Dice Ángel Pina que Juan Marsé insistía en que no fuera a Barcelona. «Prefería que nos viéramos en su casa de Calafell -explica el cerebro de la editorial Ahora-, fuera del agobio de la ciudad, y es verdad que aquello era un remanso de paz». Una semana después de la muerte del escritor catalán, Nicolás de Maya también recuerda el municipio tarraconense: «Aquel arroz con Juan Marsé, su mujer, su hija y su editora, Carmen Balcells, la charla larguísima que tuvimos después...tengo muy claro que es uno de los mejores momentos de mi vida. De hecho, la foto preside mi casa». El artista ceheginero habla de una instantánea en la que aparece junto al autor de Si te dicen que caí y el editor murciano.

Fue en 2005. Pina y él asaltaron la residencia de vacaciones de Marsé para mostrarle el resultado del proyecto que había trazado un triángulo entre los tres: una versión ilustrada en gran formato del relato Historia de detectives. «Ese es el mejor momento -explica Pina-, cuando vas a visitar al autor y le enseñas el resultado del trabajo y ves cómo se le cambia la cara y piensa: 'Hostias, esto son palabras mayores'».

Todo surgió cuatro años antes, en el I Congreso Internacional sobre la obra de Pérez Reverte. «Fue un encuentro fantástico. Le expliqué [a Marsé] lo que hacía en Ahora ediciones y al día siguiente le llevé unos ejemplares. Al momento me dijo que él quería un libro de esos. Fue todo muy fluido: nos interesaba sacar a relucir un texto suyo que no fuera tan conocido, así que se decantó por Historia de detectives, que puede parecer una historia pequeña, pero sintetiza gran parte de sus obsesiones y su universo creativo. A él le hubiera hecho ilusión que el prólogo lo escribiera Vázquez Montalbán, pero acababa de morir, así que pensó en Pere Gimferrer, que también se subió en seguida al barco».

Nicolás de Maya aparece en escena

«El proyecto ya empezaba a tomar forma, tú fíjate: dos de los escritores catalanes más importantes de los últimos tiempos editados desde Murcia, pues qué quieres que te diga...», explica Pina como si cada día le preguntase al espejo si aquello sucedió. Faltaba un asunto por resolver: «Juan me dijo que pensara yo en quién podría hacer las serigrafías. Solo me pidió que fuera figurativo y yo le dije que encantado, pero que iba a ser alguien de Murcia. Le pareció bien», cuenta Pinta.

Es cuando apareció en escena Nicolás de Maya: «Yo conocía lo que hacía Ahora ediciones, y me parecía maravillosa esa línea de unir literatura y pintura en un libro. Cuando te llega un proyecto así, no puedes negarte».

Pese a la línea realista que seguían ambos artistas, hubo algún que otro palo en la rueda. En su periplo mexicano, De Maya se había obsesionado con el color. «Era algo que me latía muy adentro -explica el ceheginero-, así que empecé a incorporarlo a mi trabajo. Le presenté a Juan las primeras pruebas y le parecieron fantásticas. A la editorial no tanto: con el color se nos iba de presupuesto. Al final le di un giro y me centré en ciertos sectores de las obras y todos quedamos contentos». De Maya vuelve a recordar la conversación que se generó después de aquel arroz en Calafell: «Yo pensaba que Historia de detectives era un trabajo menor, pero me acuerdo de cuando Juan empezó a hablarme de aquellos sentimientos de juventud de los personajes, de lo importante que para él era retratar su propia identidad a través de la memoria, lo que sentía de joven cuando se subía a un cerro y veía la ciudad a sus pies...ahí empecé a ver la dimensión artística que tenía Marsé, luego me metí de lleno en su obra y pude ver la profunda hondura espiritual de su trabajo».

Obra premiada

Todo salió bien. Historia de detectives recibió en 2006 el Tercer Premio Nacional al libro mejor editado en la modalidad de Bibliofilia. «Juan quedó encantado con el resultado, nos acabamos haciendo muy amigos y me di cuenta de su talla humana. Era muy detallista -recuerda Pina-. En noviembre de 2008 me llama y me dice: 'Ángel, ¿qué vas a hacer en abril?'. Como teníamos cierta confianza a esas alturas, voy y le digo: 'Pues lo que tú quieras, Juan'. A los pocos días me llegó del Ministerio una invitación para asisitr a la entrega del Premio Cervantes, que se lo dieron ese mismo año. Tú fíjate, aquello era muy exclusivo, caben menos de 200 personas, y a él le hacía muchísima ilusión que estuviera con su familia. Siempre cuidaba mucho ese tipo de detalles».

Nicolás de Maya volvió a México. «Me di cuenta de la dimensión internacional que tenía su figura. Cualquier amante de las letras sabe quién es Juan Marsé, entendí que es de esos artistas que surgen de vez en cuando, los Picasso, los Cervantes...gente que marca hitos en la historia y que son puntas de referencia. Luego me jodió especialmente el ninguneo al que le sometieron las corrientes más radicales del nacionalismo catalán, estuvo totalmente fuera de lugar, entre otras cosas porque muy poca gente ha hecho tanto por construir el relato de aquella Barcelona oscura de posguerra como Juan. Lo bueno es que toda esa farsa acaba desapareciendo y lo que él dejó estará ahí para siempre».

«Regaba el espíritu»

La muerte de Marsé no pilló por sorpresa a Ángel Pina. «Hablé con él hace tres o cuatro meses -dice el editor- y ya le noté muy mal. Me dijo que estaba cansado. Poco a poco iba reduciendo su actividad social, que nunca fue exagerada, era muy casero y tenía una vida sencilla, pero el hecho de saberlo no ha quitado que no me haya provocado una pena infinita, está claro».

De Maya se enteró por Twitter: «Entre toda la chatarra que te encuentras en esa red social vi una noticia que me dejó totalmente noqueado. Siempre se te queda la satisfacción de que creó algo que perdurará, y que nosotros dejamos una pequeña huella en su trayectoria, pero es muy triste que caiga una figura que ha regado tu espíritu».