El último libro de María Teresa Cervantes (Cartagena, 1931), El regreso imposible, publicado por MurciaLibro, reúne una serie de reflexiones en prosa, nutridas por los recuerdos, los sueños y las evocaciones de momentos lejanos en los que la vida dejó huellas imborrables que ahora la fértil pluma de la escritora recupera en estas estampas líricas con vocación de diario personal. Desde la soledad de la alta edad, desde las noches de insomnio, junto al mar de Cartagena y su luz, evocando encuentros lejanos, la escritora recupera sentimientos que trae a un presente invadido por trascendentes alusiones a la vida, a la muerte, al más allá: «La tempestad que ha de borrar mi vida no me dará respuesta del significado de mi existencia: vivir, morir. Sé que llegará un día en que perderé de vista la tierra, en que el universo empezará a despedirse de mí en su límite último de luz».

Las reflexiones metafísicas alcanzan estatura notable cuando la autora indaga sobre el futuro y se plantea su destino con Dios presente. Se pregunta, como Unamuno, por el silencio de Dios en la noche insomne o en la mañana del desencanto, e investiga e inquiere por ese mundo diferente que ha de venir y que ella ignora. Pero siempre el silencio es la respuesta y el desconocimiento acentúa el sentimiento de soledad y desamparo que nunca puede apagar, en el silencio propio, la sed de infinito que la aísla y le impide el descanso y el reposo anhelados. «Señor, si me hiciste a tu imagen, confíame si te sientes tan solo como yo». Soledad y silencio son la única respuesta que recibe.

Las presencias de la madre y del padre devuelven estancias y espacios de infancia y adolescencia que reviven intensamente días que nunca se han olvidado. Como tampoco se olvidan los lugares en los que se ha vivido, particularmente la Alemania de bosques inmensos y el París siempre recuperado con pasión. No solo París, sino también una Francia concreta, como se pone de relieve en la emotiva evocación de la figura del general De Gaulle, revivido con fervor en uno de los capítulos más intensos y documentados del libro, en el que surge con todo su ímpetu y su grandeur la inmensa figura del gran militar y político galo.

La profesora de la Universidad de Murcia Charo Guarino ha escrito un excelente prólogo para este libro, cuya portada ilustra un hermoso dibujo del pintor Asensio Sáez. En sus palabras preliminares ha destacado que está nutrido de reflexiones íntimas de singular calado y extraordinaria belleza, enriquecidas por la nostalgia que devuelve amores que fueron o pudieron ser, la conciencia de la soledad esencial e intrínseca al ser humano y las utopías que alguna vez fueron perseguidas con el propósito de ser alcanzadas. Y es muy cierto que la variedad de sugerencias concede al volumen un atractivo especial y pone de manifiesto una vez más la enorme riqueza del universo literario de María Teresa Cervantes.

Así ocurre con la presencia de tantos autores preferidos, que aparecen en las evocaciones con su lección de serena clasicidad: Antonio Machado, Stefan Zweig, San Juan de la Cruz, Baudelaire y su mar reinventado, Jorge Guillén, Juan Ramón Jiménez, Sédar Senghor, Virgilio, Goethe, Santa Teresa, Rilke€ lecturas que dan vida y ejemplo para entender la existencia como lo consigue también la música que se constituye en fondo de evocaciones de momentos lejanos. Y Bach sobre todo.

Todos estos elementos se unen a la naturaleza, la de hoy con su mar y su luz, y la remota de espacios evocados con pasión€ Desde la adolescencia a la juventud y de ahí a la madurez y al presente María Teresa va trazando estampas que se constituyen en estados de ánimo que la autora precisa y se impacienta por comunicar con su lector, al que se dirige como el amigo cercano que está ahí, siempre a su lado esperando escuchar los latidos de una vida tan intensa como emocionante: «Desde el lado del mar, los recuerdos asaltan la memoria, su azul irrumpe en mi vida, y se instala en el corazón de los que tanto lo amamos», porque «el mar de los recuerdos asalta la memoria y se expande€»

La noche plateada de los insomnios y de los sueños, los espacios infantiles, el eco lejano de una voz, el reflejo de una luz, deseos que se reviven y silencios que permanecen con su enigma y su misterio llenan con su plenitud estas evocaciones de María Teresa, porque solo contienen verdades, y su autenticidad se basa en la sinceridad de mundos retenidos cuando el ensueño permanece entre hojas muy hermosas que aplastará el olvido.