Dramaturga y directora. La murciana, ganadora del CreaMurcia 2018, presenta este viernes en Beniaján su primer montaje profesional, Apnea, una obra sobre la ‘búsqueda’ y sobre el contacto con la naturaleza y el enfrentamiento entre la razón y el espíritu.

La joven dramaturga y directora murciana Ana Barceló regresa a ‘casa’ este fin de semana -desde hace tres años reside en Madrid, donde ha encadenado proyectos de investigación y beca referentes a las artes escénicas- para estrenar su último trabajo, Apnea. Lo hará este viernes sobre las tablas del Auditorio de Beniaján; escenario que «hace no tanto» la recibía como alumna de la Escuela Superior de Arte Dramático (ESAD). «Algo ha cambiado porque hablamos de un estreno profesional, pero hay muchas cosas que siguen igual», señala Barceló. Habla de los compañeros, de los maestros y profesores que acudirán a la presentación para apoyarle y acompañarles «en este viaje», e incluso de un encuentro que tendrá lugar hoy con estudiantes del centro. «Me hace mucha ilusión porque años atrás yo iba a esas charlas a ver a antiguos compañeros que venían a presentar sus proyectos. Me queda mucho por recorrer, pero soy muy feliz de dar los primeros pasos en casa», asegura. En cuanto a la obra, casi es mejor no saber demasiado. De momento, solo diremos que es la historia de Morgan (José Ortuño), un hombre que zarpa «en busca de algo más inmenso que el propio océano». Pero, por si no fuera suficiente, hemos hablado con su autora para ver qué más podemos ‘rascar’ antes de sumergirnos en Apnea.

Este fin de semana estrena Apnea, su primer gran montaje teatral. Me da la sensación de que es mejor acudir el viernes al Auditorio de Beniaján sabiendo lo justito del tema, pero ¿cómo le presentaría a nuestros lectores la obra?

Efectivamente, es mejor entrar a ver Apnea sin saber demasiado sobre lo que te vas a encontrar. En realidad hay muchas partes de la obra que el espectador tendrá que completar por sí mismo, porque no nos interesa dar respuestas, sino hacer preguntas. Es una obra que trabaja con el concepto de ‘búsqueda’. Queríamos investigar sobre el encuentro con un doble. Tenemos la idea de que un doble es una cosa exactamente igual a otra, pero nos preguntamos: ¿puede ser una ballena el doble de una persona? Aquí empieza la búsqueda de Apnea. Esta investigación la relacionamos con lo siniestro. ¿Qué es lo siniestro? Algo que es familiar, pero que por naturaleza está oculto. Apnea es un viaje al centro de uno mismo, de la luz y de la oscuridad que nos invade.

Intuyo que se trata de una obra tremendamente atmosférica, inmersiva... ¿Por qué? ¿Qué buscaba conseguir?

Cuando comienzo una creación escénica intento exprimir al máximo las ideas que se van planteando. Prefiero trabajar con pocos elementos y definir sus signos todo lo que pueda que tener en el escenario muchas ideas que no terminan de aterrizar. Para mí, sin duda, menos es más. No pretendía conseguir un ambiente tan atmosférico ni inmersivo, pero fue la intención de reducir al máximo los elementos escénicos lo que me llevó a trabajar con ideas más conceptuales. Una vez en este código, pretendo que el espectador se aleje un ratito de esta realidad tan complicada que nos acontece y pueda realizar el mismo viaje que los personajes de Apnea.

En la sinopsis de la obra dice que no quiere hablar de amor, sino de «algo más inmenso que el propio océano». Explíquese.

Piglia tiene una tesis que define muy bien esto: un cuento siempre cuenta dos historias. Vamos a contaros la historia de un hombre que se va a buscar una ballena, pero vamos a contaros algo más. Una a través de la otra y viceversa. La sinopsis tiene un tono provocativo desde el que pretendemos dejar claro que, efectivamente, queremos contar una historia de amor, pero no solo eso. ¿Amor a quién?, ¿de qué manera? ¿Somos capaces de enamorarnos de una idea? No estamos solos en el mundo, pero a veces nos sentimos tan solos que no somos capaces de amar la realidad. Esta obra es un equilibrio constante entre un mundo que no existe y el mundo real.

A la hora de desarrollar esta idea sobre el escenario le han ayudado mucho la escenógrafa Paula Castellano y el músico murciano Javier Arnedo, que también se encarga de la iluminación. Hábleme de la aportación de ambos en Apnea.

Cuando la creación de Apnea comenzó yo no sabía qué iba a necesitar. Pero en cuanto apareció el mar fue inevitable preguntarme: «¿Se puede crear el agua sin que realmente tengamos agua en escena?». Aquí entra la creatividad de Javier Arnedo, que entendió perfectamente la idea de que menos es más. Por otro lado, creamos un juego escénico en el que, cuando Morgan [el protagonista] está fuera del agua escuchamos lo que dice, pero cuando está dentro del agua escuchamos lo que piensa. ¿Cómo representar los pensamientos de una persona en una situación límite? Arnedo lleva la música a un lugar donde pocos podrían encontrarla; piensa con una guitarra. Es algo realmente difícil, y gracias a eso ha llevado Apnea a un nivel estético que yo no habría sido capaz ni de imaginar. Algo parecido ocurre con Paula Castellano, quien ha sofisticado las primeras ideas de escenografía y vestuario. De lo que tenemos ahora a lo que teníamos al principio nos separa un abismo, y ha sido ella la que ha creado esa distancia. Todo empezó cuando le dije que quería trabajar con una línea horizontal y ella me dijo: «¿Por qué no trabajas con una línea diagonal? Es como una horizontal, pero tiene profundidad». Ambos han aportado unidad, creatividad, ingenio y sobre todo ilusión y tiempo. Me parece fundamental que los directores se rodeen de profesionales de otras disciplinas que completen sus universos. Yo no habría llegado al desarrollo escénico de las ideas de Apnea sin ellos.

Y por otro lado están María Gomis y José Ortuño, sus protagonistas. ¿Satisfecha con su trabajo?

Lo que más me gusta del teatro es el trabajo con los actores. Elegir un elenco es probablemente uno de los momentos más difíciles de un proceso creativo. Da mucho miedo, porque te puedes equivocar y es un error (o acierto) decisivo para el montaje. Decir que estoy satisfecha con el trabajo de María Gomis y José Ortuño es quedarme muy, muy corta. Son trabajadores, entregados, buenos compañeros y, lo más importante: están enamorados del teatro. Al igual que Javier Arnedo y Paula Castellano aportan sus universos a la forma, María Gomis y Jose Ortuño lo hacen al contenido. Respetan lo que propongo, pero son críticos y saben decir que una idea no les interesa. Esto ha hecho que la obra crezca más rápido y también que yo pueda confiar en sus palabras. Ortuño trabaja dentro y fuera de la sala de ensayo con el personaje, celebra cada descubrimiento y está dispuesto a ayudar con todo lo que sea necesario. María tenía un reto muy difícil, ¿cómo atrapar al espectador solo con la voz? Ellos son Apnea porque se han comprometido con la obra no solo desde la puntualidad, el aprendizaje del texto y la interpretación de los personajes, sino desde un lugar más complejo; han encontrado cosas en sus personajes que los conectan con sus personas.

La obra, por cierto, viene avalada por una voz muy autorizada dentro del panorama teatral español actual: Juan Mayorga. Dice que se trata de un trabajo «singular» (lo cual, hoy día, es todo un piropazo) y de un proyecto «arriesgado en su fondo y en su forma», y de usted que es una «creadora imparable». ¿Cómo sientan estas palabras?

Me ilusiona mucho que Juan Mayorga piense esto de mi trabajo y de mí misma. Él es todo un referente para mí: me ha enseñado muchas cosas desde mucho antes de conocerle y nunca habría imaginado que alguien con su criterio tendría esta opinión. Apnea le debe mucho a él y al Máster en Creación Teatral de la Universidad Carlos III de Madrid.

¿Tranquilizan críticas como las de Mayorga de cara al estreno o es imposible aplazar las inseguridades previas a la presentación?

Es imposible aplazar las inseguridades. Es más: las palabras de Juan Mayorga implican una gran responsabilidad con el público que asistirá a la función. Tenemos que estar a la altura de lo que él ha considerado esta obra, y eso me asusta un poco. Confío en que así será, pero no quiero bajar la guardia ni un segundo. También tengo mucha ilusión con que las personas que tanto me han enseñado vengan a ver la obra, pero al mismo tiempo mucho respeto. Mis maestros, profesores y compañeros están en la ESAD de Murcia y en Portmán Teatro.

Por cierto, ¿qué supone estrenar en ‘casa’, en Murcia?

Es una alegría inmensa. Murcia es mi tierra y ha confiado en mí desde antes de terminar la ESAD. La situación es delicada y cuesta mucho trabajo que confíen en ti para hacer una función, por lo que estamos muy felices. Agradecemos enormemente a Pilar Pelegrín y al Auditorio de Beniaján que hayan confiado en nosotros.

La intención, a partir de ahora, imagino que es presentar Apnea allá donde les dejen.

Efectivamente, allá donde nos dejen, puesto que, dada la situación actual, estamos aprendiendo lo difícil que es conseguir fechas en los teatros y poder amortizar la inversión realizada. Este equipo ha contribuido a la obra no solo con las tareas que tenía encomendadas, sino con más cosas. Son utilleros, maquinistas, técnicos, regidores, apuntadores, ayudantes de dirección, sastres, publicistas…, y menos mal que tenemos a Alicia Cano, productora ejecutiva, que se ha encargado de buscarnos espacios para ensayar, preparar las salas, gestionar toda la parte burocrática, crear nota de prensa, gestionar el estreno, etc. Le agradezco enormemente el trabajo que realiza. Hemos puesto mucha ilusión, tiempo y esfuerzo en este trabajo y lo vamos a seguir haciendo.

Por último, y más allá de este montaje. Hace unos años ganó el CreaMurcia en la categoría de artes escénicas por Así que pasen cinco años, pero también logró un áccesit en cortos y documentales por La culpa y, poco después, presentó otro cortometraje de la mano del Aula de Cine de la UMU, Reconciliación. Como creadora, ¿encuentra grandes diferencias entre el audiovisual y el teatro?

Las diferencias entre el cine y el teatro son abismales. Para empezar, existe la creencia de que tienen algo que ver porque la palabra ‘director’ y la palabra ‘actor’ suenan en ambas profesiones, pero la realidad es que una dirección de actores en cine no tiene nada que ver con una dirección de actores en teatro. El teatro trabaja con un plano general permanente y en el cine puedes pasar de un primer plano a un plano general sin ningún problema, por ejemplo. Hay formas de hacer planos más cerrados en teatro pero no de acortar la distancia del espectador y el escenario salvo utilizando la videoescena, pero ya estamos entrando en un terreno peliagudo en el que los lenguajes se fusionan... Sin duda, lo que más me fascina de ambos es la diferencia entre lo efímero y lo permanente. El rodaje del cine es estresante porque, aunque un montaje puede ser milagroso, el material del que partes depende de lo que queda grabado en la cámara. Lo que ruedas ese día es lo que tienes, ni más ni menos. El teatro es diferente, es efímero, hoy ha salido peor la función pero eso significa que mañana saldrá mejor. Partiendo de esta base, no podemos pensar que el cine y el teatro son lo mismo. 

 ¿Cómo decide qué uno de sus textos va a subirse a las tablas de un teatro o es más susceptible de ser grabado?

Creo que no tengo tanta experiencia como para hablar de ese tipo de decisiones... Supongo que depende mucho de lo que quiera contar y cómo. Si el recorrido de la historia es más o menos largo, si las imágenes son más o menos realistas... El lenguaje teatral tiene un poder diferente del cinematográfico. En el teatro la obra pacta unas normas con el espectador y este accede al juego. Si le decimos que esa cuerda tirada en el suelo es un río, se lo cree. En el cine es más complejo conseguir esto; se suelen buscar planos más realistas, aunque esto no necesariamente significa contar la realidad tal cual la percibimos... Me gustaría mucho seguir investigando en ambos lenguajes y creo que es sobre todo en el momento de tener la idea cuando me planteo si lo podría contar mejor desde el audiovisual o desde el teatro.