Dice Ricardo Escavy que «no tiene sentido esconder lo que sale de forma natural». El calasparreño se refiere a cómo la música y el arte plástico hablan -«diálogo polifónico, lo denomina él- en su obra. «Supongo que le pasa a todo el mundo y que no es algo mío patológico -continúa entre risas-, pero yo me pongo a tocar el piano o la guitarra y en seguida me vienen a la cabeza olores, texturas o colores».  

Esa simbiosis es el eje que articula la muestra que el artista inaugura hoy en la galería valenciana Shiras. Sound on, que así se llama la exposición, recoge «25piezas, principalmente realizadas en formato pictórico, aunque también cuenta con algunos elementos escultóricos e incluso tecnológicos. Se trata de un proyecto -explican desde el espacio expositivo- de naturaleza geométrica en la que la línea y la curva se unen entre sí para recrear un diálogo polifónico, a modo de instrumental gráfico del que mutan diferentes percepciones en forma de imágenes melódicas para reflejar su doble condición de pintor y músico».

Sound on es la segunda parte del anterior proyecto expositivo de Escavy, TNT The Noise Time, «en el que los elementos gráficos de la obra y su comportamiento en el entorno plástico son entendidos como si de estímulos sonoros se tratase, donde el ritmo, el tono y el espacio producen sensación de temporalidad llevando al espectador hacia una visión sonora de la obra, a un entendimiento del espacio como contenedor de tiempo», explican desde Shiras. Aunque los nexos de unión entre ambos proyectos son evidentes, el artista murciano establece cierta distancia: «Es cierto que sigo tratando las correspondencias entre lo gráfico y lo sonoro, pero en Sound on he desarrollado una mayor libertad. Sin salirme del todo, he ido dejando de lado la rectitud de la geometría para llegar a una mayor riqueza plástica, que es lo que buscaba desde el principio».

«Un arte más próximo»

Mientras estudiaba Bellas Artes en Valencia, a Escavy (1979) le surgió la posibilidad de tirarse seis meses becado en Caracas. Aquello lo cambió todo. «Ahí me encontré con un arte mucho más próximo a mí. Llegué a la obra de artistas como Carlos Cruz-Diez o Jesús Rafael Soto y me metí de lleno en esa forma geométrica de entender el arte. Vi que era un hilo del que yo podía tirar, porque me decía muchas cosas».  

Y siguió ese camino: «Comenzó entonces un proceso de aprendizaje y de depuración, de construir con la línea y de sintetizar la figura. Con el paso del tiempo empecé a ver en esa idea de concreción una similitud muy grande con la forma en que yo entiendo lo musical, y desde entonces esa ha sido la piedra filosofal de mi trayectoria artística». El diálogo se plasmó entonces en la obra, pero ya existía en su vida: «Para mí es lo coherente y lo natural, plasmo esta relación porque desde que estoy vivo he estado rodeado de música, fui al Conservatorio y, aunque lo acabé dejando, he seguido tocando la guitarra y el piano de forma amateur, componiendo mis canciones y tocando en varias bandas». Por el camino, la obra de Escavy fue premiada en varias ocasiones, pasó por ARCO, se incorporó a los fondos del Museo Reina Sofía y protagonizó una individual en Nueva York. Palabras mayores. 

 Para el de Clasparra, se trata de una carretera de doble sentido: «Es inevitable que mi faceta como pintor influya a la de músico y la de músico a cómo soy cuando pinto. Al final, lo que más me gusta de ambas disciplinas es lo mismo. Cuando estoy componiendo, más que el virtuosismo, me atrae el camino que te lleva a conseguir cierto sabor, ciertos matices sensitivos». O, como explica Pedro Medina, director cultural del Instituto Europeo de Diseño de Madrid, en el catálogo que acompaña a la muestra, disponible en Shiras hasta el 10 de julio, ahí surge «el escenario donde experimentar reverberaciones de diversos universos, que reflejan en el espacio la misma luz que se prolonga en el tiempo como sonido, obras donde celebrar gozosamente las posibilidades de unas correspondencias que no tienen fin, ahora que son un eco en nuestro interior».