El actor y cantante cartagenero Juan Guillén –más conocido como Juan Sinmiedo– encontró en la música una herramienta perfecta mediante la cual canalizar toda la frustración derivada del primer confinamiento. Residente desde hace años en Madrid, poco antes de decretarse el estado de alarma se trasladó a la residencia de San Basilio para trabajar como profesor en la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia y para estar cerca de su madre. Y allí le sobrevino una pandemia global aderezada con dramas familiares. Sin embargo, el de la ciudad portuaria es un «optimista patológico», y lejos de plasmar en canciones la cara más amarga de la crisis sanitaria, facturó una colección de pistas en la que reflexiona sobre cómo la covid-19 puede cambiar el mundo a mejor; y ni siquiera ahora, varias olas después, pierde la esperanza. De todo ello, de este quinto disco, 21 (2021) –que vio la luz hace escasas semanas–, hablamos con él.

Hace poco más de un mes que vio la luz 21, su quinto álbum: una obra nacida durante la pandemia. ¿Cómo surge este disco? ¿Tenía intención de escribir y coincidió con el estado de alarma o tiene su germen en una pulsión artística?

La verdad es que no tenía en mente componer ningún disco, pero la ansiedad producida ante el estado de alarma y posterior confinamiento hizo que me sentase al piano y tratara de describir musicalmente todo lo que nos estaba aconteciendo.

¿Cómo fueron aquellos días para usted? Me contaba que, pese a que lleva ya unos cuantos años residiendo en Madrid, ese primer confinamiento le pilló en aquí, en Murcia, a donde vino el año pasado como profesor de la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia.

Exacto. Vine a trabajar en comisión de servicios a la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia para estar cerca de mi madre, que ya tiene una edad avanzada. Y justo en pleno confinamiento, ella comenzó con un proceso de demencia que propició que compusiera canciones como la que le dedicó a ella y que se titula Rectángulo mermado. Desgraciadamente la peor parte de esta pandemia les está tocando a nuestros mayores...

El disco lanza un mensaje, dentro de lo que cabe, bastante positivo y optimista (o, al menos, esa ha sido mi impresión); sin embargo, imagino que no fue fácil mantener el ánimo durante aquellos tres meses, y menos cuando está escribiendo y vaciándose sobre el folio...

Dentro de mí hay un optimista patológico, y aunque me hallaba medio adormecido –como el resto de la sociedad– antes de la llegada del virus, interpreto que el estado de encierro que sufrimos me empujó desde la resiliencia a cambiar la situación. Si nuestro corazón está roto tenemos la oportunidad de transformarlo en algo muy bello y positivo.

¿Es más ‘fácil’, o, más bien, invitan más a escribir los momentos más duros como estos que los más dulces?

Definitivamente, en mi caso, los momentos más difíciles son los que siempre me han hecho ser más creativo. Me ocurrió hace veinte años cuando compuse Saturno, que es de mis temas más conocidos, justo a partir de un desengaño amoroso.

Volviendo a 21, musicalmente es un álbum casi minimalista: voz, piano, violín y alguna guitarra, poco más; lo que quizá refuerza el intimismo del disco o, incluso, nos traslada a ese apartamento en San Basilio en el que compusiste estas canciones casi en el más absoluto silencio. ¿Le salió natural o es algo premeditado?

El ambiente en la residencia de San Basilio era muy tranquilo, sí. Es un edificio en el que se da el cohousing, con lo que allí convivimos tanto gente joven como más mayor; quizá eso también me invitara a la reflexión. El ambiente, desde luego, era ideal para pensar en todo lo que estábamos viviendo, el aplauso de las ocho de la tarde, etc. Luego más tarde, y hablando con Manu Clavijo –qué es el músico con el que se ha producido todo este disco–, decidimos que 21 debía tener un tono sencillo, con pocos instrumentos y poca producción musical.

Prácticamente todo el disco está dedicado a esos meses de encierro y a sus repercusiones a nivel social, como Generosa madre. Háblame de ella.

Es una canción que habla de la generosidad, no solo de familia y conocidos, sino precisamente de aquellos desconocidos que han tenido un papel determinante durante el estado de alarma como son los sanitarios, personal de diferentes servicios, trabajadores de supermercados, etc. No nos acordamos de ellos hasta que ocurre un desastre como este...

No obstante, también hay algún corte que escapa un poco de ese arco temático principal. En este sentido, también tienes un tema dedicado al Mar Menor que, creo, inicialmente no estaba previsto que apareciera en 21, pero que finalmente no se ha podido resistir a incluir en el tracklist.

Realmente fue la primera canción que compuse, aún sin quizá saberlo, para este álbum, dado que la creé e interpreté para una concentración que se convocó en Cartagena en apoyo y defensa del Mar Menor antes de que estallara la pandemia en nuestro país. De hecho, aquello fue justo la semana anterior al famoso 14 de marzo de 2020... Una de las consecuencias positivas del primer confinamiento fue la repercusión que el paro casi total de la actividad en las calles tuvo en el medio ambiente, de forma que de alguna manera es una canción que también tenía que formar parte del álbum.

Cierra el disco con una canción de amor. ¿Por qué? ¿Tiene algún significado especial?

Si te fijas bien, también es parte de lo que ocurrió en algunas casas en aquel momento. Muchas parejas han convivido en ese primer encierro mundial, pero a otras les ha separado la imposibilidad de viajar y reunirse. La canción Atracción gravitatoria relata la imposibilidad de dos personas, una en el hemisferio norte y otra en el hemisferio sur, que tratan de verse y les es imposible.

Por cierto, antes mencionaba su canción Saturno, una oda casi al amor homosexual. ¿Se siente cómodo con esa etiqueta de ‘cantautor gay’ que muchas veces le acompaña, o este tipo de cosas son precisamente las que hacen que no acabemos de normalizar la diversidad sexual?

Nunca me ha gustado esa etiqueta, la verdad... De hecho, me defino más como ‘cantactor’ que otra cosa. Lo que vivo y siento sexualmente se refleja ya en mis letras. Aquella etiqueta se está quedando ya en una anécdota o en una forma de encasillarme. ¿Existen los periodistas gays como etiqueta o tarjeta de presentación?

Por último, y a modo de reflexión: en el disco, como decíamos, se muestras optimista. Ahora, un año o casi un año después del confinamiento, ¿sigue esperanzado y confiando en que ‘algo está cambiando’?

Los seres humanos somos expertos en meter la pata y tropezar repetidamente en la misma piedra, pero a pesar de todo confío en que siempre estamos a tiempo de cambiar para mejor.