Diez años. Ese es el tiempo que ha tardado Domingo Villar (Vigo, 1971) en publicar un nuevo caso del inspector Leo Caldas, historia ya del noir español. Por supuesto, no ha sido por falta de ganas; ni de sus lectores, ni del autor, que desde que lanzara en 2009 La playa de los ahogados ha estado trabajando en esta tercera entrega (la primera, Ojos en el agua, salió tres años antes). Sin embargo, la tarea no fue sencilla ni corta -hablamos de más de 700 páginas-, y entremedias el autor se vio inmerso en la adaptación cinematográfica de su segundo libro, de la que es coguionista junto a Felipe Vega. Pero la cuestión es que El último barco (Siruela, 2019) ya está desde hace unos meses en las librerías españolas, y la acogida, tanto de los fanáticos del género como de la crítica especializada, no ha podido ser mejor. Buena prueba de ello es que este nuevo título de Caldas figura entre los finalistas del IV Premio de Novela Cartagena Negra. A raíz de esta nominación, Domingo Villar atiende la llamada de LA OPINIÓN después de pasar el verano en las mismas aguas que bañan sus historias.

La novela negra está de moda. ¿Qué cree que tiene el noir que engancha tanto a los lectores?

Creo que porque ofrece la seguridad de un final ordenado; porque, después del caos que se produce a partir de un hecho criminal y de la compulsión que genera, casi siempre la resolución del caso va a traer orden. Pienso que eso resulta atractivo para los lectores en un mundo tan convulso como este. También creo que hoy la novela negra es lo que la novela de caballería fue siglos atrás; es la gran novela épica de nuestro tiempo.

¿Y usted, cómo llegó a este genéro?

En primer lugar, como lector, y, como escritor, al tomar conciencia de que escribiendo novelas negras se podía hacer literatura con mayúsculas; libros cultos, hondos; libros que miraran al interior del ser humano, pero que también retrataran la sociedad en la que se mueve, y todo eso con la excusa de embarcarnos en un viaje divertivo en busca de la resolución de un crimen. Eso creo que fue lo que me llevó a escribir novela negra.

¿Un autor o libro que le haya marcado, que le hiciera seguir este camino literario?

La obra que supuso para mi un acicate y que me hizo intentar escribir novelas desde Galicia fue la de Andrea Camilleri. En general, todos sus libros, pero fundamentalmente La voz del violín (1997) y El perro de terracota (1996), que fueron los que me enseñaron que se podía contar cómo era el mundo desde un rincón de Sicilia. Gracias a ellos pensé: «Si él lo hace desde allí, ¿por qué no intentarlo desde mi ría?».

En la actualidad, ¿qué está tramando? ¿Anda todavía centrado en la presentación y difusión de su último trabajo (ahora le preguntaré por él) o tiene ya algún proyecto en el horno?

Estos días tengo trabajos diversos. He terminado una obra de teatro (aunque sé que es un mal año para las artes escénicas...) y estoy documentándome para una nueva novela de Caldas que también transcurrirá en las Rías Baixas. Por otro lado, estoy inmerso en la promoción de mi última novela en lugares distintos. Piensa que la promoción no siempre está acompasada con la publicación del libro en España; ahora llegan las traducciones, y éstas también obligan al autor a ayudar a los editores y a los libreros a difundir el libro. Y en eso estoy ahora.

Se lo preguntaba porque hay muchos escritores que se han tirado al teclado aprovechando estos meses de cuarentena. ¿Es su caso?

Para mí el confinamiento ha sido muy poco estimulante, la verdad. Me parecía que había una gran historia al otro lado de la puerta, y eso me hacía hasta preguntarme si la fantasía literaria tenía sentido... Pero me ha costado mucho escribir; y no solo escribir: me ha costado mucho leer también. No encontré concetración durante la cuarentena; por lo menos, no el primer mes. Después la cosa se ha ido suavizando y, finalmente, sí he tenido un buen verano lector y de trabajo.

Hablando del confinamiento y, por extensión, de la covid-19 (el gran villano de este año), ¿da este 2020 para una novela negra o más bien inspiraría un libro de terror?

Claro que da para una novela, pero para aquel que la sepa contar; bueno, y que la quiera hacer... Pero igual que los tiempos de la peste o las grandes guerras, que han generado obras sensacionales. No obstante, creo que todavía hace falta un poco de tiempo, de distancia; que decanten las sensaciones. Que termine de pasar todo y, después, seguro que habrá quien lo escriba. Yo no seré capaz; no me siento cómodo hurgando en ese dolor ni buscando alimento en las miserias, pero seguro que saldrán muchas novelas y muchas de ellas serán buenas.

Volvamos a centrar el foco: Cartagena Negra. ¿Qué espera de estas jornadas? ¿Es reincidente o es la primera vez que participa?

Es la primera vez que acudo, no solo a Cartagena Negra, sino a la ciudad de Cartagena. Y es una de las visitas que tenía pendientes, uno de los lugares que más me apetecía conocer. En cuanto al certamen, vamos a ver como transcurre todo... En fin, la Semana Negra de Gijón tuvo actos presenciales, pero eran encuentros un poco extraños porque la distancia de seguridad, de alguna manera, limita el calor del que se nutren las presentaciones y mesas redondas con público. Pero bueno, lo primero es velar por la seguridad de todos.

Háblenos, para quien no lo conozca, de El último barco . ¿Qué se va a encontrar el lector en esta novela que, además, es el último caso del inspector Leo Caldas?

Por fuera es una novela negra como todas las mías, y en este caso narra la búsqueda de una mujer de mediana edad que ha desaparecido. Pero, por dentro, es un cuento de amor a mi tierra por un lado y, por otro, a la gente que hace las cosas despacio, con cariño; a las profesiones artesanas, en definitiva. En El último barco el lector encontrará ceramistas, lutieres y otros oficios que se enseñan en la Escuela de Artes de Vigo -en la que trabajaba la mujer desaparecida- y que, de alguna forma, son muy semejantes al mío, al oficio literario.

Por cierto, ¿qué significa para usted Leo Caldas, con el que lleva tratando prácticamente durante toda su carrera literaria?

Bueno, Leo Caldas es un policía fundamentalmente humano. A medida que lo conozco, lo cierto es que me va cayendo mejor, porque noto que lo que le mueve es más la piedad que el cumplimiento estricto del deber. Él sabe que tiene en su mano la posibilidad de disminuir el dolor de la gente que sufre,de la gente que se ve afectada por un hecho criminal, y a ello se desdica. No le importa escuchar; es paciente y es piadoso. La compasión es su gasolina.

Por último: ¿Le recomienda a nuestros lectores una novela con la que enamorarse del género?

He leído este verano El mar de Corcira, de Lorenzo Silva, el ultimo episodio hasta la fecha de una serie que protagonizan dos guardias civiles, Bevilacqua y Chamorro. Creo que es una novela fabulosa y que cualquiera que se adentre desde ella en el universo de Silva descubrirá con alegría que hay muchos libros más.