La galería Progreso 80 sigue combatiendo la pandemia con arte. Cada pocas semanas, las obras que cubren sus paredes son descolgadas para dejar su espacio a nuevas propuestas. Artistas –en su mayoría murcianos– de diferentes edades y estilos encuentran allí un lugar en el que mostrar sus creaciones en un momento de extrema dificultad para el sector. Y lo mejor es que las exposiciones que aloja la galería pueden visitarse in situ (como debe ser), pero también, para aquellos que sufran las restricciones de movilidad o simplemente prefieran quedarse en casa, a través de Internet, en la página web de Progreso 80, que ha instalado cámaras para poder disfrutar de sus muestras en directo y desde la distancia.

La última artista en inaugurar allí ha sido, recientemente, la murciana Alba Cuéllar (1990), responsable de Reflejos, disponible para visitar desde hace unos días en la Sala 1. Una olla, un juego de cubiertos y el pomo de una puerta son los protagonistas, entre otros objetos o estampas cotidianas, de sus últimas creaciones, que más allá de ser simples proyecciones de la realidad –como podría sugerir el título– esconden una potente metáfora.

«De nuevo la artista nos hace mirarnos en el reflejo para buscar esa sombra en la cual la mirada se posa y se (re)conoce –explica la comisaria Rocío Marín Navarro–. Sin embargo, en la presente muestra los reflejos de Cuéllar han dado paso a una ruptura con ese espejo en el que ya no nos reconocemos. Así la artista rompe el cristal en mil pedazos como metáfora de ese no reconocerse en las imposiciones sociales que aún hoy en día conforman nuestro imaginario y que perpetúan una disonancia cognitiva entre la mente y el cuerpo».

En este sentido, hay una obra particularmente ilustrativa en este trabajo y que ‘rompe’ (nunca mejor dicho) la calma aparente de la muestra: un espejo retrovisor que ofrece un vistazo al pasado pero que está roto y cuarteado. «Cuéllar nos recuerda de dónde venimos, poniendo en valor el papel de todas aquellas mujeres, aquellas mujeres que con su trabajo diario, su lucha, han alimentado a toda una generación. Un pasado que hoy es presente y que hace posible nuestro futuro, un alimento para el pensamiento y la evolución de la especie», sentencia Marín Navarro.