Las celebraciones caseras y las invitaciones a eventos festivos son siempre una fuente de alegrías y conflictos, cosa que el cine ha explotado casi siempre con acierto a lo largo de su historia, especialmente en el género de terror, donde estos encuentros resultan particularmente satisfactorios. En este caso nos ocupa, Hosts (Adam Leader, Richard Oakes, 2020) –próxima película a proyectar dentro de la ‘Sección Oficial’ del Sombra Festival– una inocente invitación, llena de buena voluntad, por la que un padre de familia sienta a su mesa a dos peculiares e inexpresivos vecinos para celebrar junto a él, su mujer y sus hijos la cena de Nochebuena, que tornará en un auténtico festival de muerte, violencia y casquería. En fin, algo parecido a lo que imaginan algunos cuando les toca compartir mesa y mantel con familiares a los que no soportan durante todo el año pero que en esa noche tan especial no tienen más remedio que aguantar con estoicismo y una sonrisa entre los labios.

Hosts –traducible como ‘Anfitriones’–, pronto pasa a convertirse en una ristra de sangrienta violencia que salpica la decoración navideña sin misericordia alguna y, como sucede en el caso de Parásitos (Bong Joon-ho, 2019), el espectador no tardará en darse cuenta de que el título encierra una ambivalencia con respecto a la condición de los protagonistas reales. Y es que inicialmente podemos pensar que ese concepto (‘anfitriones’) alude a la condición del padre de familia que invita a los vecinos y que, en cierto modo, se convertirá en el detonante de una home invasion, ese subgénero (dicho sea no con ánimo despectivo, sino con mero afán clasificatorio) que aterroriza a la clase media burguesa al enfrentarla a la amenaza de ver sacudida la intimidad de su hogar por una intromisión violenta. Pero es otra la idea que atesora ese ‘hosts’ del título, puesto que serán los invitado quienes traigan en su interior a sus propios ‘huéspedes’, en este caso unos invitados no deseados, pues llevan consigo un germen completamente ajeno al vecindario; unos huéspedes que buscan hacerse con los anfitriones, su hogar, su vecindario e, incluso, ir mucho más allá, llevados por un impulso que, literalmente, no es de este mundo.

Las película de invasión doméstica han ido configurando su propia categoría asumiendo el espectador que esa entrada no autorizada y no deseada ya es suficientemente terrorífica en sí misma como para no limitarse a ser un elemento más de la trama, sino que se configura en el núcleo de la misma, en el elemento axial en torno al que gira amenaza, conflicto y resolución. Una buena muestra –el éxito de películas de este tipo– de que la sociedad acomodaticia ha perdido la costumbre de visitar castillos malditos, mansiones encantadas, cabañas en el bosque o bosques embrujados y, dado que si la montaña no va a Mahoma habrá que llevar a Mahoma a la montaña, nada como hacer que la amenaza acceda a las plácidas viviendas de las afueras, convertir los suburbios en nuevo epicentro de invasores que rompen la paz doméstica por la fuerza o... con buenas maneras, como en Funny Games (en sus dos versiones ambas dirigidas por Michael Haneke en 1997 y 2007).

Y es que, si bien la amenaza inicial de la pareja de invitados se dirige únicamente contra sus anfitriones navideños, no tardaremos en comprender que estamos asistiendo únicamente a la primera fase de un proceso mucho más amplio que no termina en esta familia y su hogar, en este barrio y su vecindario. No obstante, el desasosiego no estaría completamente bien servido si no se acompañase con una dosis adicional de perjucio contra los protagonistas-víctimas. Además del daño físico intrínseco, propio en una película que no le teme a la sangre ni al gore, hay otro daño menos físico, más metafísico, pero igualmente lesivo: el poder de la mentira cuando afecta a los seres más queridos, al entorno más íntimo.

Resulta ineludible mencionar el poco sutil homenaje a uno de los iconos del cine de terror, la pantalla de televisión con cegadora iluminación que juega un papel determinante como resorte para que se desate el mal en Hosts, un guiño a aquel aparato de televisión que fascinaba a la inocente Heather en Poltergeist (Tobe Hooper ¿o Steven Spielberg?, 1982).

Los directores de Hosts, Richard Oakes y Adam Leader, proceden del campo del videoclip, desde el que saltaron al cortomegraje con Exit Plan. Actualmente están preparando su próximo largometraje, titulado Dirge.