En la segunda jornada de los ‘Conciertos de Primavera’ del TCM, Los Marañones y Los Estanques comparten hoy cartel y afinidad por el rock y la psicodelia. Hace un año, Los Marañones, con más de treinta de servicio irreprochable a la causa (se cumple estos días el 25 aniversario de la edición de su disco en directo), estrenaban su último trabajo de estudio, La máquina del tiempo (Perdición, 2020), el número 13 de su discografía, y fue Mejor Álbum de Rock en los Premios de la Música de la Región, aunque apenas han tenido oportunidad de presentarlo en vivo. Sobre todo ello hablamos con Miguel Bañón y Román García.

Más de 30 años juntos dan para mucho; también para haber acuñado verdaderos himnos que, a buen seguro, os harán conectar con vuestros fans en los directos. ¿Os llega esa energía del público con más intensidad ahora?

Román García: Buena parte de nuestro público se ha convertido en una familia con la que nos gusta reencontrarnos en los conciertos. Son fiestas en las que nos reunimos con nuestros amigos. Lo que se siente cuando los asistentes corean algo que tú has escrito es muy difícil de describir. 

¿Es muy diferente tocar en teatros que en salas de música? ¿Qué tiene más encanto?

R. G.: Son dos cosas muy diferentes. En los teatros, con el público sentado y todos mirando hacia el escenario, hay un silencio y una concentración que te permite ser mucho más sutil en lo que estás haciendo. En las salas de concierto, donde la gente está de pie, la energía es más intensa, pero la atención es más dispersa porque estás compitiendo con las barras y los corros de conversación (aunque la relación con el público es más inmediata). En los grandes festivales no tienes ni una cosa ni la otra. 

Miguel Bañón: Supongo que depende de las expectativas de cada uno a la hora de acudir a un concierto. Si quieres bailar, en el teatro lo tienes más difícil, por ejemplo.

Sacasteis un disco sin saber cuándo se iba a tocar en directo...

R. G.: Es que ya teníamos el disco grabado y fabricado cuando se desató la pandemia... La decisión era o bien posponerlo y esperar a ver cómo se iba desarrollando un futuro incierto, o publicarlo ya, para que al menos quien quisiera pudiera escucharlo, y ya se encontraría el momento de tocarlo en directo. Creo que fue la decisión correcta. Mucha gente nos agradeció poder escuchar nuestra nueva música mientras estaban encerrados en sus casas durante aquellos primeros días.

M. B.: Un disco es el reflejo de una etapa determinada de tu vida. Para mí es importante que haya cierta inmediatez desde que lo haces hasta el momento en que ve la luz.

¿Provocan las normativas sanitarias una energía distinta en las actuaciones, o cuando uno empieza se le olvida todo?

M. B.: Siempre hemos considerado la música como un medio de evasión, entre otras cosas. Pero tenemos en cuenta que no podemos hacer algunas cosas de las que solíamos hacer, como cantar por momentos en el mismo micro, tocar espalda con espalda, hombro con hombro... Ya sabes, ese tipo de buen rollo rocanrolero que requiere cercanía. 

R. G.: Una vez en el escenario, te concentras en lo tuyo y casi te olvidas de todo lo demás. Digo ‘casi’ porque en algún lugar de la cabeza sigues pendiente de la seguridad de todos; pero vaya, en realidad eso siempre ha sido así.

¿Puede ser un cambio de modelo a la fuerza para la música en directo?

M. B.: Llevamos un tiempo en esto, y hemos vivido muchos cambios sustanciales en el mundo de la música. Nunca ha sido una carrera fácil. Supongo que a todo hay que adaptarse y echarle imaginación y coraje.

¿Se le han visto mucho las costuras al sector y ha habido olvido institucional? ¿Qué es lo que más se ha echado de menos por parte de las instituciones? ¿Hay sensación de maltrato en el sector?

M. B.: Ha habido determinados gremios que han sufrido más la pandemia que otros. El del espectáculo y la cultura, ya de por sí, es bastante precario, y la cancelación de todos los eventos supone la ruina de todo el que se gane la vida con ello, ya sean artistas, promotores, técnicos, etc. Ha habido algunas iniciativas por parte de la administración, pero no son suficientes para solucionar el problema (llevamos más de un año con toda actividad paralizada...).

Hay artistas a los que el confinamiento les ha provocado una explosión creativa, y otros que se lo han tomado como un paréntesis extraño. ¿Cómo ha sido para Los Marañones?

R. G.: Con el disco nuevo recién terminado y muy pocas actuaciones, creo que nos ha tocado más bien lo del paréntesis extraño. 

M. B.: Nuestro local de ensayo no reúne las condiciones que requiere la situación; es pequeño para mantener los márgenes de seguridad, vamos. Así que hacemos todo lo que podemos en la distancia.

En un mundo copado por el estilo ‘urban’, ¿os sentís unos valientes apostando por el rock? ¿Cómo veis el género a fecha de hoy?

R. G.: Particularmente no veo el mundo de la música como una batalla entre géneros. Nosotros hacemos la música que nos gusta hacer juntos y con la que nos sentimos más cómodos. Creo el tiempo te pone en tu sitio si haces algo con fundamento, más que por el hecho de pertenecer a uno u otro estilo.

¿Creéis que la música gana a los estilos y las canciones y los textos bien contados van a sobrevivir siempre?

R. G.: Claro. 

M. B.: Llevamos toda la vida insistiendo en ello; somos muy cabezones.

¿Es necesario tocar fondo para componer un temazo? ¿Hasta qué punto tiene la música la capacidad de curar?

R. G.: Lo de que el artista tiene que sufrir para crear es un mito. La inspiración puede venir de cualquier parte. Pero bueno, desde luego, cuando te están contando una experiencia personal muy intensa con aparente sinceridad, es fácil sentirse identificado y convertir la obra en algo tuyo. La música, como el arte en general, te puede ayudar a convertir todo esto de vivir en una experiencia mejor, pero nada cura como la medicina de verdad. 

M. B.: La creación de un disco podría compararse a un parto (salvando las distancias); vamos, que no es nada dramático. Requiere sacrificio, quebraderos de cabeza, pero también muchas satisfacciones y disfrute. Con todas las canciones intentas dar lo mejor de ti, lo que no quita que alguna te salga rana.

¿Estáis preparados para ofrecer un concierto ante un público con mascarillas y separados por la obligada distancia social?

R. G.: Claro. Siempre será mejor que hacerlo delante de una cámara ante una sala vacía. 

M. B.: En cualquier caso, será un concierto. Las mascarillas y la distancia de seguridad no impedirán que fluya la música y las emociones.

¿Habéis logrado la meta que os planteasteis en los inicios o aún os queda para llegar a ella? ¿Os han encontrado muchos obstáculos por el camino?

R. G.: Como hemos dicho muchas veces, nuestro objetivo era grabar discos con nuestras canciones y poder tocarlas en público. Eso ya lo tenemos, pero cuanta más gente las oiga, mejor, claro. 

M. B.: En alguna ocasión nos han propuesto hacer cosas que hemos rechazado porque no iban con nuestra forma de ser. Creo que estamos satisfechos de lo que somos y seguimos siendo.

¿Estáis componiendo de nuevo?

R. G.: Sí, las ideas para nuevas canciones no se acaban. Cada uno en su casa va trabajando en lo suyo a su manera.

¿Cómo definiríais La máquina del tiempo en una frase?

R. G.: Es un aparato que te permite moverte por diferentes lugares y épocas a voluntad. Y sin moverte de casa. 

M. B.: El poder de la imaginación es ilimitado.

¿Cómo encaráis 2021? ¿Da para hacer planes?

M. B.: Seguimos con la petenera de presentar el disco en el mayor número de sitios. Para nosotros es como si acabara de salir.