Confiesa el escritor murciano Ginés Aniorte que fue extraño revisar su última novela -Pandemia:2044- con una mascarilla puesta. Sin embargo, él no habla de la covid-19: año 2045, a consecuencia de un virus —sumado a una «pésima gestión política»—, se inicia el colapso mundial que lleva al planeta a las puertas de la sexta extinción masiva.

P Aunque se podría pensar que Pandemia: 2044 surge a partir de la pandemia del coronavirus, nada más lejos de la realidad: comenzaste a escribirlo hace dos años. ¿Veía factible que esto pasara?

R La pandemia de la que habla mi novela no tiene nada que ver con el coronavirus, es una pandemia que transforma el mundo de una manera mucho más determinante y que me permite afrontar la idea de cómo sería un planeta gobernado por mujeres, sin testosterona. Nunca se me pasó por la cabeza que pudiéramos padecer una situación como la que estamos viviendo. La pandemia de la que da cuenta mi libro me da pie a hacer una crítica social y política, no solo del año 2044, sino también de la actualidad.

P ¿Era la parte menos ciencia ficción de un libro de ciencia ficción?

R No tengo muy claro hasta qué punto mi libro es un libro de ciencia ficción. Podría parecer que hablar de nanochips fluyendo por nuestro torrente sanguíneo o incorporar a nuestro cerebro un chip transcraneal es ciencia ficción, pero no creo que alcance esa denominación. La nanotecnología con fines industriales o médicos es una realidad. Lo que desconocemos es de qué modo puede cambiar nuestras vidas y cómo otros pueden utilizar esa tecnología para someternos.

P ¿Cómo ha vivido que parte de lo que formulabas en el libro se haya hecho realidad antes de que lo publicara?

R Ha sido pura casualidad. Quizá por eso muchos, al ver el título del libro, piensan que he escrito una novela durante el confinamiento. Ya querría yo haber escrito en dos meses lo que me ha llevado dos años. Admito que me ha sorprendido estar corrigiendo las pruebas de maquetación mientras me veía obligado a llevar mascarilla.

P Muchos autores que han publicado en este contexto consideran que la pandemia del coronavirus ha resignificado su obra, ¿es el caso de Pandemia: 2044?

R No lo creo. Cuando los lectores se acerquen a mi novela podrán comprobar que no hay rastro de lo que hemos vivido estos últimos meses. Además, puedo decir que lo de menos en mi novela es la pandemia. Lo que más se percibe es el cambio desmedido al que nos puede llevar el crecimiento exponencial de la ciencia.

P Describe un panorama desolador. ¿Exagera o ni siquiera hace falta con la situación que vivimos?

REl panorama lamentable del que se habla en las primeras páginas bien podría ser el panorama que tenemos ya ahora, y no me refiero al coronavirus. Vivimos en una época en que la verdad parece ser que no tiene mucho valor. Rechazamos lo que no encaja con nuestra ideología y, lejos de atender a otras ideas y pensamientos, nos limitamos a escucharnos a nosotros mismos. Que mi ignorancia vale tanto como tu conocimiento es algo de lo que estamos plenamente convencidos. ¿Hay algo más desolador?

P Formula que hay macrosimuladores cuánticos que han sustituido a la clase política. ¿Cree que la robótica puede ser un peligro incluso para las democracias?

R Sin duda. El hombre nunca cederá más espacio del que le obliguen a ceder e intentará mantenerse en el poder que lo ha entronizado desde el principio de los tiempos. En Pandemia: 2044 la Liga Rebelde consigue desterrar a los hombres de la política para intentar demostrar que el mundo, sin ellos, también subsiste. La cuestión, que es otro debate, es si el problema tiene que ver con la testosterona o si el ser humano, más allá del género al que pertenezca, hace lo mismo cuando se descubre en posesión del cetro. La reflexión está servida.

P Dedica el libro a Michel de Montaigne y a William Shakespeare. ¿Cómo le han influido?

R Adoro a Michel de Montaigne. Desde que lo descubrí no paro de darle vueltas; siempre le encuentro matices nuevos. Shakespeare es el grande de los grandes. Y ya quisiera yo que me hubiesen influido. La dedicatoria es una forma de pagar la deuda que este libro ha contraído con ellos. Las dos mujeres que protagonizan mi novela incorporan a su chip transcraneal una prótesis cognitiva con la literatura de estos escritores y, así, cuando hablan, Shakespeare y Montaigne se mezclan con sus palabras. Tal vez un día lo podamos hacer todos, ¿no es una forma de combatir lo mediocre? Por otro lado, una de las protagonistas es descendiente, según ella, de Montaigne e impone las ideas de este a los franceses como si de una nueva religión se tratara. Me pregunto qué doctrinas se nos obligarán a asumir en el futuro de manera inconsciente.