Hace casi una década, la periodista murciana se «echó la manta a la cabeza» y se marchó a Colombia. Lo dejó todo y, superados los cuarenta, decidió darle un vuelco a su vida para luchar por su sueño: viajar, contar historias. Y la fortuna premió su valentía. Su blog, 'Colombia de una', se convirtió en toda una referencia para quienes quisieran acercarse al país, pero también para los habitantes de la que ya es su segunda patria, que descubrieron de la mano de una española hasta el último rincón de su terruño. Pero de aquel largo viaje -interrumpido por la pandemia nueve años después-, Toya no solo se trajo a Murcia un puñado de entradas y unos cuantos likes, sino también una novela: Abril (Caligrama, 2019), en la que su experiencia se mezcla con el realismo mágico colombiano para ofrecer un interesante debut.

Acláreme dónde para, porque he leído por ahí que acaba de volver a España...

[Ríe] Sí, he vuelto a casa después nueve años en Colombia. En noviembre del año pasado me vine unos meses a Europa con el fin de mover la novela, presentarla por aquí y tal, y la idea era haber vuelto allí para Semana Santa. Sin embargo, estalló toda esta crisis sanitaria y, a día de hoy, todavía no hay vuelos internacionales a Colombia. Piensa que allí el proceso ha sido más largo, con cerca de seis meses en cuarentena... Creo que ahora, a finales de septiembre, empezarán a abrir la frontera aérea, pero yo por ahora me quedo aquí...; no me veo con ánimo de pasar otro confinamiento, y creo que es momento de estar tranquilos, de esperar. Así que, al menos hasta que termine el año, estaré por Murcia.

¿Qué tal ha sido la experiencia por allí? Desde luego, el plan de vida que llevaban parecía, a priori, un 'regalo': viajar, escribir, contar historias...

[Ríe] La verdad es que he tenido mucha suerte. Yo me fui a Colombia para pasar tres meses y al final me quedé nueve años; así de bien me ha ido. He hecho muchas cosas que nunca pensé que podría hacer. Yo soy periodista de profesión, pero eso de ir por ahí y que te paguen por viajar y contar historias es un sueño casi imposible, pero yo allí he tenido la enorme fortuna de poder enfocar mi carrera en esa dirección. Cuando yo llegué fue justo el momento en el que el país se estaba empezando a abrir; había tenido muchos problemas con la guerrilla, pero entonces ya estaba mucho más tranquilo y pude viajar por todo el territorio sin problemas. En cualquier caso, yo me he dedicado a contar la parte feliz y bonita de Colombia; ahora mismo es, de nuevo, un polvorín, pero yo desde el primer momento decidí poner mis ojos en los que me apetecía contar, en esa Colombia rural, en la de los campesinos, y al parecer a la gente le interesó mucho la mirada que podía ofrecer de ello una persona de fuera. Así que he sido muy feliz allí. Siempre estaré muy agradecida a Colombia.

¿Ha sido de esos viajes que le cambian a uno la perspectiva vital?

Por supuesto. A mí me ha cambiado muchísimo, te lo aseguro. Primero, porque me he dado cuenta de que soy capaz de muchas cosas. También porque este viaje me ha enseñado que nunca es tarde: yo me fui allí con más de 40 años, y a esa edad sientes como que ya no te puedes reinventar. Pero yo me tiré la manta a la cabeza y... lo conseguí; luché por mi sueño y lo alcancé. Y, bueno, profesionalmente, ni te cuento... Colombia ha sido para mí una escuela maravillosa de escritura diaria. Yo lo primero que hago cuando llego es abrir un blog de viajes que nunca pensé que leería nadie más allá de mi familia, pero que se convirtió en un éxito y en una referencia. Y es gracias a todo ese tiempo escribiendo cuando me veo capaz de empezar a escribir la novela. Por eso no me gusta hablar de Colombia en pasado, porque ojalá pueda tener una segunda etapa allí; no sé si de tantos meses seguidos -volver aquí te despierta cierta añoranza-, pero ojalá pueda ir yendo y viniendo en un futuro próximo.

Por cierto, ¿por qué Colombia?

Porque tengo un gran amigo allí: Daniel Meroño, cartagenero (de la del Levante, no de Indias) [Risas]. Él ha estado más de diez años viviendo allí, y antes de pensar en marcharme fui en un par de ocasiones a verle y me encantó Colombia. Así que, cuando decido darle un vuelco a mi vida, tenía claro que mi destino sería ese. Yo siempre he sido de viajar mucho, y he vivido en varias ciudades distintas, pero de España; esta vez quería algo diferente, y establecerme por un tiempo en un mismo territorio porque, como digo, quería trabajar como periodista de viajes. Y, bueno, aunque domino el inglés, quería escribir en mi lengua materna, por lo que era el destino perfecto. Así que llamé a Dani y le dije: «Que voy para allá», y me preguntó: «¿Pero por cuánto tiempo?» [Risas].

Entre los souvenirs que se ha traído, el más importante es Abril , su primera novela...

Sí. Si no hubiera ido a Colombia nunca habría escrito una novela. Para mí Colombia fue toda una inspiración. Mira, yo llegué en un primer momento a Bogotá -los turistas siempre buscamos primero la capital-, y es una ciudad difícil para vivir, con mucha gente, dessordenada... Y estoy agradecidísima a ella, porque allí me hice un nombre, pero luego me instalé en el Caribe y... [Ríe]. Como buena mediterránea, me gusta mucho el mar, y fue allí ya donde llegó la inspiración: me senté delante del computador -como dicen allí- y me puse a escribir.

Según sus propias palabras, narra la historia de una mujer que cruza el Atlántico en busca del sentido de la vida a orillas del Caribe. Tiene algo de autobiográfico, ¿no?

Es muy autobiográfica, pero es que mi historia da para una novela [Ríe]. Pero bueno, tiene muchas cosas de ficción, ¿eh? Es autoficción, que le llaman ahora. Pero me hace mucha gracia porque a veces me escriben amigos y me dicen: «Oye, en la del capítulo no sé qué eres tú, ¿no?», y a lo mejor me lo he inventado; o: «La de tal parte no puedes ser tú», y resulta que sí lo soy. Pero yo siempre digo lo mismo: me llevaré a la tumba quién soy yo en esas páginas y quién no. De todas formas, yo lo que he querido con Abril es darle voz a las mujeres: a mis amigas, a personas que han pasado en vida, a otras sobre las que he leído... Más que nada porque yo no soy tan valiente como para contar a destajo mi vida; tengo más pudor...

Entonces, Abril es...

Abril soy yo y todas las mujeres que he conocido en mi vida. Tiene un pedacito de cada una de ellas, y por eso las mujeres se sienten tan identificadas con Abril cuando leen la novela. Porque ella se cruza el Atlántico, pero es un viaje totalmente simbólico; quiero decir, tú te puedes ir a Ceutí a buscar el sentido de la vida, pero yo no me pude abstraer de lo que estaba viviendo... Pero bueno, si tuviera que describirla como personaje, ella es una mujer de cuarenta y pico años que busca el amor; lo cual me ha costado alguna crítica, por cierto. El otro día lo puso en mi Twitter: «Sí, Abril es de las que por un hombre cruzaría océanos y escalaría montañas. 'Feministas' del mundo mundial, dejadme que escriba de lo que me dé la gana. Gracias». Hay mujeres que buscan el amor, y no pasa nada. Además, es ficción; dejemos de decir que no se puede escribir de esto o de lo otro y hagamos en la literatura los viajes que hemos hecho siempre.

El libro tiene mucho de ese realismo mágico tan colombiano.

Pero muchísimo. Imagínate: cuando consigo salir de Bogotá, me instalo en Santa Marta, en la ciudad más antigua de Colombia y una de las más antiguas de Latinoamérica. Delante tenía el Caribe; detrás, la sierra de Santa Marta, uno de los sitios con mayor biodiversidad del mundo, y a apenas una hora y media de Aracataca, donde nació Gabriel García Márquez. Y todo eso se te mete dentro aunque no quieras; y más si estás viajando y empapándote de todo. Al final, todo aquello acabó explotando y lo plasmé en las páginas de Abril. Además, a lo largo de la novela ella va leyendo un libro del que no digo el título pero que es Cien años de soledad (1967). ¿Qué le vamos a hacer, si me instalé en la cuna del realismo mágico? [Risas].

A todo esto, Abril ya lleva algunos meses en el mercado. ¿Qué tal feedback ha recibido?

La novela ha gustado muchísimo. Si ya fue satisfactorio poder publicarla, cada vez que me llega un mensaje de alguien que la ha leído supone para mí un regalo de la vida... Justo ahora me acabo de encontrar con una señora de ochenta años que me ha dicho que le había encantado y he pensado: «Jo, que belleza que una mujer así haya entendido esta historia». Y luego me ha sorprendido mucho la aceptación que ha tenido entre los hombres. Cuando la terminé dije: «Madre mía, me ha salido como muy para mujeres; no le va a gustar a ninguno...», y enseguida me escribió Ángel Haro [artista murciano], muy amigo mío, y me dijo que le había impresionado, que creía que iba a ser la típica novela romántica coñazo y no. En concreto, me dijo algo muy bonito: «Me ha hecho entender mejor a las mujeres».

¿Y cuáles son tus planes a partir de ahora? ¿Nuevo libro? ¿Nuevos viajes?...

Por lo pronto me he vuelto a animar a escribir. Ha sido muy curioso, porque estuve escribiendo un diario de confinamiento en LA OPINIÓN y, claro, lo que en principio iban a ser quince días, acabaron siendo sesenta y dos. Acabé con la cabeza como si me la hubieran vaciado, pero ahora estoy en Cabo de Palos, en un sitio muy agradable cerquita del mar y, de la misma manera que el Caribe fue inspirador para mí a la hora de escribir Abril, ahora es el Mediterráneo el que me está empujando a hacer una segunda parte.