La del viernes fue una tarde especial, el flamenco volvía a la capital murciana con el cante como bandera tras más de un año en cuarentena. Se abría el telón del Teatro Romea para inaugurar la Cumbre Flamenca con el cante de Antonia Contreras, exquisita Lámpara Minera 2016. La inquieta cantaora nos recibía con pregones y paseo por tonás y martinetes acordándose de Tomás Pavón. La de Álora aposa en su cante el gusto, la afición y se le encendía en la garganta la luz de su lámpara por cantes de levante, hilvanando una tanda original y arriesgada con tercios por cartageneras, taranta, levantica y rematando con jaberas; uniendo así a dos tierras, Murcia y Málaga, un guiño personal y exclusivo que tan solo ella podría hacer. La primera parte de este repertorio tan arriesgado y que tanto la representa lo sentenció con farruca, colmando de elegancia este palo con unos graves resonados y se marchaba, generosa, a darle espacio a Juan Ramón Caro, tan tradicional como vanguardista, tan delicado como desgarrador. A su vuelta, serena y templada, se adolecía por soleá con su binomio, apoyando en las seis cuerdas el cante de lamento apolao. Sublime en la zambra con letras de Rosalía de Castro, demostrando la enorme labor y el trabajo oculto que en un escenario no se ve, pero necesario para que en las tablas pasen cosas, encajando dos poemas de dificultad temblorosa al compás de esta modalidad de tangos. Y remata esta dama del cante con un tercio de seguiriyas, leéis bien, seguiriya del Marruro que encaja y liga con cuplé y bulerías despertando todos los sentidos del público que la despide en pie. Porque como ella misma coplea, le queda un consuelo, ponerse a cantar. Bendito consuelo, suyo y nuestro.

Otra historia nos cuenta María Terremoto, juventud, garra y fuerza desbocada que abre su recital por soleá por bulerías imprimiendo en su cante el Jerez más auténtico, y con la humildad de una gran artista nos muestra sus respetos con aires de levante, medida y rigurosa junto a la sonanta de Nono Jero, que la lleva en una tesitura cómoda a solventar con maestría este reto. Ya en su zona de confort, María se arranca por tangos, arropada en el compás por Cantarote y Valencia, se atreve a recordar a pie de escenario su gitanería con un abanico amplio y más que manejado. Por alegrías lineales continúa el compás en el escenario culminando por Córdoba y regresando a su punto fuerte, bulerías que suenan a despedida donde la jerezana está cómoda y suelta; y el público entregado al torrente de voz de la Terremoto y a sus recuerdos de Luis de la Pica, Camarón o Lole Montoya. Se despide María por fandangos en un recital que muestra su talento y algún destello de soltura, pudiendo albergar en un futuro a una cantaora referente si trabaja el instrumento que ha heredado y que ya nos hace disfrutar del brillo que tienen algunas estrellas. Finaliza así la primera jornada de esta Cumbre Flamenca que guarda su esencia en una noche de emociones y contrastes para llevar a la eternidad de la memoria jonda.