La actividad no cesa en el número 27 de la calle Victorio de Murcia. Pocos espacios en la ciudad, en la Región y posiblemente en el país han conseguido mantener la caldera prendida y funcionando a pleno rendimiento pese al azote de la pandemia. En los últimos meses, la galería T20 ha inaugurado muestras, ha ampliado espacios –incluso, ha incluido una biblioteca–, ha presentado proyectos curatoriales dentro y fuera de sus muros y, ahora, sus codirectores presentan sendos libros.

Por un lado, Carolina Parra es la encargada de prologar el texto Isidoro Valcárcel Medina. El encanto de la crisis (Pombo Editora, 2021), que recoge los escritos que formaron parte de la exposición homónima celebrada en T20 en 2008 dentro del ciclo ‘No lo llames crisis’; por otro, su socio Nacho Ruiz sigue empeñado en desentrañar la historia de la feria de arte más importante de nuestro país: ARCO Madrid, de la que ambos son galeristas habituales.

Ya en 2004, y como parte de su tesis doctoral, el murciano publicó un estudio sobre el origen y la influencia del este evento en la compraventa de obras en España; ahora, y con la experiencia que le supone ser parte activa de esta cita anual desde hace casi dos décadas, lanza –también con Pombo– ARCO. Una historia de arte y mercado (2021), un libro en el que, según sus propias palabras, «suma al conocimiento teórico y el estudio de toda una vida, la práctica de haber habitado aquellos pabellones» de Ifema.

 

¿Cómo surge ARCO y cómo se convierte en una referencia internacional?

La feria surge de la modernidad que trae consigo la Transición. El franquismo fue un contexto reaccionario en el que el arte contemporáneo fue sospechoso y en el que el coleccionismo de arte era extremadamente conservador y minoritario. La nueva España democrática necesitaba homologar su escenario con el de los países europeos. El arte contemporáneo fue una bandera en el Madrid de la Movida, en un país que quería ser europeo y olvidar los años de represión.

En 2004 ya publicó un trabajo sobre esta feria (ARCO. Arte y mercado en la España democrática), ¿qué aporta esta nueva investigación?

Aquel libro fue parte de mi tesis doctoral. La diferencia es que en estos últimos veinte años he sido parte de ARCO: Carolina [Parra] y yo hemos estado allí como T20 y hemos conocido a fondo la feria. Este libro suma el conocimiento teórico, el estudio de toda una vida, a la práctica de haber habitado aquellos pabellones. Ambas cosas me autorizan a hacer este libro, un proyecto ambicioso y emocionante.

Es que son muchos años allí con la galería...

Pues nuestro primer ARCO fue el de 2001, con un stand muy pequeño. Entonces ya estaban Sonia Navarro y Miguel Fructuoso, y poco después se incorporaría FOD, artistas que este año volverán a estar presentes con nosotros en la feria.

¿Qué aprendió sobre la feria entrando en ella con T20? Es decir, ¿qué le ha aportado como investigador formar parte de ARCO?

Todo. Pero, sobre todo, un conocimiento muy profundo de la institución, del evento y de las formas de trabajo.

Se suele decir que ARCO es la gran referencia en cuanto a ferias de arte en este país. ¿En qué sentido ha marcado la pauta para las demás?

Total. Las demás se han supeditado a ella cuando han estado en Madrid y han buscado fechas que fuesen compatibles con ARCO. También ha marcado un estilo, una forma de hacer las cosas internacionalmente con proyectos y líneas curatoriales.

Desde su anterior trabajo, hemos vivido un par de crisis económicas. Más allá de la evidente merma en inversión y compra, ¿cómo afectan estas crisis al mercado del arte en general y a una feria así de importante en particular?

Son terremotos, más que crisis. Ésta aún está arrancando, y no sabemos cómo acabará, pero en las otras redibujó el mapa galerístico, hizo desaparecer a artistas y coleccionistas, hizo hundirse a museos... En definitiva, la de 2008 fue un cataclismo que estábamos dando por cerrada. La actual es como una paradoja histórica.

Suele decir que ARCO es un milagro. ¿Nos puso en el mapa, en cierto modo?

Sin duda. En los primeros años no existían estructuras homologables a las internacionales, así que fue el gran escaparate al que venían Lucio Amelio y Achille Bonito Oliva, en las que te podías cruzar con Rudi Fuchs y ver la transvanguardia o a los nuevos expresionistas alemanes. Fue como una especie de oasis.

¿Es imposible entender el arte contemporáneo sin entender el mercado del arte?

No, son cosas distintas: si bien el mercado necesita del arte, no siempre el arte necesita del mercado. Pero la relación entre ambos suele ser necesaria y provechosa.

¿Nace de ahí su vocación investigadora?

No específicamente en ARCO, pero mi tesis fue sobre la historia de la galería de arte española. Luego he investigado en muchos campos. Si bien estoy plenamente identificado con estos estudios.

Dicen que la vida va a ser diferente después del coronavirus. ¿Augura cambios estructurales en el mundo (y en el mercado) del arte?

Pienso que va a cambiar todo. El mercado se contraerá, los débiles irán desapareciendo y el poder lo concentrarán menos galerías que, a su vez, serán más fuertes. Los museos van a vivir tiempos difíciles y los coleccionistas también, pero sobre todo los artistas padecerán un contexto regresivo que agravará su ya difícil situación. No hay un futuro luminoso a corto plazo...

Suele cuidar mucho con quién trabaja. ¿Por qué Pombo?

Era una necesidad tanto de Carolina como de Rodrigo Fonseca, nuestro socio y diseñador, como mía. Amamos los libros, amamos el arte y amamos crear cosas nuevas, intervenir para cambiar un sistema del arte francamente mejorable.