Helena Maleno (El Ejido, 1970) pudo coger algo de aire hace dos años. En 2019, la periodista, escritora e investigadora fue absuelta de un juicio que la acusaba de tráfico de inmigrantes y pedía para ella cadena perpetua. Maleno, que asegura que «la frontera se puede contar de otra manera», contó su experiencia en Mujer de Frontera (Península). Esta tarde, a las siete, a través de Zoom, lo presenta dentro del marco de Cartagena Piensa.

¿Cuándo empieza su relación con Marruecos?

Llegué en 2002, interesándome por las nuevas políticas de control migratorio, cómo Europa paga a otros países para controlar la frontera.

¿Qué se encontró?

Desde la deslocalización de la producción de empresas como Inditex o El Corte Inglés hasta lo que casi era una ciudad en los bosques cercanos a la valla de Ceuta, formada por migrantes. Fui estudiando lo que pasaba en esa zona y qué estaba haciendo Europa. Mi proyecto era ver la externalización de esa frontera y tratar de reflexionar sobre el impacto que iba a tener y que, efectivamente, ha tenido.

Lleva allí casi 20 años.

Sí, fue un proceso. Fundamos la asociación Caminando Fronteras y empezamos a trabajar con los migrantes que estaban en el camino migratorio y con las mujeres. Mis hijos también empezaron a crecer allí, ahora son tangerinos y su lengua es el árabe, aunque tienen sus raíces en Andalucía. Han sido años duros, veíamos cómo la frontera iba acumulando muertes por efecto de esas políticas y cómo se iban enriqueciendo agencias como Frontex y cómo se militarizaba la zona. Por otro lado, yo he aprendido mucho de los migrantes. Sobre todo de las mujeres. He aprendido que hay otra forma de contar la frontera.

¿Esa otra forma de contar la frontera es el germen de Mujer de frontera?

Sí. Mis compañeras siempre me decían que tenía que escribir, y cuando terminó el proceso de criminalización al que fui sometida, me llamó la editorial Península para proponerme un libro. Y yo tuve clara mi propuesta. Había que escribirlo en primera persona. Era importante que la gente entendiese por lo que yo había pasado y también a las personas con las que me había cruzado. Una amiga dice que es una mezcla entre una novela y una novela realista que cuenta la vida de las personas en la frontera.

Utiliza su experiencia pero al final fotografía una realidad que excede con creces su caso. ¿Era imposible escribir esta historia de otra forma?

Sí, sabía que me iba a costar escribirlo así, pero no había otra forma. Contar esta realidad desde un ´yo' puede hacer que la gente se mueva. A veces hay que desarrollar saberes que van más allá de la razón, hablo de las entrañas, del corazón, de la experiencia...

¿Escribirlo ha sido doloroso, liberador o ambas cosas?

Yo soy muy pudorosa, y me costó bastante ponerme en el centro de la historia y narrar a partir del ´yo'. Por otro lado, creo que sirvió para reflexionar y proteger, no solo a mí, sino también a quienes dedican su vida a defender los derechos humanos.

Se le acusó de tráfico de inmigrantes y fomento de inmigración ilegal y se pedía para usted cadena perpetua. ¿De dónde salieron esos informes?

Esa petición aparece en el informe de la UCRIF [Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales, unidad de la Policía Nacional], que ya había intentado criminalizarme en la Audiencia Nacional, que ya había dicho que lo que yo hacía no era ilegal. Enviaron esos informes a Marruecos, donde sí tuvieron más recorrido. Decían que yo era traficante pero que no ganaba dinero con ello, pues vaya traficante. Cuando vi que se pedía cadena perpetua por haber llamado a Salvamento Marítimo, por ejemplo, me di cuenta de que estaban buscando un caso ejemplarizante, acabar con alguien para que todos los activistas tuviesen miedo al saber a qué se enfrentaban.

También recibió apoyo.

Mucho. Si sigo viva es por la red tan grande de personas que estuvieron apoyándome. Fue transversal, además: Ana Pastor, obispos apoyándome públicamente, colectivos de barrio, gente de aquí de Marruecos abrazándome cuando iba a hacer la compra, Naciones Unidas...Fue impresionante. Tengo la filosofía de que se construye democracia a través de la solidaridad y poniendo en el centro del foco los derechos humanos. Lo que me ha pasado a mí es un ejemplo de ello.

En 2019 fue absuelta. ¿Cuál es su situación actual?

La persecución nunca termina, eso lo aprendí de las defensoras de derechos humanos de otras zonas. Sigues llevando a cabo tu tarea y sigues sintiéndote fiscalizada y perseguida. Yo he sufrido difamaciones, ataques por internet, amenazas, intentos de agresiones físicas e, incluso, de asesinato...Yo he presentado denuncias con 34 páginas de comentarios de gente amenazándome. En el día a día cuento con mucha protección, es imposible para mí vivir como antes.