Enrique Javier Garcés de los Fayos Ruiz (Murcia, 1965) es un escritor por encargo. Pero a él no le llama un editor y le pide una novela. Es su mujer, Eva, que falleció hace ocho años, quien se los hace. Primero lo hizo con Más allá de esta vida, una novela teatralizada que llegó al corazón de los lectores; y ahora lo ha hecho con 21 gramos del alma, ambas editadas por Pluma Verde.

Garcés, Quique para los amigos, que también escribe semanalmente en la web de La Opinión, es un prestigioso Psicólogo del Deporte de la Universidad de Murcia. Desde bien joven está acostumbrado a escribir artículos científicos que se han publicado en las revistas más reconocidas del sector. Pero después de fallecer su mujer recibió señales. «Siempre he escrito literatura, pero no tan en serio como desde hace tres años», aclara el murciano, quien añade que «ahora que he llegado a una edad madura, en la que puedo hacer otras cosas, me dije de empezar». Pero también hay un «desengaño» detrás de su reciente afición, y es «porque la ciencia de tipo psicológico ahora mismo me ha echado para un lado. Todo va muy cuadriculado, muy medido, lo que no es demostrable no existe. Sé que con esa psicología no llegamos. A la gente hay que tocarle el alma y el alma no se mide ni puedes estructurarla científicamente». Y fue así como surgió su primer libro, Más allá de esta vida, «un desnudo integral donde el hilo conductor son las conversaciones que tiene el protagonista, que soy yo, con su mujer que ha muerto. Pero es que esas conversaciones existen, son reales. Sigo hablando con mi mujer casi ocho años después de haber fallecido».

Hacia el futuro

Garcés aborda en sus libros el amor y el más allá. Si su primera obra fue autobiográfica, la segunda también lo es, pero proyectada al futuro. «Estoy convencido de que una vez que nos morimos pasamos a otra cosa, y aquí es donde viene la idea de 21 gramos del alma, que no es un título accidental, porque hace 100 años, un investigador, un científico serio, el doctor Duncan MacDougall, hizo un experimento. Cogió a una persona moribunda, le hizo un sistema de medición complejo de la época, y comprobó que cuando este hombre murió, su peso fue de 21 gramos menos. Hizo eso en varios casos más y plantó esa hipótesis. La ciencia seria se le echó encima, pero fue simplemente porque no le interesaba aceptarlo. Ahora, sin ánimo de ser científico, me he arriesgado un poco más, y he pensado qué pasará el día que el protagonista de Más allá de esta vida se muera y se convierta en otros 21 gramos».

La religión, aunque por el hecho de escribir del más allá así se pudiera entender, no interviene en los libros de Enrique Garcés. «No es nada religioso, yo hablo de un estado de espiritualidad. Hay una inteligencia espiritual que es la capacidad para sentir y emocionarte con cosas que no son tangibles», aclara el autor, quien explica sobre su nueva obra que «es mi autobiografía futura. El protagonista tiene 67 años cuando fallece. Quique se muere y se encuentra con Eva. Mantienen conversaciones en relación a lo que han dejado aquí, hijos, mujer y otra gente, y lo que sucede allí. Allí es un sitio onírico que me he imaginado como un lago en medio de los Pirineos. En la primera escena él está hablando con Eva porque se encuentran, y en la siguiente sus hijos están en su velatorio. Hablo de la herencia importante que le dejamos a nuestros hijos, que es la personal, no el dinero y las propiedades. Intento describir cómo es ese mundo onírico y las funciones que le tocan hacer a él en adelante».

21 gramos del alma no es una obra para gente especial, pero sí recomendable a un perfil de lector abierto, capaz de ver el mañana desde un punto de vista espiritual, no material: «Los que se encuentren con la mente abierta van a disfrutar enormemente. Con Más allá de esta vida me llegaron comentarios a través de las redes sociales increíbles, diciéndome que se habían identificado con el protagonista o con la chica que se había enamorado de él. Quien tiene la mente cerrada, puede abandonar la lectura en las primeras páginas porque eso no vaya con él o que no le toque la fibra».

"¿Y ahora qué hago yo?"

Garcés, que también tiene preparada otra novela que será publicada próximamente, aborda en sus obras temas tabúes para una parte importante de la sociedad. La muerte y el sexo son los más importantes, pero el autor cree que también habría que incluir el amor: «¿Qué pasa cuando se va una persona a la que amas? La sensación real es, ¿y ahora qué hago yo con tanto amor que tengo? La sensación de parálisis que te entra es porque no sabes si se ha acabado, pero su alma es posible que ande por ahí y es donde encuentras una posibilidad de futuro. Hay veces que le digo a Ana Peinado, mi actual pareja, que siento la presencia de Eva, mi mujer, y que nosotros somos un cuarteto, porque ella también perdió su marido, y nos tenemos que organizar así».

Durante la última semana, con motivo de la Feria del Libro de Murcia, Enrique Garcés ha aprovechado para presentar su última obra. Pero este año no ha sido de forma presencial, en las casetas de Alfonso X, por donde el año pasado desfilaron más de 50.000 personas. Esta vez ha sido diferente por el coronavirus. «He tenido que hacerlo por entrevistas y a través de las redes sociales. Antes hacíamos presentaciones impresionantes, como en Más allá de esta vida, que se hizo en el Teatro Circo, en la sala pequeña. Le dimos magia, con actuaciones. Publicar en estos momentos es una ruina y mi editor se la ha jugado, pero no es rentable para él. Para ganar dinero tienes que ser Pérez Reverte, pero en los tiempos que corren no hay firmas ni ferias».

La trascendencia de las obras de Garcés no se han quedado exclusivamente en las publicaciones, ya que las mismas también han propiciado que, junto a Ana Peinado, haya desarrollado talleres para ayudar a realizar el duelo por el fallecimiento de una persona querida: «Hemos hecho más de 30 talleres para ayudar a la gente en el tránsito de la muerte. Hay mucha gente que sabe que los 21 gramos están cerca, que huele cosas que tienen que ver con esa persona. Hay gente que ha venido a los talleres con su perro o su caballo fallecido. Ahí empecé a darme cuenta de que este libro no había sido como otros que he escrito. Y todo esto me deja la sensación de que alguien se encargó de que hiciera el primer libro y que de repente me viniera otro día y me pusiera a hacer otro. Parecía como si me estuvieran dictando», concluye.