No solo de óleo sobre lienzo o de acuarela sobre tabla vive la historia del arte. No solo de las obras que, solemnes e inertes, cuelgan en los museos se nutre la historia de la pintura. Hubo un movimiento artístico, finales del XIX y principios del XX, Art Nouveau, que se afanaba en dotar de belleza nuestra cotidianidad: muebles, cuberterías y vajillas, prendas de vestir, papeles de pared, cigarreras eran decorados en vena naturalista. Se suele concebir el arte en oposición a lo utilitario: si algo es arte no debe servir más que para la contemplación; si algo es útil, se lo debe juzgar mediante el criterio de la eficiencia. ¿No puede existir algo así como el 'arte aplicado', se plantearon los impulsores del Art Nouveau? Y eso, insuflar belleza en la cotidianidad es, en gran medida, la labor de ilustradores. De gente como Ana Jiménez. «Ese es realmente el fin del arte, realizar algo con un fin estético y expresar emociones, en eso se basa mi trabajo. A mí me gusta aportar ternura, inocencia y fantasía, que creo que es lo que más hace falta en el mundo».

Ana, natural de Albacete, recala en Murcia, regresando a sus raíces profundas: su madre es murciana capitalina y su padre de Jumilla.

Toda historia tiene un comienzo; también la de Ana con el dibujo: «Cuando era pequeña, los Reyes Magos me trajeron el libro de Perico el conejo travieso, de Beatrix Potter. Este libro me enamoró profundamente y Beatrix se convirtió en mi autora favorita. De ella heredé todo el amor por la naturaleza, los animales y el mundo rural. Como ilustradores, Mary Blair o Miyazaki son también algunos de mis referentes, y más actuales puedo mencionar a Phoebe Wahl o diseñadores de estampados como La Casita de Wendy o Suz Sánchez».

Referentes cinematográficos

Ana, no obstante, es una auténtica omnívora si de arte hablamos y se deja influir en dominios aparentemente alejados del dibujo: «El cine siempre ha sido también un gran referente para mí; el western es mi género preferido y durante mis años de universidad dediqué mucho tiempo a la música americana, el mundo redneck o la zona de los Apalaches. A día de hoy, el folk americano, el bluegrass o el country son pilares de mi vida que se reflejan en mis dibujos». Pero eso no tiene nada que ver con el dibujo; ¿o sí? «He pasado mucho tiempo viendo cine y toda mi vida escuchando música; realmente, son estos los lenguajes en los que me muevo».

En la última, y excepcional, novela de Andrés Newman, Fractura, el protagonista luce heridas profundas. La herida física (las marcas en forma de ramaje que cubren espalda y torso y piernas) y la herida espiritual (menos visible, más profunda) de haber contemplado el horror tras la bomba atómica de Hiroshima. Se me viene a la cabeza porque el protagonista, el señor Watanabe, colecciona banjos. Como Ana. «Lo del banjo viene de cuando vi por primera vez Deliverance (Defensa), de John Boorman (yo debía de tener dieciocho o veinte años). Hay una escena mítica, la llamada 'Dueling Banjos', que me pareció lo más maravilloso que había visto nunca. A raíz de la película me compré un banjo, aprendí a tocarlo con la ayuda de tutoriales de internet y libros que me mandaron algunos amigos americanos. Leí mucho acerca de este instrumento y su cultura, escuché (y sigo escuchando) toda música en la que sonaba. Soy una banjoadicta declarada».

Salvando todas las distancias con el señor Watanabe, también Ana ha vivido sus tribulaciones: «Hace unos años monté una tiendecita aquí en Murcia y no duró más de dos años. Siempre tendré la espinita clavada de que no supe hacerla funcionar». Pero pronto ilumina el rostro evocando más joviales circunstancias: «El año pasado tuve la inmensa suerte de formar parte del proyecto 'L@s científic@s van al hospital', un proyecto liderado por la genial Melli Toral y con el que pretende normalizar el día a día de los niños hospitalizados. Dibujamos 30 científicos y científicas que se imprimieron en cartón pluma a tamaño niño y ahora forman parte de las Aulas Hospitalarias de la Región de Murcia. La idea parte de la base de 'si los niños no pueden ir a los museos, los museos irán al hospital' y sobre esta idea se construye este proyecto tan bonito que queremos ir aumentando con el paso del tiempo. Las presentamos este pasado noviembre en el Hospital Virgen de la Arrixaca donde estuvieron expuestas y ha sido un éxito para todos. No puedo sentirme más feliz por formar parte de ello».

Con más de quince mil seguidores, es toda una influencer en Twitter. «Claro que me alegra tener tantos seguidores, pero a veces Twitter puede resultar agotador y más agotador cuantos más seguidores tienes. Twitter se asemeja a menudo a una barra de bar donde todo el mundo grita y nadie escucha. Eso no quiere decir que no adore a mucha gente que hay ahí y de la que aprendo día a día. He hecho grandes amigos y gente que ya forma parte de mi 'vida 1.0'».

Canalla y pueril

'Os digo cosas bonitas', escribe en la red del pajarito azul acompañando la frase con fotografía de una señora tortilla de patatas: un chorro de me gusta. Foto de un pastel de carne: otro chorro. Cuenta un chiste: varios cientos. Cuenta cosas de sus hijos. Pone un dibujo en proceso. Toca la armónica. Se pone gamberra, se pone chula, algo burda incluso: 'Te mojo la campurriana en la primera cita'; 'Me vais a comer la galleta'; 'Ya lo dijo Unamuno: 'Me da igual si eres joven o vieja, que solo con verte me arde la pelleja''; 'Mientras tú me ignoras, el carnicero dice que me trocea el conejo'; dibuja con Lacasitos una palabra: 'ojete'. Cuesta percibir en estos mensajes canallas a la autora de dibujos que destacan por su ternura y, digámoslo, puerilidad. El lema que actualmente luce en el pórtico de su cuenta tuitera: The blues is in perfectly unsafe hands ('El blues se encuentra en manos perfectamente inseguras', en una traducción literal). «Una frase de un grupo de blues rock de Indiana que me fascina, Left Lane Cruiser. La frase expone perfectamente la esencia del blues: que es una música que nació del pueblo, de la humildad, del trabajo, de la cultura popular y se convirtió en una de las influencias más importantes de la música americana y occidental. Esas 'manos perfectamente inseguras' son lo que el blues necesita para ser tocado y pervivir en el tiempo».

Me llama la atención el contraste entre ese toque macarra en Twitter y sus dibujos de un encantador infantilismo almibarado. Me explica la aparente paradoja: «Como artista no me interesa ningún tipo de gamberrismo, me interesa añadir un poco de belleza al mundo. En el mundo hay muchas cosas feas y la creación artística ofrece la oportunidad de contrarrestarlas, en su modesta medida. Respecto a Twitter, la red tiene su propio código; no se trata de escribir un ensayo, sino de lanzar un dardo».

La duda me corroía: ¿En persona se parece más a la artista o a la tuitera? No desvelaré el secreto.

Gracias, señora Watanabe, por disipar mi duda: siga usted tan gamberra y tan pueril y tan creativa.