Tras pisar con fuerza las tablas del Teatro Romea de Murcia hace poco más de un mes, Miguel Rellán y Secun de la Rosa regresan a la Región para presentar su último proyecto teatral: la adaptación teatral –a cargo de Jordi Galcerán y Jaume Buixó– de la novela de Santiago Lorenzo Los asquerosos (Blackie Books, 2018).

Bajo la dirección de David Serrano, los dos televisivos intérpretes dan vida a Manuel (De la Rosa) y su tío (Rellán), en una traslación cumplicada –el texto original no cuenta con diálogos– pero que ha demostrado ser sumamente efectiva, manteniendo la esencia del particular y enrevesado sentido del humor del autor vasco. Para situarnos, la trama parte de un suceso desafortunado: Manuel ha herido a un policía y se ha dado a la fuga, refugiándose en casa de su tío. No sabe el alcance de la lesión, pero su tío le aconseja que desaparezca: sea cual sea la gravedad, darán con él y pasará un largo tiempo en la cárcel.

Manuel no tiene otra opción que escapar aprovechando la noche y se refugia en un pueblo perdido y abandonado, un pueblo al que ambos deciden llamar Zarzahuriel. Allí, a pesar de no contar con casi nada y subsistir de milagro, Manuel descubre una nueva vida. Solo tiene contacto telefónico con su tío, que le ayuda en lo que puede desde la distancia, pero la paz, la tranquilidad y la libertad que el protagonista respira en Zarzahuriel no le hacen echar en falta nada; al contrario, su precariedad es lo que le acerca, hasta casi tocarla, a la felicidad. Y esto es así hasta que una familia urbanita, los ‘mochufas’ –como él los llama–, decide disfrutar la vida rural y adquiere y se instala en otra de las casas abandonadas de Zarzahuriel. Esta convivencia inesperada trastocará la existencia de Manuel y ensuciará para siempre su paraíso.

En concreto, la adaptación de Galcerán (responsable de hitos como El método Grönholm o Palabras encadenadas) y Buixó (guionista y director de Polònia) recoge toda la aventura a través de la mirada de los dos, del protagonista y su tío. Cada u desde su espacio, van viviendo juntos los distintos estadios por los que pasa la vida de Manuel, separados por la distancia pero unidos en escena como si estuvieran en un mismo lugar: el miedo inicial a perder la libertad, el descubrimiento de la felicidad de la vida solitaria y precaria, la ridícula facha de los ‘mochufas’ domingueros ensuciando su paraíso, la vuelta a la ciudad y el final definitivo a la búsqueda de la libertad absoluta. Todo ello a través del castellano radical e inclasificable de Lorenzo, que dota a la historia de un sentido del humor que es, simplemente, distinto a lo que conocemos. «Teníamos miedo porque es un lenguaje muy rico y gustoso de leer en página, pero no sabíamos si iba a funcionar al decirlo, si iba a crear una distancia con el espectador, y ha sido todo lo contrario: la gente disfruta con la manera marciana con la que dicen las cosas Manuel y su tío», explica Serrano, el director.