche berlanguiano: Luis Ciges. El actor alicantino intervino en 11 filmes de Berlanga, el primero como timador en Se vende un tranvía y el segundo haciendo de pobre en Plácido. «Para Plácido me dijo que no daba el tipo de pobre. Yo le dije: ‘Lo daré’. Me fui al ilustre Iranzo, peluquero de Barcelona, y le pedí que me hiciera un corte bueno para pasear, pero que con un golpe se escoñara. Me compré una gabardina, la llevé un mes, me metí bocadillos de chorizo y de tortilla en los bolsillos para que chorrearan bien, y me presenté a él».

Ciges era uno de esos mal llamados secundarios capaces de robarle el plano con su sola presencia al actor principal. Ese talento también lo tenía otro «actor de tripa» canónico llamado Manuel Alexandre, que desde su primer y pequeño papel de secretario del gobernador civil en Bienvenido Mr. Marshall, llegó a actuar en 11 filmes de Berlanga, incluyendo las crepusculares Todos a la cárcel y París-Tombuctú y la serie Blasco Ibáñez que el director valenciano rodó para la televisión. 

Otro actor de reparto inolvidable fue Agustín González, quien apareció en una decena de películas de Berlanga. La primera de ellas fue Plácido, en la que este anarquista amante del flamenco e «hispanoescéptico» (así se definía él) cumplía de sobra como yerno perfecto y registrador de la propiedad. Pero el gran personaje berlanguiano de Agustín González fue sin duda el cura ultramontano y bramador de la trilogía ‘nacional’, soltando frases tan lapidarias como aquella de «Lo que yo he unido en la tierra no lo separa ni Dios en el cielo».

A quien no separaba ni Dios en aquella película era a Luis José de su tuerta esposa Chus, interpretada por Amparo Soler Leal, la mujer más fiel a Berlanga, ya que salió en ocho de sus largometrajes. Esposa del también berlanguiano productor Alfredo Matas, Soler Leal apareció por primera vez en una película del director valenciano haciendo de amante de un marido adúltero en Plácido. También la pudimos ver en Tamaño natural, La vaquilla, Todos a la cárcel y París Tombuctú. No es extraño que la actriz presumiera siempre de su condición de ‘chica Berlanga’. Hubo muchos otros, personajes y actores sin los que el cine de Berlanga, sin lugar a dudas, no habría sido el mismo.