El Pabellón 2 del Cuartel de Artillería de Murcia acoge este jueves la primera edición de las jornadas ‘Cultura y Ciudadanía’, dirigidas a técnicos municipales, gestores culturales, promotores de proyectos y cualquier ciudadano interesado en la propuesta. Y, sin duda, una de las charlas más atractivas del extenso programa será la que protagonice, a las diez de la mañana, Marcos García, director del madrileño Medialab-Prado, un innovador espacio que cambia por completo el concepto de centro cultural. Él mismo lo explica.

P En primer lugar, hábleme un poco del proyecto Medialab, que dirige desde hace cinco años. Para la gente que no lo conoce, ¿en qué consiste?

R Es un centro cultural del Ayuntamiento de Madrid que se caracteriza por ofrecer un lugar para la experimentación y la creación colaborativa de proyectos. Es lo que denominamos un ‘laboratorio ciudadano’, un espacio en la ciudad en el que los vecinos pueden juntarse para desarrollar una idea. A diferencia de los centros culturales tradicionales -que pueden acoger una exposición, o un concierto-, aquí la idea es que las personas ser reúnan para ‘hacer’. Siempre hay alguien con una propuesta y otros que su suman como colaboradores.

P ¿De qué tipo de proyectos estamos hablando?

R Pues, a ver, hay de todo: desde programas para la medición de la calidad del aire a proyectos que tienen que ver con traducción colaborativa de libros o la edición de artículos de la Wikipedia. También hay gente que está trabajando en el diseño de mobiliario para el espacio público o en la creación de una moneda social para el Barrio de las Letras, que es donde se encuentra Medialab. Mira, ahora mismo [Marcos García atendió ayer la llamada de La Opinión desde su despacho en el centro] están aquí los de ‘Taxi Experimenta’, un proyecto que propone aprovechar el potencial del taxi como una infraestructura de ciudad para la experimentación y la innovación ciudadana; y no solo con la idea de mejorar el servicio, sino también con la idea de repercutir positivamente en su entorno con, por ejemplo, la instalación de sensores que permitan medir la contaminación o el estado de las carreteras. En definitiva, lo que nosotros pretendemos es ampliar las modos de hacer de un centro cultural, que no solo sirve para dar acceso o ‘acercar’ la cultura a los ciudadanos; de hecho, más bien entendemos que esto [la cultura], más bien, es algo que se construye de manera colectiva. Así, Medialab es un lugar de producción, un espacio en el que intentamos dar respuesta a una necesidad o derecho que no suele estar recogidos en las políticas culturales tradicionales, como el derecho a participar.

P Como ha apuntado, normalmente asociamos el centro cultural con el arte (exposiciones, representaciones, bibliotecas, proyecciones...). Ahora entraremos más en profundidad sobre lo que hacéis en Medialab, pero, ¿es de los que piensa que el arte, por sí mismo, ayuda a mejorar la vida en un municipio, o en un barrio, o se necesita algo más, una intención?

R Bueno, en primer lugar me gustaría decir que yo creo que esta propuesta, este modelo, viene a ampliar, no a sustituir lo que se ha venido haciendo hasta ahora. Y no cabe duda de que una exposición, o un concierto o una obra de teatro, puede ayudar a mejorar la vida de las personas, invitarles a pensar de otra manera, e incluso llamarles a construir comunidad, pero esta filosofía tan solo responde a una necesidad que tiene que ver con el acceso. Nosotros lo que le ofrecemos a la gente es la posibilidad de participar de manera activa en la vida cultural; pensamos, más que en cubrir una demanda, en aprovechar las potencialidades de las personas que quieran contribuir a mejorar las condiciones de vida en la ciudad.

P Plantea, entonces, un modelo que, quizá, más que con el arte en su concepción tradicional (pintura, cine, teatro, literatura...), está relacionado con la idea de ‘creatividad’, ¿no?

R Bueno, claro. Es que, para empezar, creo que tenemos un problema si asociamos la idea de cultura solo con las prácticas artísticas. Aunque el arte sea un campo de experimentación que en Medialab también queremos promover -como un espacio en el que hacerse preguntas-, quizá nos interesa más la posibilidad de crear sinergias, de poner en contacto mundos distintos con la idea de crear algo nuevo; de juntar a un activista, a un antropólogo, a un funcionario público y a un académico y ver que surge de todo ello. La cultura puede servir para aprovechar todo el potencial que hay en la ciudad: hay un montón de gente deseando poder desarrollar sus capacidades, pero no hay tantos lugares en los que los vecinos se puedan juntar para hacer cosas juntos, ya sea una obra de teatro o un proyecto para proponer la creación de un carril bici alternativo. Cuando uno va por la calle se le ocurren ideas, y normalmente no van más allá, pero si te dicen que hay un sitio en el que poder plantearla, en el que poder convertirla en algo colectivo y en el que empezar a desarrollarla... Ya veremos luego si merece la pena darle continuidad, pero, de momento, ahí tienes el laboratorio para poder ir dándole forma a esa idea. De hecho, aunque luego la cosa no llegue a ningún sitio, el simple hecho de que exista un sitio así construye comunidad y, estoy convencido, ayuda a idear proyectos y formar alianzas que tal vez de otra manera no se darían.

P Medialab abre las puertas a todo aquel que tenga una idea para mejorar la vida urbana, vale. Pero cada vez más se extiende esa visión del ciudadano de a pie como un ser individualista, conformista y hasta vago; lo que choca frontalmente con el perfil del que me habla. Imagino que no está en nada de acuerdo con esa visión...

R [Ríe] En este punto tenemos que pensar en qué tipo de relaciones construyen las ciudades en las que vivimos y las instituciones en las que participamos. Según ese diagnósticos que haces del ciudadano, predomina el individualismo, pero no porque seamos intrínsecamente así -el hombre vive para estar con otros, es un animal social-, sino como una consecuencia del contexto en el que se desenvuelve. Esto es importante: el contexto. Hay contextos que sacan los peor de nosotros (conducir por la ciudad o ir a ver los partidos de nuestros hijos el fin de semana), pero hay otros que muestran nuestra mejor cara, como, por ejemplo, cuando vivimos una catástrofe natural. Pues bien, según esta misma regla, nosotros pensamos que también puede haber instituciones que saquen lo mejor de cada uno, que ayuden a canalizar todo ese potencial. La clave está en invitar a la gente a desarrollar libremente sus ideas, sin la obligación de obtener una respuesta inmediata. Porque yo creo que, en general, las personas quieren tener un papel en la vida pública y mejorar el entorno en el que vivimos.

P A modo de conclusión, y de cara a su participación este jueves en unas jornadas sobre ‘Cultura y Ciudadanía’ en Murcia. ¿Qué lección, consejo o sugerencias puede darnos, tanto a la ciudadanía como a Administración, en este aspecto?

R [Ríe] Bueno, lo primero, que ojalá la presentación sea una invitación para que en Murcia cuente con su propio laboratorio ciudadano, con un sitio en el que los vecinos puedan proponer un proyecto y juntarse para llevarlo a cabo; unos con carácter mas académico, otros más artísticos, pero todos enfocados a aprovechar el potencial de la ciudad para ensamblar distintos tipos de saberes. La riqueza de una ciudad reside en la diversidad, y creo que nos faltan instrumentos para aprovecharla.