El Romea de Murcia acoge este sábado, dentro del Festival Caleidoscopio de artes escénicas y acción social, la representación de Mariana, un texto del Premio Nacional de Teatro José Ramón Fernández que dirige en esta ocasión David Ojeda al amparo de Palmyra Teatro. La obra, que pretende rescatar la figura de Mariana Pineda –una pionera en la reivindicación de los derechos de las mujeres y su visibilidad en la sociedad–, está protagonizada por la intérprete ouresana Lucía Álvarez.

Se mete en la piel de Mariana Pineda, una heroína española del siglo XIX. ¿Cómo está siendo interpretar este papel? La obra se enmarca temporalmente en sus últimos días, en su encarcelamiento previo a ser ejecutada. Imagino que es un papel... duro.

Sí. Es un personaje muy duro y muy difícil, pero con el que a la vez es muy fácil empatizar. Porque ella es una mujer de carne y hueso; quiero decir: nosotros, hoy, la tenemos como una heroína, pero ella, en su momento, no era más que una mujer con sus miedos e inseguridades, pero, eso sí, con una capacidad de amar bestial. Pero, insisto: ella no vivió como una heroína, sino simplemente como una mujer coherente con sus ideas y con la firme voluntad de ser libre (en el más amplio sentido de la palabra), y por ahí es muy sencillo entrarle al personaje. Lo que se hace más cuesta arriba es date cuenta de que tenemos que seguir rompiendo los mismos clichés después de tanto tiempo.

La obra funciona en realidad casi como un monólogo inspirado en El proceso de Mariana Pineda, de Federico García Lorca. ¿Qué queda de la obra del poeta en el texto? ¿Tiene o nota ese poso poético o es simplemente un drama?

Bueno, Mariana es indiscutiblemente una tragedia, o sea que es un drama, pero tiene un texto muy poético. Eso sí, el libreto entero ha sido escrito por José Ramón Fernández. Lo que ocurre es que, de Lorca, tanto a él como a mí nos queda mucho... Yo empecé a leer su obra con nueve añitos, con lo que es prácticamente inevitable encontrarle en mi imaginario más profundo, y sé que a José Ramón le ocurre otro tanto lo mismo. Además, de cara a preparar el personaje, releí El proceso de Mariana Pineda, evidentemente. Porque todos los datos que puedas coger son útiles, y Lorca, además de un genio, se documentaba muy bien.

¿Y qué podemos aprender de Mariana con esta obra? Quiero decir, más allá de conocer un poco mejor su historia, hablamos de un personaje marginado por sus ideas y su lucha por sus derechos como mujer, y eso, tristemente, suena mucho más actual que al siglo XIX...

Claro. Es que el texto es muy actual. Mariana nos recuerda lo importante que es ser coherente y honesto con tus ideas, y la necesidad de luchas y vivir por un mundo mejor, más libre. Porque ella no murió por una bandera, como se dice [el hallazgo de una enseña con la insignia de la masonería entre sus pertenencias justificó su arresto por traición]; la bandera fue una excusa para poder encarcelarla y ajusticiarla. Ella murió por amor; por amor a una persona en concreto, pero sobre todo a una manera de vivir. Murió por no querer enclaustrarse en las normas no escritas de la época. Mariana no quería dejar a sus hijos un mundo gris como el que a ella le había tocado vivir, y eso es una idea que está de plena actualidad: también nosotros tenemos que romper hoy ciertas barreras para que las próximas generaciones encuentren una brechita sobre la que trabajar.

No obstante, no es la única protagonista de Mariana. Marcos Pereira le acompaña puntualmente sobre el escenario y, sobre todo, la obra cuenta con música en directo de Carlos Ramos, lo que no es demasiado habitual... ¿Qué le aporta este apartado al montaje?

Bueno, para mí es especial. Yo creo que la música y la palabra han nacido para ir juntas, de la mano. Mira, ahora mismo estoy haciendo una gira con una pianista, Rosa Torres-Pardo, dedicada a Rosalía de Castro, y basta con asistir a uno de estos homenajes para darte cuenta de que es una unión casi indivisible. Y, en este caso, Carlos presenta e interpreta una serie de composiciones de creación propia que, a mí, como actriz sobre el escenario, me ayudan mucho. Digamos que te acerca al clímax de la obra, que te transporta de un sitio a otro con una verdad y con una emoción alucinantes.

La representación, dentro del Festival Caleidoscopio, corre a cargo de Palmyra Teatro, para los que la plena accesibilidad en sus montajes es casi un motivo fundacional. ¿Qué opina de esta filosofía?

A mí me parece que hacen una labor indispensable y muy necesaria. Yo no conocía esta manera de trabajar; no es algo que esté todo lo extendido que debiera... De hecho, creo que es la única función en este país que se desarrolla desde sus inicios con esta idea. Y yo, claro, no controlaba demasiado del tema antes de iniciar este proyecto. Uno tiende a pensar que un ciego puede disfrutar sin problemas de una obra de teatro porque la puede oír, pero realmente no es tan sencillo... Necesitas adaptarla, y lo cierto es que no es tan difícil hacerlo; simplemente es cuestión de poner un poquito de tu parte. Audiodescripción, reconocimiento táctil, explicaciones... Y es muy gratificante ver cómo todo el mundo puede disfrutar de un montaje así, ver que podemos incluir a todo el mundo en nuestro espectáculo. Porque todos sentimos y necesitamos del arte. Y yo, insisto, era un mundo que desconocía hasta comenzar con Mariana, pero te puedo asegurar que, personalmente, he decidido seguir el camino de Palmyra.

¿A los actores os afecta de algún modo en la forma de trabajar o es más bien un tema técnico?

Es más técnico que otra cosa, sí. La manera de trabajar es, en esencia, la misma. Lo único que varía es que, media horita antes de comenzar la función, tengo que estar disponible para hacer el ‘paseíllo’, para que las personas que lo necesiten me puedan conocer, tocar, escuchar mi voz... Como actriz, solo tengo que estar disponible para la explicación.

¿Y el covid? Porque supongo que este ‘invitado’ sí que ha cambiado muchas cosas durante estos meses para ustedes...

Hombre, a todo el mundo nos mueve el miedo, la prudencia y la incertidumbre. Ya sabes: «¿Se hará? ¿No se hará? ¿Cómo se hará?...». Pero bueno, afortunadamente, ahora se puede volver a hacer teatro, y creo que es algo muy positivo porque, sí, necesitamos proteger la salud física, pero también la mental, y el arte es lo que nos salva en este segundo caso. Ahí tenemos el ejemplo del confinamiento: todos nos agarramos a las pelis, a los libros... Pero bueno, respondiendo a tu pregunta, lo vivimos con prudencia. Cuesta un poco adaptarse a ver los teatros a medio gas, pero, mirándolo por el lado bueno, quizá eso lo haga más especial, más emocionante, porque en los tiempos que corren subirte a un escenario cada día ya es un triunfo.

Por cierto, es gallega, pero no pasa demasiado tiempo sin que la veamos por aquí. ¿Qué le une a esta región y, en concreto, a Mula?

[Ríe] Bueno, yo es que ya soy un poco muleña..., y, por tanto, un poco murciana. Participo desde hace años con el cineclub Segundo de Chomón en la Semana de Cine Español de Mula, y me implico mucho en su desarrollo. He sido jurado, he presentado allí películas mías y cada año –salvo este último y solo por culpa de la pandemia– imparto unas charlas sobre cine y arte para los alumnos de los institutos del municipio. Y claro, en este tiempo he hecho muchísima amistades allí, por lo que espero que esta vinculación siga presente muchos años más. Por ellos, por esta familia de la que ya forma parte, venir a Murcia siempre es especial; y, en este caso, más, ya que el Romea es una de las grandes plazas a las que una actriz puede llegar.

¿Cuándo? Mañana, 19.30 horas

¿Dónde?  Teatro Romea, Murcia

¿Precio? 8/10/12 euros