¿Qué tienen los asesinos en serie que generan semejante magnetismo? No malinterpreten estas palabras, por favor; no hablamos de admiración, sino de visceral repulsa. Pero también de morbo, de ese que deriva, no tanto de la atracción de la violencia (este es un tema muy estudiado a lo largo de la historia de la psicología humana), sino más bien de la más absoluta incomprensión: ¿Cómo un ser humano es capaz de llegar a hacer algo así? La ausencia de una respuesta concluyente es la que explica que todavía hoy se le dan vueltas a los casos de Jack el Destripador –la BBC acaba de estrenar un documental que aporta nuevos datos sobre lo acaecido en Whitechapel en 1888– o Charles Manson, a quien Quentin Tarantino dedico parte de su último filme, Érase una vez en... Hollywood (2019). Y estos son tan solo dos ejemplos, pero incluso David Fincher y Netflix unieron fuerzas para repasar con Mindhunter (2017) algunos de los avances de la Unidad de Ciencias del Comportamiento del FBI, cuyos principales activos dedicaban sus esfuerzos en la serie a entrevistar a los serial killers más escalofriantes de la crónica negra estadounidense. 

Sin embargo, ninguno de estos famosos asesinos inspiró el último proyecto de Paco López Mengual (1962). Siempre con los pies y la mente pegados a la tierra que pisa, el escritor y mercero molinense anda a la caza de mitos y leyendas de la Región desde hace ya bastantes años, y si en 2014 recuperaba para el imaginario local la figura del bandido Manuel Pujante Luna (La pistola de Hilarito y otras historias que me narraron, 2014), hace apenas unos meses lanzaba al mercado el libro de relatos Cuentos de miedo para jóvenes valientes (2020), donde ya se atrevió a ofrecer las primeras pistas de un montaje teatral del que es autor y que este fin de semana vivirá su estreno en el Teatro Villa: Malnacido, una obra que llega a escena de la mano de la compañía Los Menos, bajo la dirección de Joaquín Lisón y que tiene como aclaratorio subtítulo 1852. Juicio a Romasanta, el hombre lobo de Ourense. El texto, por supuesto, se centra en la declaración del gallego Manuel Blanco Romasanta (1809-1863), autor confeso de trece asesinatos a mediados del siglo XIX y el único caso documentado de ‘licantropía clínica’, un trastorno alucinatorio caracterizado por las ideas delirantes del afectado sobre su transformación en un animal. 

«Yo llego al caso de Romasanta a raíz de que empiezo a interesarme por la historia del Tío Saín, un personaje muy interesante del imaginario colectivo murciano con el que se intentaba meter miedo a los chicos de mi generación. Según contaban –explica López Mengual–, era un tipo que vivía en las afueras, malencarado y malvestido, que se dedicaba a secuestrar niños en las siestas para después sacarles las mantecas. Y buscando información sobre él me topé con la historia de Romasanta, ¡un auténtico Tío Saín!», apunta el autor molinense. Y es que el ya legendario asesino gallego dejó su trabajo como sastre –tras enviudar cuando apenas superaba la veintena– para echarse a los caminos y recorrer Galicia como buhonero, vendiendo baratijas por las aldeas; un oficio que aprovechó para engatusar con sus buenas maneras a sus víctimas (siempre mujeres y niños).

«La historia llevaba tiempo dándome vueltas en la cabeza y un día, durante el confinamiento, me vino en forma de monólogo teatral», explica López Mengual. «Podría haberme extendido y preparar una novela –asegura–, pero me pareció que este era el formato más adecuado. Y sí, como apunta el título, la obra comienza cuando Romasanta ya está detenido y se enfrenta solo ante el juez –que, en realidad, en esta ocasión es el público–, al que está contando su vida desde que era un pobre niño marginado... Porque él era hermafrodita –apunta el molinense–, y, de hecho, hasta los 8 años todo el mundo pensaba que era una chica», un hecho que marca la vida de Romasanta y que, por tanto, es de vital (y casi primordial) interés en Malnacido. «Poner en escena esta historia –la de un hombre que sufrió discriminaciones y burlas por parte de sus familiares y amigos desde pequeño– representa hoy una oportunidad para lanzar una pregunta al público: ¿marginar y excluir a las personas ‘diferentes’ puede generar hombres lobo?», se pregunta Lisón (Murcia, 1971), el director. 

La tercera pata de este banco –que cuenta además con Paco Beltrán como encargado del vestuario y con la artista bullense Isbell como autora del espacio sonoro– es el actor Fernando Caride (Alcantarilla, 1970), que se encarga de dar vida a Romasanta en un juego metateatral que sirve para acentuar todavía más si cabe el papel de los espectadores como jueces. «Sobre el escenario no solo está el hombre lobo, sino que hay un actor (Caride) que en ocasiones se sale del papel y confiesa al patio de butacas que tiene ciertos problemas para interpretar a su personaje porque él no cree que exista pretexto alguno para justificar a un asesino en serie», señala López Mengual. Posicionarse del lado del intérprete o intentar empatizar con Romasanta será decisión de cada uno de los presentes, pero, si de algo sirve, el autor del texto aclara cuál fue el destino final de su protagonista: «Este hombre fue condenado a morir a garrote vil, pero un médico francés que andaba pendiente del caso elevó una petición de indulto a la reina Isabel II en la que explicaba que los hombres lobo no existen, que su transformación en un animal era algo que solo estaba en su mente y que lo que la sociedad necesitaba era estudiarlo, no ejecutarlo. Y lo consiguió, por lo que Romasanta pasó el resto de su vida en una prisión».

Por otro lado, y más allá del interés que por sí sola pueda generar esta historia, Malnacido será, este viernes (18.30 horas) la primera obra que pise las tablas del Villa tras bastantes semanas de funciones paradas. «Estamos muy contentos de poder estrenar aquí, en Molina. Y aunque me considero profeta en mi tierra –mis vecinos siempre acogen con bastante interés mis proyectos–, estamos un poco inquietos ante la posibilidad de que la gente tenga miedo de acudir al Villa. Por eso me gustaría insistir en que el teatro no es peligroso, en que se van a mantener todas las medidas de seguridad necesarias (con mascarillas y reducción de aforo) para poder disfrutar sin temores de la función».