A Madame Bovary la señalaba todo el pueblo por sus gustos raros. No llegó nunca a encajar en Yonville. Se pasaba los días en soledad. Su marido dedicaba sus horas a visitar pacientes. Mientras tanto, Emma miraba por la ventana el clima adverso del norte de Francia. La lluvia destrozando el jardín en el que había trabajado durante días.

El chaparrón del fin de semana ha caído sobre Díaz Ayuso, y no sin razón. La dimisión de la Directora de Sanidad de Madrid, Yolanda Fuentes, por negarse a firmar la petición al Gobierno para pasar a la Fase 1 deja al descubierto los dos dramas más grandes de la crisis: la salud y la economía. La presidenta de la Comunidad pretendía imponer el criterio económico al sanitario. Incluso se especula con una razón más obscena, la de esperar el rechazo del Gobierno central como pretexto político. Nos vamos a la quiebra porque Sánchez no nos dejó actuar, pensará. Un movimiento que de ser cierto exige una disculpa y alguna dimisión.

Pero hay algo sórdido en muchas críticas a Díaz Ayuso desde que apareció en el tablero político. Hace tan solo unos meses, en la final de la Supercopa de España, su visita a Riad sin velo, en lugar de despertar la admiración de todas las ideologías suscitó una aluvión de críticas. Leí esos días que su presencia en Arabia Saudí era una forma de blanquear el régimen, como si la Carrera de San Jerónimo no estuviese llena de políticos que han posado sonrientes al lado de dictadores de corte tropical. Quién mandará a Madame Ayuso revindicar la libertad de la mujer.

Me pregunto qué se esconde tras todo este ácido. Durante esta crisis se la ha responsabilizado de la futura obesidad de los niños de Madrid, se la ha tildado de fingir lágrimas de cocodrilo en una misa por los 25.000 muertos. Se la acusa de esbirro de Esperanza Aguirre y de ser presidenta gracias a enchufes, pero se defiende a capa y espada que Irene Montero sea ministra. No hay semana que no aparezcan artículos acusándola de 'orgullosa chulería' o incluso llamándola 'chati', como si la moral que exige el feminismo hoy en día no afectara también a las políticas de derechas. A la par, varios tuits de la cuenta oficial del PSOE celebran que sea ella la presidenta de la Comunidad con más fallecidos en España. Paradójico, esto de contar y descontar muertos según el político que los entierra.

Visto el jardín en el que se ha metido Ayuso, ella misma podrá comprobar que su vida se ha convertido en Yonville. La fuerza de Madame Bovary, la creada por Flaubert, radica en cerrar los ojos e inventar un mundo al margen de las críticas, basado en la lectura. Pero a Ayuso no se le paga para leer. Se le exige más que el juego político de la última semana. Aunque no tengo ninguna duda de que, al igual que en Yonville, si fuese un hombre no sería motivo de tanto artículo. Sobre todo de aquellos que hoy reparten títulos de feminismo.