La realidad descontextualizada que sintetizaba las ideas del pintor Luis J. Fernández (Blanca, 1974) en series anteriores (con obras como Gravedad discursiva, realizada en 2018, y que formó parte de la exposición colectiva Retóricas de la carne, en el Museo de Bellas Artes de Murcia) ha dado paso, de forma inevitable, a dibujos más intimistas, enmarcados en el contexto actual de crisis sanitaria e incertidumbre, haciendo visibles sus reflexiones y sensaciones ante esta situación, una serie que ha denominado Análisis del tiempo.

Una retórica visual que emerge desde una concepción humanista, desligada ahora de los planos superpuestos que describen parte de su producción. Obras en blanco y negro realizadas en grafito sobre papel que, en escasas ocasiones, combina con acuarela.

Hay un concepto que prevalece, intacto, en ellas: volvemos no solo a «la realidad que vemos, sino a aquella que imaginamos». Estos ejercicios de imaginación -como los denomina el artista-, poseen la capacidad de encadenar una narrativa continuada, presa, al tiempo, del desasosiego, honestidad de pensamiento, sensibilidad y crudeza; es decir, «de inevitable realidad», sostiene. Pero también de esperanza, de una práctica «de fe» tan presente en la vida de Fernández como su compromiso con la pintura.

Los elementos representados siguen situándose en el plano de la abstracción, en un encuadre blanco, porque las iconografías permanecen «flotantes». Ensoñaciones que nos retrotraen del pasado al presente, pero donde los objetos que definían sus cuadros -acumulaciones de imágenes o cráneos y capas superpuestas-, han sido sustituidas por manos y ojos que nos interpelan y sobre los que se asienta el conocimiento.

¿Será -quizá-, esa paradójica dualidad del acercamiento/ distanciamiento la que rememora en sus dibujos? ¿Serán -acaso-, esos ojos abiertos, las diferentes visiones de esta crisis? ¿Pueden las manos tendidas en toda su extensión o cerradas en forma de puño, constituir los mensajes de esta realidad desenfocada?

Tal vez en este contexto haya muchas miradas e impresiones. Cuando el ser humano se ha detenido en una observación de sí mismo, Luis J. Fernández también revela un espacio que construye muchos espacios -interior y exterior-, símbolos religiosos que se deslizan lejos de la construcción del relato por superposición para construir un enfoque delicado: pocos elementos con contundente escenografía.

Esta nueva serie muestra su capacidad de imaginar, de innovar y de inventar. Alejado de su estudio, ha mirado el arte desde otra perspectiva. No hacia sus edificios, ni desde sus elevados rascacielos, sino desde un plano concreto, centrado, en «papel confinado», como especifica en una de sus últimas obras titulada Paseo sobre papel confinado. Bajo esta etiqueta, comienza la conversación (online).

P ¿Se refiere a papel que tenía en casa, reutilizado, reciclado?

R Cuando empleo el adjetivo 'confinado' para calificar el tipo de papel que utilizo, hago referencia a unas hojas que tenía en mi estudio en carpetas y que, por un motivo u otro, llevaba años sin utilizar. Es más, no sabía que el papel estaba ahí, confinado en una carpeta sin posibilidad de aplicarle alguna utilidad. La obra Paseo sobre papel confinado surge, como el resto de la serie en la que trabajo, a consecuencia de estas circunstancias excepcionales que vivimos.

P ¿Qué diferencia este planteamiento pictórico de sus trabajos anteriores?

R Por lo general, y así ha sido a lo largo de mi carrera artística, las obras guardan relación con temáticas vinculadas con mi propia vida, el entorno donde resido y el estudio del paisaje urbano contemporáneo en diversos sentidos, haciendo hincapié en la eliminación de fronteras entre el exterior y el interior, a través de la disolución de la propia arquitectura que se refleja en estas obras. La diferencia, en esta ocasión, se encuentra en la técnica y en el reflejo del momento político y el drama social que atraviesa la sociedad.

P En esta etapa, sus dibujos se alejan de planos superpuestos, ¿es un discurso más cercano, más intimista, en la línea de Gravedad discursiva?

R Esta vuelta al dibujo que, de manera obligada, he llevado a cabo, dejando de lado proyectos de mayor envergadura, comenzó con lo que pretendía ser un acercamiento al arte clásico, un trabajo, básicamente, académico. La gravedad de las circunstancias, la pérdida de derechos que supone este confinamiento, el trágico dato diario de centenares de víctimas de esta pandemia, la complicada situación económica que se vislumbra en el horizonte, entre otras muchas circunstancias, me llevan a mostrar, a través de la plástica, todos esos sentimientos que el propio confinamiento acentúa.

P Llama la atención títulos como Cautivos del aplauso, ¿sobre qué ha reflexionado durante el confinamiento? ¿Es una obra de crítica social?

R Efectivamente es una crítica social que apunta a ese 'buenismo' que se pretende inculcar a la sociedad, con el único fin de que esta actúe en manada, en detrimento de la reacción personal, que se reserva el individuo para no sobresalir del grupo. De ahí mensajes como el '#todosjuntos', '#yomequedoencasa' o el '#todovaasalirbien', a pesar de que ya ha salido mal. Nada que conlleve decenas de miles de muertos puede salir bien.

El 'buenismo' al que hago referencia, es el que nos ha llevado a la sociedad a aplaudir a determinada hora del día en señal de gratitud, de manera especial, a nuestros sanitarios, mientras descuidamos la reivindicación de este personal, que hace que se enfrente al virus sin material que pueda proporcionarles unas mínimas garantías de evitar el contagio y, por consiguiente, el riesgo de contagiar a sus familias. Recordemos que mientras la nación aplaude, España se convierte en el país que más sanitarios contagiados tiene en el mundo. Claro que hay que reconocer la labor de todos los profesionales que no han dejado de trabajar por mantener una actividad básica e imprescindible para nuestras vidas, pero sobre todo, hay que exigir a nuestras autoridades que les proporcionen lo necesario en la lucha contra esta grave enfermedad. No hay mayor reconocimiento que su propia defensa -dice contundente. Quiero mostrar, llegado este punto, mi más sincero apoyo a todos aquellos profesionales que tuvieron que bajar la persiana de sus negocios por el decreto del estado de alarma, y que por la crisis económica, no podrán reiniciar su labor profesional -exclama apesadumbrado.

P Paz, sufrimiento, consuelo, pero también esperanza. Hábleme del cuadro donde la mano toca la flor y está unida, a su vez, a un pájaro. ¿Toma su inspiración del fresco realizado por Miguel Ángel? ¿Hay influencias bíblicas en su pintura?

R Así es, está inspirado en La creación de Adán de Miguel Ángel y muestra una mano castigada y demacrada; es el sufrimiento de una persona y, a la vez, la motivación que experimenta esa persona a través de la fe, una esperanza que está por venir.

P Imagino que las limitaciones de desplazamiento desde su residencia hasta el estudio, ubicado en Blanca, han supuesto una recuperación de la técnica del dibujo, más pura, sin superposiciones ni capas. Los planos subyacen de los trazos, si cabe más marcados que en otras ocasiones. ¿Será que el mensaje es demasiado contundente y no necesita decorados?

R De forma evidente, la situación ha influido en mi quehacer artístico, como supongo que en la labor de todas las personas. Es más, no solamente una situación como esta influye en lo laboral, sino en todo lo relativo al individuo. En mi caso, la dureza del momento hace que el dibujo sea directo, el trazo más firme y expresivo y, por consiguiente, el mensaje más claro.

P Con el recurso de la iconografía religiosa, incorporada en otras de sus series, ¿continúa la herencia de trabajos anteriores?

R No guarda relación con otros trabajos. De hecho, se produce un paréntesis con esta nueva serie. Yo soy hombre de Fe y, como tal, en situaciones como esta en la que la enfermedad golpea tan duro a la sociedad, recurro a ella, a través de la oración en el ámbito personal y más íntimo, y mediante la iconografía cristiana, que tiene su reflejo en mi trabajo.

P Manos en posición de rezo, ojos que parecen escrutarnos, ¿qué desea mostrar? ¿Cuál es el diálogo con el espectador?

R El confinamiento que padecemos, la independencia y soledad que propicia este aislamiento me provocan una necesidad mayor de expresión. De ahí que gran parte de la obra esté centrada en las manos, un elemento muy expresivo. La obra con las manos en posición de oración, y de las que brota una planta espigada, es un recurso para mostrar una sociedad madura que, sin duda, volverá a una vida plena.Los ojos componen un trabajo que surge a raíz de una situación cercana, cuando unos amigos sufren la pérdida de su padre, del que no pueden despedirse porque no es posible visitarle en el hospital. La pieza titulada La última frontera es un estudio de expresión ocular, en el que trabajo los ojos como ventana de nuestras emociones. Con esta propuesta, pretendo homenajear a todas esas personas que, en el último instante de su vida, no han podido cruzar su mirada con la de sus seres queridos, dejando ausente esa última frontera que delimita la vida terrena de la vida eterna, la vida del cuerpo y la vida del alma, la vida vivida y la vida por vivir.

P ¿Cómo ha modificado esta situación sus rutinas de trabajo? ¿Sigue levantándose a las cinco de la mañana para pintar?

R- He cambiado la rutina de trabajo por completo. Me levanto a las 7 y hago mis series deportivas, dependiendo del día, una u otra, y comienzo a trabajar a las 8.30 horas, hasta las 13.30, y de 16.00 a 20.00 horas. Pero no solo he alterado los horarios; he cambiado la soledad del estudio por las interrupciones de los niños, que me preguntan las dudas de sus deberes, me piden el almuerzo o discuten entre ellos por diversos motivos, y es que estos días también les pasan factura.

P ¿Ha creado su propio estudio en casa?

R Cuando vi que se complicaba la situación y hasta el trabajo quedaría suspendido me aprovisioné de material para dibujo: papel, grafitos y lápices de acuarela, con los que llevar a cabo proyectos de pequeña envergadura que fuesen fáciles de realizar en casa. En mi propio dormitorio he habilitado un espacio para poder trabajar a diario. Otras veces dibujo en el salón de casa, en compañía de mis hijos, junto a los que, de vez en cuando, pinto algún bodegón de fruta, que cada uno versiona a su manera. Una opción más para mantenerlos entretenidos.