La pregunta siempre está ahí aquietada en el aire. ¿Cómo un pequeño país como Irlanda, de apenas cinco millones de habitantes, ha dado y sigue dando tal cantidad de genios literarios? Como una granada de fuegos artificiales, la noche se ilumina con nombres como Oscar Wilde, Jonathan Swift, James Joyce, George Bernard Shaw, W. B. Yeats, Samuel Beckett, Edna O'Brien, Seamus Heaney o Flann O'Brien.

No es casual. Todos ellos maman de la gran tradición literaria irlandesa, la más vieja de Europa, donde ya en el siglo VI se escribían los primeros poemas líricos.

De esa tradición, con profundas raíces en la literatura gaélica, se amamanta y emborracha Flann O'Brien, un escritor total, de una imaginación prodigiosa y fantástica y de un estilo que, nutriéndose de todos los géneros, convierte la escritura en ilusionismo magistral y la palabra en un hecho mágico para transformar la realidad en un mundo fascinante y sin límites.

Flann O'Brien, no solo está a la altura de genios como Joyce o Beckett. Junto con los dos forma, lo que Edna O'Brien, llama «nuestra trinidad de grandes escritores irlandeses», aunque ella considera a O'Brien «más cercano y divertido».

Nórdica Libros, que ya ha publicado otros escritos de O'Brien como El consumo de patatas en Irlanda, La vida dura, La boca pobre, o sus columnas periodísticas en La gente corriente de Irlanda, consigue el más difícil todavía publicando en un sólo tomo sus dos grandes novelas: El tercer policía y En nadar-dos-pájaros, la mas genial de todas.

El tercer policía es de esos libros escurridizos, pero inolvidables donde uno nunca sabe dónde se mete, página tras página. La historia la cuenta en primera persona un criminal sin nombre. Después de un atroz asesinato, cometido con un «amigo poco confiable», empieza a huir y recorrer paisajes que serían inenarrables Los primeros policías son figuras paródicas, irlandeses típicas de tebeo, obsesionados por las bicicletas. Todo es paródico en esta historia escrita con humor y melancolía y que esconde conocimientos secretos.

En En nadar-dos-pájaros descubrimos el genio de O'Brien, un genio que es necesario perseguir y encontrar en el laberinto lingüístico que construye el autor. Como un reconocimiento tácito a la literatura gaélica, de donde extrae el título, la historia tiene de protagonista a un estudiante con inquietudes literarias, pero holgazan que vive con su tío, cascarrabias consumado. El estudiante pone en movimiento tres historias aparentemente bastante separadas. La primera sobre MacPhellimey, «un miembro de la clase demoniaca», que medita sobre la naturaleza de los números pares e impares. La segunda habla de John Furriskey, nacido a los veinticinco años, y de Dermot Trellis, un escritor de novelas del Oeste. La tercera narra las aventuras de Finn Mac Cool, un héroe legendario de la antigua Irlanda.

Como ocurre con todas las obras de nuestro autor está atravesada por el humor y la fantasía desbocada, así como por un admirable estilo literario. O'Brien, más allá de su portentosa imaginación, fue un estilista de altura, capaz de fundir el relato realista con las ficciones más estrambóticas. En En Nadar-dos-pájaros no ocurre nada, o eso parece, más allá de los prolongados descansos en la cama y de las reiteradas visitas a los bares, ya que el objeto de la narración es la misma lengua, la palabra que anuda personajes y épocas diferentes, y que acaba por constituirse de manera deslumbrante en aquello que la literatura persigue desde sus inicios: la creación de un mundo propio.

Todo ello hace a la novela inusual, incluso única. Un destello insuperable de la ficción mas vital y genuina de un genio irlandés.