Hace veinte años, el joven Javi Chou (Javalí Nuevo, 1980) se tiraba a los brazos de la comedia como respuesta a una inoportuna orfandad teatral. La tablas eran su pasión, y con su elenco adolescente desperdigado tras el salto a la universidad, encontró en el stand up una forma de seguir subido a la tarima. Desde entonces, ha seguido colaborando con diversas compañías e interpretando papeles en televisión (Acacias 38, El Embarcadero) y cine (Ocho apellidos catalanes), pero, sobre todo, arrancando las carcajadas del público con monólogos de todo tipo. Ahora, no obstante, pretende dar un paso más allá con Chouspeare 2.0, un show muy variadito que presentará en el Teatro Circo de Murcia el 17 de mayo. Lo iba a hacer este fin de semana, pero las cancelaciones en masa como consecuencia de la expansión del coronavirus también se han llevado por delante la programación del TCM. Aún así, el murciano no pierde el sentido del humor.

P Veinte años haciendo monólogos. Lo primero: ¿Se imaginaba cuando se enganchó a esto de la comedia que dos décadas después seguiría subido a las tablas?

R Evidentemente, en absoluto [Ríe]. Que va, ni mucho menos. Porque, además, la cosa empezó casi sin pensarlo demasiado y como ‘respuesta’ a una necesidad que tenía más que ver con el hecho de querer hacer teatro y no tener con quién. La cosa es que esta historia coincidió con la llegada del Club de la Comedia y el boom de los monólogos, y vi en aquello una forma de subirme al escenario sin necesitar a nadie más. De hecho, en un principio lo hacía sin ningún ánimo de lucro, simplemente por probar, pero la cosa fue creciendo y creciendo hasta que incluso se me fue un poco de las manos. Porque, ya digo, era algo con lo que contaba cuando empecé, y ni mucho menos esperaba seguir tanto tiempo y que este fuera mi sustento principal durante tantos años.

P Creo que este salto del teatro a la comedia tiene lugar cuando termina el instituto, ¿no?

R Sí. A mí lo que me ha llamado toda la vida es el teatro, que es lo que he hecho desde niño. En el instituto teníamos una pequeña compañía con la que nos quitábamos un poco el mono, pero con el cambio a la ‘Uni’ el grupo desapareció: cada uno siguió su camino y yo me quedé solo; ahí fue cuando se me ocurrió lo de los monólogos que te decía. Yo siempre he sido muy dado a las bromas, al humor, en mis circulos y en mi familia, así que en cierto modo fue como un encuentro entre esa necesidad de subirme al escenario con algo innato, con una característica que venía cultivando de forma inconsciente durante mucho tiempo; y también con querer contarle cosas a la gente. Al final, fue pasar lo que normalmente hacía en un botelleo con mis colegas a un teatro con, eso sí, mucho mas público.

P En cualquier caso, hoy día continúa atendiendo a esa vena teatral o, digamos, más puramente actoral. Le hemos visto en Acacias 38, en El Embarcadero y hasta en Ocho apellidos catalanes.

R Sí, sí, totalmente. Mira, una pregunta que m suelen hacer mucho es la de: «¿Eres más de comedia o de teatro?», pues bien, ni una ni otra, yo soy de lo que salga; en este mundillo normalmente no se puede elegir. Y te lo digo yo que, por suerte, llevo años dedicándome a lo mío y no he tenido la ‘necesidad’ en estos veinte años de mirar otras cosa. Eso sí, en vez de un trabajo tenía seis o siete minitrabajos: los monólogos, algunas obras de teatro con gente de aquí, clases para niños en colegios..., pero siempre de lo mío. También es verdad que justo cuando terminé Arte Dramático me salió un curro en una compañía de Alicante en la que estuve cuatro o cinco años y que me ayudó a hacer muchas tablas y a empezar a sentirme profesional, porque hasta que no te dan de alta en la Seguridad Social... [Risas].

P Vamos, que más que cómico o actor prefiere 'venderse' como un todoterreno. Sea lo que sea, pero sobre las tablas.

R Sí. Totalmente. Es verdad que en la compañía esta de Alicante que te decía tenía un papel cómico, pero en Acacias 38 sí que tuve la oportunidad de explorar registros a los que igual no estaba acostumbrado, y fue una experiencia chulísima. Porque, como siempre digo, aunque me haya dedicado mayormente al humor, yo soy actor. Pero bueno, es cierto que cada uno tiene su especialidad (lo mío son los monólogos, pero hay otros hacen circo, o que se van más por el teatro trágico...), y normalmente tú, que sabes cuáles son tus fuertes, tiendes a dirigir tu carrera por ese camino; lo que no quita que, si salen otras cosas, estés encantado de hacerlas.

P Por cierto, pregunta obligada: ¿ha cambiado tanto la comedia desde que empezó hasta ahora? Ya sabe, por todo aquello de la corrección y los ‘ofendiditos’...

R Yo creo que, más que la forma de hacer comedia, sobre todo lo que ha cambiado es la sociedad, y, consecuentemente, el espectador; esto, creo, es totalmente indudable. Y, claro, al cambiar eso, por efecto dominó, nosotros estamos obligados a cambiar la comedia. Muchos compañeros te dirán que hacen lo mismo que hace veinte años, pero estoy seguro de que es mentira. Es que es imposible... Cualquiera que lleve años en esto te lo puede contar, pero me pongo a mí como ejemplo: yo he visto monólogos míos de hace diez años o textos de cuando empecé que dices: «Madre mía, si digo esto hoy me matan, salgo del teatro con los pies por delante». Pero, ojo, no me parece mal esto. A ver, la censura sí, obvio, pero esta es una cuestión más de adaptarnos a los tiempos en que vivimos. Otro ejemplo: las nocheviejas de Martes y Trece y el famoso «Mi marido me pega». Hace diez años podía hacernos gracia, pero ahora no. Lo que quiero decir es que los factores sociales influyen en el humor, y de la misma manera que hoy no se bromea con este tipo de cosas, dentro de otros diez años igual no hacemos chistes con cosas que hoy nos parece la mar de normales, vete tú a saber. ¡Eh! Y al que no le guste y no quiera cambiar la comedia, que con su pan se lo coma, que esto al final también son matemáticas...

P Está celebrando este aniversario con un show muy particular, Chouspeare 2.0, en el que reflexiona sobre cómo serían las tragedias shakesperianas en pleno siglo XXI. ¿Por qué? ¿De dónde nace este espectáculo, que representará el 17 de mayo en el TCM?

R Bueno, yo con 16 años me obsesioné con Shakespeare y hasta los veinte prácticamente no hacía otra cosa que leer sus obras y ver las adaptaciones de Kenneth Branagh... Y, claro, siempre me ha quedado ese poso, ese recuerdo. Además, aunque en la ESAD hice mucho Shakespeare, a nivel profesional apenas he hecho un par de cosillas, y tenía ganas de hacer algo con este referente, no solo personal o actoral, sino universal. De todas formas, en este espectáculo casi que es una excusa para hablar de todos los ‘satélites’ que hay a su alrededor: hablo del teatro, de los siglos XVI y XVII, de la Inglaterra que él vivió y de cómo no es tan distinta de la España actual..., y, efectivamente, cojo sus obras e intento explicarlas un poco rollo siglo XXI. Sobre todo, mi preocupación es que la gente no diga que esto es simplemente un monólogo; quería mucho más. He metido varias secciones, juegos con la antiguedad y el mundo contemporáneo, un par de canciones y alguna cosa que igual el público jamás ha visto, porque son tonterías tan... ‘especiales’ que estoy seguro de que es imposible que otro las haya hecho antes [Risas]. No obstante, quizá el germen de este espectáculo está en la Semana de las Letras de Beniaján: su coordinadora, que es amiga, me propuso hacer algo con Shakespeare, y creo que eso fue lo que me llevó a arrancar. De todas formas, de aquello hacen cuatro años y poco queda de la idea original porque, en este tiempo, he ido cambiando cosas y casi te diría que del show que presenté la última vez en Murcia no queda ni la mitad.

P Oye, me dice que se ha animado a cantar y, según veo en el vídeo promocional, hasta se echa unos bailes en Chouspeare 2.0. ¿Es cuestión de añadir más skills, que se dice ahora, al currículum?

R [Risas] No hombre, esto si lo hago es con total conocimiento de causa; quiero decir, sabiendo que se que un espectáculo es cómico, porque, si no... [Ríe]. Pero uno tiene que perder el sentido del ridículo y huir de su zona de confort de vez en cuando. Yo bailar no sé, y en un concurso de karaoke me quedaría, como mucho, en cuartos de final, pero tengo claro que si al público le metes una canción o un estribillo, lo flipan. Así que si me tengo que tirar a la piscina, me tiro; todo sea porque la peña se lo pase bien.