Lucía Lacarra y Matthew Golding crearon Fordlandia en pleno confinamiento. Fue la ventana a la que se asomaban –ella en Zumaia (Guipúzcoa) y él en Holanda– y por la que escapaban del ambiente opresivo de aquellos días. El espectáculo se estrenó el 19 de septiembre en Dortmund (Alemania) con piezas de cuatro coreógrafos de rango internacional, entre los que destaca el murciano Juanjo Arqués, y, desde entonces, ha pasado por el escenario del Teatro Arriaga de Bilbao y el de los Teatros del Canal en Madrid, entre otros. Este sábado, ambos se suben al del Víctor Villegas de Murcia dentro del ciclo ‘danzAuditorio’.

Lacarra (Zumaia, 1975) es una de las bailarinas españolas más internacionales: dirigió el Ballet de la Ópera de Baviera y tiene, ente sus premios, el Benois, el Nijisky y la distinción como Bailarina de la Década que se otorga en la gala Mundial de Estrellas de la Danza de San Petersburgo. Hablamos con ella para conocer un poco mejor a qué se enfrentará el público murciano que acuda a Fordlandia.

Crean esta obra durante en confinamiento y separados.

Teníamos pensado desde hacía algún tiempo crear un espectáculo juntos, pero no encontrábamos el momento para hacerlo. Con Yuri Possokhov habíamos empezado a coreografiar –él era mi partenaire en San Francisco–, y también con Anna Hop. Estábamos acumulando coreografías. Cuando se cerraron todos los espectáculos, Mathew y yo estábamos trabajando en Dortmund. El 19 de marzo viajamos, yo a ver a mi hija en España y él a ver a su hijo en Holanda, y ya no pudimos regresar. «Este es el momento –pensamos–, ahora tenemos el tiempo: vamos a crear el concepto, la idea…». Lo atamos todo, hablamos con los coreógrafos, con los diseñadores del vestuario, trabajamos tres meses telemáticamente y por teléfono por las noches (cuando los niños dormían)... Fue excitante.

¿Su válvula de escape?

Nos dio oxígeno para vivir la situación. Sabíamos que íbamos a ser los últimos en poder salir a trabajar y en poder actuar sobre un escenario. Fordlandia nos ayudó muchísimo, nos dio ganas de volver a las tablas; no queríamos más streamings, queríamos bailar. El 15 de junio salió el primer vuelo a Dortmund y yo iba en él, el 16 estábamos en el escenario y en agosto Fordlandia estaba listo para ponerse en escena. Fue nuestro salvavidas.

¿Es tan emocionante para el público?

Nos emociona la reacción de la gente cada vez que actuamos, ver cómo ellos perciben también esa esperanza. Nosotros necesitábamos crear algo que nos diera esperanza y fe en que volveríamos a encontrarnos y hacer nuestra vida de antes, en que volveríamos a vivir nuestra pasión por la danza. Queríamos plasmar la energía positiva que había dentro de aquella desconexión en la que estábamos inmersos. Hay una película que se proyecta durante el espectáculo y que sirve de hilo conductor –no es solo algo bello que acompaña a la coreografía– que plasma lo que estábamos viviendo aquellos días, con imágenes mías en mi pueblo, en Zumaia, y de él en un bosque de Holanda. Todo como si fuera un sueño; incluso, en un momento del vídeo, él cierra los ojos soñando como si nos volviéramos a encontrar. Llevamos la danza fuera de un escenario vacío (a un bosque, una playa...), incidimos en esa necesidad de oxígeno, de esos sueños, de esos anhelos... Queríamos que fuera honesto, sin muchas pretensiones, y que transmitiera.

En el espectáculo intervienen cuatro coreógrafos.

Y seis coreografías (dos coreógrafos tienen dos piezas). Hemos trabajado con personas con las que queríamos hacerlo desde hacía tiempo. Queríamos que fueran piezas nuevas, npero ada extremadamente romántico o apasionado. Con Juanjo Arqués existía una conexión desde hacía tiempo, por ejemplo. Y la única pieza ya creada con anterioridad es la de Christopher Wheeldon, que es como un símbolo de la vuelta a nuestra vida de antes.

Forlandia es una pequeña población en la Amazonia…

Sí. Es el nombre de la pieza central de la obra, precisamente de Juanjo Arqués sobre una composición de Jóhann Jóhansson. Es una música ensimismante, como un sueño rotatorio. El proyecto era nuestro sueño y esta música era perfecta para recrear algo utópico, onírico.

Han sido pioneros en llevar las impresiones de estos meses a una obra de arte.

Estamos viviendo algo histórico; las futuras generaciones lo estudiaran en el colegio. Hemos sido pioneros porque no esperamos a salir de esta pandemia, y menos mal..., porque no hemos salido y nos va a costar hacerlo. Fuimos más decididos y lo arriesgamos todo. Yo he dejado de contar las PCR que me he hecho, y lo difícil que es todo… Pero desde el principio hemos tenido esa motivación de sacar adelante nuestro sueño y estamos creando un segundo espectáculo, basado en el mismo prototipo, con audiovisual. La danza tiene que ser una experiencia completa. Mathew ha dirigido las secuencias. Cuando no estamos con Fordlandia estamos preparando el siguiente espectáculo

Muchos colegas, del ámbito musical, dicen sentirse privilegiados por poder trabajar en España, donde se ha mantenido la programación pese a la pandemia.

Absolutamente, me siento totalmente privilegiada por estar en España y actuar aquí. En Alemania son afortunados porque tanto el Gobierno como la ciudad les dan la misma subvención actúen o no. En Dortmund la compañía sigue haciendo su labor diaria, no actúan, pero siguen recibiendo dinero. En España la desventaja es que no hay ayudas, y eso les obliga a dejarnos trabajar: tienen que abrir los teatros porque si no nos hunden. Es una suerte poder hacer nuestro trabajo, y es importante para nosotros poder hacerlo con pasión.

¿Ha sido un periodo revelador para ustedes?

En las situaciones difíciles se demuestra tu naturaleza, sacas fuerza, y nosotros hemos querido sacar provecho de esto, de ese espíritu fuerte.

¿Qué es lo que le ofrecen al público murciano con Fordlandia?

Un espectáculo que nos ayuda a evadirnos de la dura realidad, de la deprimente y gris realidad, y que te transporta a un sueño donde siempre hay luz al final del túnel. Durante el tiempo que dure Fordlandia, nos olvidaremos de las mascarillas, de los cierres perimetrales… No nos damos cuenta de lo afortunados que somos hasta que lo perdemos, y luego lo apreciamos más, así que viviremos los nuevos tiempos con efusividad y alegría hasta que nos volvamos a acostumbrar.