El lorquino Juan Antonio Fernández, Juan de Beatriz, fue anunciado hace unos días como ganador de la última edición del Premio Internacional de Poesía ´Emilio Prados´, certamen de referencia en cuanto a poesía joven en lengua hispana. Graduado en Filología Hispánica por la Universidad de Murcia, el escritor, de 26 años, acumula pese a su corta edad un importante número de reconocimientos literarios como XLIV Certamen literario ´María Agustina´ (2018), Premio Internacional de Investigación Literaria ´Revista Crátera´ (2019), por citar algunos, sin embargo el que acaba de recibir, convocado por el centro Generación del 27 de la Diputación de Málaga, le coloca como una de las más firmes promesas el panorama español. Reside en Córdoba -donde disfruta de una beca en la Fundación Antonio Gala para jóvenes creadores, desarrollando un proyecto de tecnopoesía-. La Opinión ha charlado con él para conocer un poco más sobre Cantar qué, el trabajo con el que ha conquistado al jurado y que publica en 2021, y sobre su particular concepto de la poesía.

Recientemente publicará un libro, Cantar qué

Es un libro de formación en el que he estado trabajando sin interrupción durante los últimos cuatro años. Supone la síntesis de horas de lectura voraz, gozoso estudio y mucha vida. Se trata de un libro de poemas escrito desde los bancales, mirando los caballones y el secano. En él hay muchos textos que pretenden llevar a lo universal ese estado de ánimo que impregna la huerta murciana o cualquier sur geográfico. En este sentido, también hay varios poemas que, siendo un homenaje a mis abuelos, aluden a cualquier persona que viviera la posguerra, su miseria. En suma, esta obra es un acto de justicia: con ella quería colocar el nombre de mis abuelos, labriegos analfabetos de Lorca, a la altura de nombres como María Zambrano, Garcilaso, Celan o Valente.

¿Cuáles fueron sus primeras lecturas poéticas y qué autores le influyeron?

No quiero contribuir al mito del adolescente precoz que lee y escribe. Mis comienzos como lector fueron fortuitos, pues en mi casa nunca hubo biblioteca, tampoco hábito de lectura. Este hecho es un asunto de clase crucial, que excede esta entrevista. El caso. Podría decirse que empecé a leer poemas en el instituto, allí hubo un profesor atento y también cierta predisposición por mi parte hacia lo poético, que todavía no comprendo. Esto sería lo evidente. No obstante, cada vez estoy más convencido de que la poesía no llegó a mí en forma de libro, sino mediante la oralidad: escuchando las historias de mi abuelo, viéndolo trenzar esparto durante horas en silencio, oyendo las coplillas que mi abuela canta mientras trajina. Esos fueron mis maestros.

¿Cómo definiría su poesía?

No tengo la menor idea de qué es la poesía. Por eso escribo. En cualquier caso, leo sobre todo autores y autoras muy cercanos al pensamiento, a la filosofía, a la reflexión.

¿Cree que el poeta 'evoluciona' en su escritura?

Completamente. Y pobre del poeta que no evolucione. De lo contrario, en lugar de poeta, sería más bien fábrica en serie o cadena de montaje. Sucede que la poesía, como el jazz, es un género en perpetua destrucción creativa. Puede (y debe) haber un tono de fondo o ciertos símbolos que recorran toda una obra, pero, sobre todo, me interesan los poetas que se reinventan a cada libro. Los que escriben desde la quietud y la humildad por la tradición fecundísima y plural que nos antecede.

¿Cómo ha cambiado su lenguaje poético a lo largo de los años?

Al principio, siendo joven, uno oscurece su escritura, en un intento por parecer más profundo. Cualquier adolescente es barroco sin saberlo, el joven se esconde en el hermetismo, porque verdaderamente quiere ocultar que no tiene nada que decir. Esto lo solía comentar Borges. Hoy aspiro a una transparencia, que no deje de lado la experimentación.

¿Cómo siente que un poema está terminado y cómo lo corrige?

La reescritura, a mi humilde parecer, es la escritura en sí. El poema terminado habla por sí mismo. El texto te pide final o más aire para respirar. Es como un coche cuando se ahoga y sabes que necesita una marcha más, una menos.

¿Cuál es el fin que le gustaría lograr con su poética?

If I can stop one heart from breaking, / I shall not live in vain, (Si puedo evitar que se rompa un corazón / no habré vivido en vano), Emily Dickinson. El poema tiene la misma utilidad que la rosa o la puesta de sol. Pura finalidad sin fin.

¿Qué lugar ocupan, para un poeta como usted, las lecturas en vivo?

Escuchar a los y las grandes poetas leer sus textos siempre es estimulante.

¿Qué opina de las nuevas formas de difusión de la palabra, ya sea en páginas de Internet, foros literarios cibernéticos, revistas virtuales, blogs, etc.?

Me parece fenomenal. Uno no puede permitirse empezar a ser reaccionario a los 26 años.

¿Podría recomendarnos un poema de otro autor que le haya gustado mucho?

Satisfacciones, de Bertolt Brecht, que me recomendó un amigo. Ahí está todo, pese a su brevedad. Pocos textos alcanzan una compresión política y existencial más certera de lo vivo. Por otra parte, en él está explicada toda la política que necesitaremos en el futuro.

¿Qué libro está leyendo en la actualidad?

Destaco la Poesía completa de Paul Celan y la Poesía reunida de Cristina Peri Rossi.

¿Qué consejos le daría a un joven escritor/escritora que se inicia en este camino de la poesía?

Que lea y viva y vea cine y escuche música y ame. Como si no hubiera un mañana. Pero sobre todo que ame. Poco más.

¿Cómo ve usted actualmente la industria editorial?

Soy ajeno al sector. Imagino que tiene una malísima salud de hierro, como de costumbre, sobreviviendo gracias a los cuatro best seller y a la pasión infatigable de unas cuantas editoriales alternativas.

¿Cuál es la pregunta que le gustaría que le hubiera hecho y no se la he hecho?

Está bien así. Ha sido un placer.