En este verano anormal, de dudas e incertidumbres, donde la cháchara y el ruido hacen que valoremos más lo urgente que lo importante, la literatura nos pone otra vez en el camino de lo vital y lo excepcional; de lo importante frente a lo apremiante y nos trae la escritura cuidada y sofisticada, el estilo deslumbrante, lleno de matices de James Salter.

La editorial Salamandra ha tenido la feliz idea de recuperar y traer a España Los cazadores, la novela con la que Salter inició su actividad de escritor; corría 1956 y Salter acababa de abandonar las Fuerzas Aéreas americanas donde fue piloto de caza en la guerra de Corea.

Salter, que murió en 2015 poco después de cumplir 90 años, fue un escritor de largo recorrido y también de largos silencios. No le apremiaba lo urgente sino lo importante, lo que dejaría su sello indeleble de escritor que plasmaba con sutileza y primor su mirada sobre la vida y las relaciones humanas. Por ello, lejos de obsesionarse con ser prolífico, trabajaba despacio y con cuidado, y a lo largo de su vida solo publicó seis novelas y dos colecciones de relatos.

Desde 2006 Salamandra ha traído a España los grandes títulos del autor norteamericano, que inició con sus cuentos, recopilados en La última noche, siguió con su autobiografía Quemar los días y continuó con Todo lo que hay, Años luz y su magistral Juego y distracción, la novela que consagró la carrera del novelista estadounidense tras su publicación.

Ahora, en este verano de luz fuerte pero incierta, Salamandra, como un delicioso helado de chocolate, recupera y nos trae al primer Salter, al que inició su largo trasiego literario con Los cazadores, una novela que se nutre y se alimenta de su corto paso por la aviación militar de EE UU, donde fue piloto de guerra.

Cleve Connel se afana en la guerra de Corea por derribar el mayor número de aviones enemigos para entrar en la élite de los pilotos de combate. Cegado por esta obsesión, no acierta a vislumbrar que el enemigo no es tanto el piloto coreano como su propia obstinación en lograr un falso deseo de gloria. Cuando finalmente se percibe de este conflicto, ello le ayudará ante el grave proceso de autodestrucción.

Salter se ejercita en mostrarnos como la mayoría de los humanos desprecian el conocimiento y la razón y se rinden a la pasión y al impulso de los sentimientos.

Los cazadores se publicó por entregas en 1956, años después, Salter (un obsesionado de la corrección de sus textos) la revisó y corrigió, reescribiéndola casi de nuevo. «Ser escritor es estar condenado a corregir», decía. Al leer estas páginas el lector siente en cada una de ellas la reverencia de Salter por la literatura, así como por su legendaria precisión. A los amantes de la literatura, de la lectura por placer, a esos sí que Salter les insufla con una pasión desbordante el veneno de la gran literatura, sin antidoto.

Leyendo a Salter vemos que el estilo es determinante, que no depende solo de la observación; también del modo de contar. «El estilo es el escritor en su totalidad», afirmaba Salter. Puede hablarse de estilo cuando un lector, tras leer varias páginas, es capaz de reconocer quien escribe. En Salter salta a la vista.