El cineasta canadiense David Cronenberg no requiere, a estas alturas, ninguna presentación.

Director de culto, acapara títulos míticos como La mosca, Videodrome, El almuerzo desnudo o eXistenZ, ha labrado a lo largo de los años una carrera excepcional, situándose como un autor imprescindible, con millones de seguidores, pero al mismo tiempo ha logrado permanecer ajeno al maistream hollywoodiense. Resulta, en este sentido, bastante interesante acercarse a este ensayo de Jorge Fernández Gonzalo, en el que se disecciona su filmografía a través de un análisis pormenorizado de cada uno de sus trabajos. Cronenberg es considerado el pope de la 'Nueva Carne', una original perspectiva en la que lo cinematográfico y lo filosófico se entrecruzan poniendo de manifiesto los límites de lo corporal, la superación del propio cuerpo a través de hibridaciones con máquinas o monstruos. En la obra de Cronenberg abundan las situaciones en las que la carne es trascendida por lo maquínico, lo monstruoso o lo tecnológico (sobre todo en su primera etapa). Este ensamblaje entre lo corporal y lo maquínico nos permite reflexionar sobre la identidad sexual y también sobre los límites psicológicos entre los individuos, así como replantear la clásica dicotomía entre mente y cuerpo.

Aunque sus películas, al menos en su primera etapa, pueden ser denominadas filmes de terror o fantásticas, en Cronenberg es evidente que esta nomenclatura resulta insatisfactoria. De hecho, hay en sus tramas un evidente poso filosófico. Los 'terrores cronenbergianos' se alimentan de la enfermedad, la transformación corporal, las perversidades sexuales y la muerte.

Esta primera etapa en la obra de Cronenberg, definida por Fernández Gonzalo como 'Etapa Teratológica', está marcada por lo monstruoso, lo fantástico y la ficción al servico de ciertas ideas y conceptos. Es como si el director canadiense tratase de ocultar de un modo casi subconsciente sus reflexiones sobre la carne y el cuerpo bajo un filtro estético y un discurso fantásticos a través de metáforas sobre el Mal. Aquí se encontrarían películas como La mosca, Videodrome, Rabia o Cromosoma 3. En ellas son recurrentes las mutaciones físicas, los contagios, las enfermedades y las fusiones entre la carne y lo monstruoso.

En su segunda 'Perversa Etapa', Cronenberg sofistica su discurso y se aleja, en parte, de las iniciales estéticas fantásticas para elaborar un cine más 'realista'. Los fantasmas psicológicos sustituyen a los monstruos de la carne, por ejemplo en Un método peligroso. Se pasa de crear monstruos a señalar monstruosidades interiores, creando, de paso, correspondencias entre esta fase segunda con su fase previa.

Aquí encontramos cintas también extrañas como El almuerzo desnudo o eXistenZ, en las que se siguen configurando entrelazamientos entre lo carnal y lo maquínico, aunque las reflexiones que plantean parecen discutir más cuestiones ontológicas y psíquicas e incluso sociales. De hecho, en sus últimas cintas, Cosmópolis y Mapa de las estrellas, se vale de personajes o más bien de estereotipos para indagar sobre la banalidad, la superficialidad de la existencia. Al final, Cronenberg parece querer regresar al cuerpo a través de la fría superficie de la insustancial realidad y de la vacuidad de los cuerpos sin órganos.